martes. 23.04.2024

El calvario español con la cruz a cuestas

cruz

En España, con algo más de 47 millones de habitantes, tenemos casi medio millón de políticos; tocamos alrededor de 1 político por cada cien habitantes (1/100), mientras en Alemania, 81.700.000 habitantes, cuentan nada más que con 150.000, cuya proporción sale a 1 político por cada 545 habitantes (1/545)

Estamos en Semana Santa. Todo el mundo sabe qué celebra la mayor parte del mundo occidental cristiano en estos días, mayormente los españoles, educados en un catolicismo donde de memoria sabemos que “se conmemora la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo”. Así es. Muchos no caerán en la cuenta mientras disfrutan del ocio, como tampoco caerán si añado que viven otra pasión y muerte. A esa memoria religiosa, hay que añadir otra, que no es memoria, sino presente. Nuestro presente. Tiempo marcado por personajes semejantes a los que provocaron la pasión y muerte de un judío elevado a la categoría de Dios. Con la diferencia de que el pueblo español es humano, muy humano, y si acaba muriendo por tanto padecimiento, como suele suceder cuando el dolor es insoportable, no podrá revivir, ni volver a levantarse, ni seguir haciendo historia gloriosa, como parece ser que ha hecho. Y todo por culpa de unos seres desalmados e ineptos que en lugar de oír su dolor, siguen mirando a quien sirven, bancos y empresas, de quien dependen y por quien se desviven para no perder sus privilegios de individuos asentados en torre de cristal, ajenos al sufrimiento de un pueblo que clama en las calles.

El pueblo español está pasando un calvario. Las riquezas que generan sus trabajos y sus creaciones junto a la naturaleza que le rodea y que labra, no repercuten en él, acaba en terceros, países, empresas y personajes, a los que su nación, tan patriotas, ni les va ni les viene, si no es para sacar provecho. Menos les importan sus pobladores. Ejemplo puntual es el interés desmedido de empresas extranjeras (Australia, Canadá, Alemania), en connivencia con políticos, por abrir minas a cielo abierto en multitud de zonas, sin importarles las terribles consecuencias de contaminación ambiental y acuífera. Dejarán esos lugares devastados, improductivos y venenosos para siempre. Acabarán con la vida de los lugareños, sus animales y su tierra. Todo, con la falaz promesa de crear empleo. ¡Listos! ¡Sinvergüenzas! El pueblo no se lo cree. Y sale en protesta a la calle, a sabiendas quizás de que su grito no obtenga eco. Pero sale en masa porque ya está harto de tanta desidia, tanto dolor, tanta mentira, tantos argumentos sin razón... mientras ellos se aseguran “su vida y su visa”, y arguyen que no hay presupuesto... para pensiones, escuelas y colegios, para dependientes, para sanidad, transportes, amas de casa y viudas sin salarios, estudiantes sin beca, y ancianos sin posibilidad de curarse porque no tienen ni para médicos, ni para medicinas... que para mayor gloria de maridos como el de la Cospedal, hay que pagarlas, y para mayor gloria de la Cospedal en el ejército español, hay que comprar aviones y tanques con un gasto superior a diez mil millones de euros <10.000 millones>. La próxima semana -santa- daré la lista de listos que nos dirigen y provocan este calvario, desde Puigdemont, el Peropalo, huido y añorado, a Hernando, el Carapena, vocero del poder, pasando por Santamaría, la Verónica, “sparring” de Rajoy, Caifás, jefe del Sanedrín, o los dos ladrones, Bárcenas y Rato, el bueno y el malo, sin descartar el feo... El nuevo western de nuestros pasos privados, hechos públicos en la gran procesión. Y el pueblo como siempre, con la cruz cuestas. (Un adelanto para no perderse el próximo episodio).  

No se trata solamente de hechos y planes puntuales pergeñados entre gobiernos y empresas, como las minas, sino que es comportamiento usual la toma de decisiones que en nada favorecen a quienes les votan. Nuestros diferentes gobiernos, locales, regionales y centrales, constituidos en partidos como en una mafia, favorecen a sus allegados y machacan al pueblo cuyos intereses deben primar sobre cualquier otra actuación. Esa mala gestión, donde se trastocan los valores y beneficios sociales por los privados, provoca el calvario continuo que dura años, con su correspondiente semana de pasión que sufre España. Las calles se llenan de manifestaciones, de pancartas y de ideas que deben llevar a reflexión a quienes tienen la facultad de cambiar las cosas. Porque las cosas, este calvario, es fácil convertirlo en camino llano y fructífero. Es fácil invertir la pasión, el dolor que sufre desde hace años nuestro pueblo, por la semana de gozo, por días de gloria. Simplemente con usar de manera apropiada los recursos, que son muchos y buenos, allá donde sean necesarios, en favor de los menos favorecidos, sean tierras, ciudades o personas.

