sábado. 20.04.2024

Bajada de impuestos, otra “catrasca” del PP

impuestos

Si la derecha ha presumido siempre de algo, es de que no sube los impuestos, y lo esgrime como bastión frente a la izquierda, para atraerse votos y mantenerse en el poder. De la decisión propia de las izquierdas de subir impuestos, hay que guardarse, advierte la derecha, porque no saben lo que hacen y nos esquilman friéndonos a tasas, impuestos y otras invenciones... Por eso los inversores -argumenta la derecha-, buscan otros países donde sean menores dichos impuestos, para pagar menos y de ese modo tener margen para poder invertir más. Argumento tan falaz como las armas de destrucción masiva del cuarto ejército más poderoso del mundo que iba en zapatillas... Pero así nos lo venden. Y lo peor es que la mayoría de la gente se lo cree.

No hay decisión política más inútil, demagógica e injusta, que la bajada de impuestos por parte del gobierno de una nación. Sobre todo cuando esa nación, como sucede en España, carece de servicios mínimos y en buen funcionamiento, que mejoren la convivencia social. De nuevo, ésta es otra de las “catrascas” de este grupo de impresentables que dicen representar al pueblo español. Sin embargo, es una medida que el pueblo en general, ignorante y catatónico, suele aceptar de buen grado pensando que le beneficia. De eso se aprovecha el político de turno que suele anunciarla cuando ve su poder en peligro, o está próximo a las elecciones, consciente de que tal decisión le acarreará más votos. Con tales anuncios pretende seguir afianzándose en el poder, a pesar de que vaya haciendo de las suyas, o como lo he definido en otros artículos, haga “catrasta” (“cagada tras cagada”, con perdón, sin esperar que algún día la RAE, esa que pule y da esplendor, admita la palabreja, aunque conociendo las obras de algunos que forman parte de esa noble institución, la admitan pretendiendo ser originales y “modelnos”, que cosas peores han admitido y han hecho, sin  lugar a réplica, por creerse infalibles y certeros, hablando ex cátedra). De manera parecida suelen obrar nuestros representantes en el gobierno de la nación española, de la que se sienten “mucho español”, con decisiones a favor de “todos los españoles”, y muy patriotas, de bandera bicolor con la estrella de Suiza en el medio. Una cruz equilateral para contrarrestar y soslayar su actitud, en la que predomina su brazo largo y manga ancha, presumiendo de patriotismo escondiendo el baúl con los dineros robados, guardados y evadidos. Claro que si la bajada de impuestos conllevara que, aun metiendo mano en las arcas, los “chorizos” se llevasen una cantidad menor al haber menos, estaría bien; pero no, haya lo que haya, poco o mucho, se lo llevan todo. Y crudo, como diría un castizo. Con lo cual, flaco favor a la patria española por quienes se llenan la boca con palabras rimbombantes, aplaudidas y admitidas en sentido lato por esa RAE del pulimento y esplendor, de la que acabo de hablar. Tal para cual. Pero dejémonos de palabrería y vayamos a los impuestos, y la decisión gubernamental de bajarlos. ¡Qué buenos son los padres superiores!

Esto de bajar impuestos -me gusta más la palabra “contribución”, más antigua y arraigada en el sentido comunitario-, es una medida que toman quienes ejercen el poder con orejeras, que les impiden ver más allá de sus narices, y menos si el objeto cae al margen, o sea, a ambos lados de la dirección de su vista, marcada por su falta de sensibilidad y su sobrante estulticia. Sensibilidad con los más desfavorecidos, a los que no ven o no quieren ver; y estulticia, porque el bien común es el único medio para que un país progrese, contribuyendo cada cual en la medida de sus posibilidades. Sin progreso no hay igualdad, ni libertad, pilares de la democracia que nunca deben olvidar quienes ejercen el poder. Porque lo ejercen gracias a la transferencia que sobre sus hombros, han hecho los ciudadanos, a los que se deben y por los que se deben. Por eso digo que la bajada de impuestos, y más en un país con un déficit galopante, superior al cien por cien del PIB, como el nuestro, pese a su riqueza natural, es una medida falsa, demagógica e injusta. Una medida típica de la derecha, cuyos intereses dejan de ser comunitarios para convertirse en privados, bancos, empresas, grandes fortunas... a las que sirven y a quienes beneficia sobremanera dicha reducción impositiva. Es a todas luces una falacia que beneficie al pueblo llano. Y como consecuencia es injusta, pues cuanto menos paguen los ricos, más ricos se harán, ampliando las diferencias con los de abajo, los productores, que precisamente pagan lo que deben sin posibilidad de escape, y mantienen y sostienen con su sudor y lágrimas el país, que si no progresa como es debido, se debe a factores ajenos a sus contribuciones, de las que se aprovechan las grandes fortunas, los parásitos de toda la vida, que en España se han multiplicado en estos últimos veinte años. Por eso es injusta. Y demagógica, porque decisiones de ese calibre, tanto la rebaja, como la amnistía fiscal, aparentan una verdad cuando realmente son una mentira que al resultar atractiva, atrae al pueblo, como la miel a las moscas. El pueblo se convierte así en el panal de los votos. Y lo sabe. La derecha lo sabe, porque tal cual es su lenguaje son sus obras. Es lo que Wittgenstein, en su Tractatus, llama el “juego del lenguaje” como forma de vida, donde hablar y obrar van de la mano, un juego en el que participa la sociedad, unos manejando y otros dejándose manejar, porque genera ciertas expectativas. Eso sí, muy diferentes las de unos, a las de otros. Y con muy diferentes resultados, mientras a unos pocos enriquece,  a los demás, la mayoría, empobrece. 

Por esta y otras muchas razones, como la necesidad de una reforma global, en profundidad y con sentido progresista, de la fiscalidad española, por la que abogan expertos economistas, juristas, incluso técnicos de la Hacienda Pública, considero que es un error más de este gobierno con orejeras, que no nos debe extrañar, acostumbrados como estamos a sus “catrascas” de obra y de palabra.

Están tan manejados estos políticos por bancos y grandes empresas, que no se atreven a hacer esa reforma fiscal en profundidad, añadiendo los medios necesarios para evitar el fraude y recaudar más. La bajada de impuestos, por tanto, no lleva a ninguna parte. Peor, empobrece el país. 

Bajada de impuestos, otra “catrasca” del PP