Y no será porque falta gente para eso. Otros países con menor cantidad de políticos, están haciéndolo mejor, y eso que poseen menos recursos que los nuestros. Al menos se preocupan por sus paisanos. Países como Suecia, Noruega, Finlandia..., con condiciones adversas de vida, viven en condiciones que nosotros ni imaginamos, a pesar de que en esas latitudes la vida es mucho más costosa por su dificultad climática. A pesar de marcar a veces 20 grados bajo cero, nadie muere de frío, ni de hambre. Alemania, Uruguay o Portugal, por enumerar unos pocos, tratan de superar las condiciones negativas, mejorando las que poseen. Todos tienen conciencia de país. Sus políticos no abusan del poder concedido y cedido en beneficio propio, subiéndose sueldos de por sí muy altos, muy por encima del resto de trabajadores, con gastos de lujo por representación, que no se controlan, ni se reparten adecuadamente... Nuevos ricos están surgiendo en España (semejante a los narcotraficantes), como en tiempos, después de la guerra, sucedió con aquellos que colaboraron directamente con la dictadura y la represión: la clase política. El 30% de quienes han ocupado algún cargo en estos 40 años, es la nueva clase rica, algunos gozando de prebendas incluso mucho después de abandonar la actividad pública. Y eso cuando no ocultan los dineros robados en paraísos fiscales (como los narcos). No se conforman con una nómina y dietas de representación que superan el sueldo de cualquier directivo empresarial cinco y diez veces. No es extraño que aumenten las desigualdades, con el ejemplo que dan... Hasta ahora no daban cuentas a nadie de sus dietas, traslados y gastos de representación. Según datos del Congreso, nuestros diputados se gastaron en 2106 más de un millón de euros en 77 viajes que hicieron, con una dieta, aparte, de 150 euros diarios. En sus desplazamientos en el 2015 llegaron a superar los 3,5 millones de gastos. Parece ser que todo esto se va a acabar, y que se les pedirá cuentas. Esperemos que así sea, por el bien de todos. Ya se sabe de los desmanes de algunos de ellos con la disculpa de viajes oficiales, como hacía el ex presidente de la Junta de Extremadura, sr. Monago que iba cada dos por tres a Canarias a ver a “una amiga”, con  cargo al erario público. Y no es el único.

¿No será mejor disminuir la cantidad? Deberían empezar por ahí los recortes. En España, con algo más de 47 millones de habitantes, tenemos casi medio millón de políticos; tocamos alrededor de 1 político por cada cien habitantes (1/100), mientras en Alemania, 81.700.000 habitantes, cuentan nada más que con 150.000, cuya proporción sale a 1 político por cada 545 habitantes (1/545). Por el contrario, en la ratio de sanidad, tocamos a 3,4 médicos por cada mil habitantes, frente a Grecia, 6,3, Austria con 5,1, o Portugal con  4,6... Y no hablemos de otros sectores como la enseñanza. Pocos, pero buenos profesionales. Y según una encuesta, el político es una de las profesiones que, al sentir de los españoles, menos se necesita. He aquí el calvario de este resignado pueblo.

Hay que controlarles, en su comportamiento, en sus gastos, en sus sueldos, en sus incompatibilidades, en su currículum, en su preparación, en sus estudios. Y no digamos en su ética. Y en su gestión. Por ellos deben empezar los recortes. Seguro que disminuirían los gastos públicos y superfluos, generados por la manera suntuosa de vida de nuestra clase política, frente a la austeridad de los políticos suecos, donde sus miembros en el Parlamento europeo cuentan con un pequeño apartamento y una lavadora común, estilo “corrala” (Y nada de tarjetas, ni black, ni “guais”, con cargo al pueblo). Sería una forma de aprender solidaridad y compañerismo. Una vida que les obliga a entenderse y compartir. También a dar ejemplo. Disminuiría el peso de esta cruz a la que nos han condenado.       

El calvario español con la cruz a cuestas