viernes. 19.04.2024

Urbanismo para la casta en Madrid

En Madrid aprendimos hace mucho tiempo que una de las políticas con más carga ideológica en su ejecución es la política que planifica, ordena y asigna usos al suelo, es decir, la política urbanística. Las decisiones que se adoptan en el urbanismo madrileño afectan de manera directa y extraordinaria a muchos intereses, perfectamente identificables, diversos y muy a menudo contrapuestos.

Por eso resulta muy revelador comprobar quiénes aplauden y quienes critican el urbanismo de la capital, porque los aplausos y los silbidos ayudan a identificar tanto a los beneficiarios como a los perjudicados por las decisiones que desde hace dos años viene adoptando en este ámbito el gobierno municipal liderado por Podemos.

Significativas son las continuas alabanzas al urbanismo podemita por parte de los máximos mandatarios de los dos grandes clubes de fútbol de Madrid, inmersos ambos en actuaciones relevantes y discutibles sobre los estadios respectivos. Esclarecedor es también el formidable nivel de entendimiento al que continuamente llega el gobierno municipal con la empresa OHL, uno de los actores urbanísticos más activos y más controvertidos de la capital.

Y sorprendente resulta que haya sido precisamente el Ayuntamiento “del cambio” el que más lejos haya llegado en las negociaciones con el presidente del BBVA, para atender las demandas históricas de este potentísimo operador financiero en la llamada a ser “la mayor operación urbanística de Europa”, la operación Chamartín.

Podemos y Partido Popular se han coaligado con entusiasmo para aprobar tanto el traslado del estadio atlético a San Blas como para respaldar la última ampliación propuesta por el club del estadio Santiago Bernabéu. Son claramente dos grandes operaciones de ciudad que, sin embargo, hubieran merecido por parte del Gobierno municipal un tratamiento más adecuado para el interés general.

El primero no ha previsto las actuaciones necesarias para evitar el colapso circulatorio en torno al nuevo estadio. Y el segundo ha soslayado la modificación del planeamiento que la Justicia ha reclamado y tenemos que reclamará de nuevo, anulando posiblemente las decisiones adoptadas. Eso sí, los mandatarios urbanísticos de la ciudad son recibidos con gran simpatía en ambos palcos. Mejor incluso que en los tiempos de Botella, Gallardón o Alvarez del Manzano.

OHL aparece demasiado a menudo últimamente en las páginas de los periódicos, y no solo por sus éxitos empresariales. Sus relaciones durante años con lo peor del PP madrileño están siendo objeto de investigación judicial, en España y en Suiza. Pero sus tratos con el urbanismo capitalino van ahora mejor que nunca.

Para probarlo ahí esta esa quinta torre en la antigua ciudad deportiva del Real Madrid, que OHL construirá y negociará sobre un suelo reservado en principio como bien de dominio público, y destinado en su momento para un gran centro municipal de convenciones. Pero lo construido ahí ya no será un centro de convenciones, porque será otra cosa, ni será municipal, porque será privado. La bendición podemita a la operación Canalejas también ha merecido la mejor consideración por parte del accionariado de OHL, pero no tanto por parte de los madrileños partidarios de proteger el patrimonio arquitectónico y paisajístico en el centro de la capital.

Pero, desde luego, el episodio más significativo del urbanismo madrileño en esta etapa “del cambio” tiene que ver indudablemente con las negociaciones en marcha sobre el futuro de la operación Chamartín. Durante más de veinte años, las administraciones públicas gobernadas por la derecha más derechista de Europa no fueron capaces de responder con suficiente generosidad a las reclamaciones del BBVA, que se había hecho con la propiedad de la mayor parte del ámbito a desarrollar.

No obstante, fue llegar Podemos al Ayuntamiento de Madrid y las negociaciones parecen avanzar a un ritmo y con unas expectativas extraordinarias. Digo “parecen” porque la “nueva política” del urbanismo madrileño incorpora unas salvaguardas de opacidad hasta ahora desconocidas en los tratos del Ayuntamiento con los operadores privados.

Tendremos que esperar a la conclusión de estas negociaciones entre Podemos en Madrid, PP en Fomento y el BBVA, para comprobar hasta qué punto se ha cedido en la exigencia histórica para el gobierno público de la operación y para el equilibrio adecuado entre el interés general y el negocio privado.

Se constata, por tanto, el aplauso fundado de buena parte de la casta. Pero pocos aplausos más se escuchan ante el urbanismo capitalino de estos dos años. No se pueden aplaudir, desde luego, sus éxitos en la construcción de vivienda pública destinada a los madrileños con más dificultades económicas. Cumplida ya la primera mitad de su mandato, Podemos ha levantado tan solo 165 de las 4.000 viviendas prometidas. A este ritmo necesitaría medio siglo de gobierno para cumplir sus compromisos.

Tampoco se escuchan aplausos por parte de los madrileños que habitan barrios necesitados de actuaciones de rehabilitación y regeneración urbana, que no son pocos en realidad. Se están cobrando ahora las primeras ayudas comprometidas en julio de 2016.

El urbanismo podemita es poco amigo de operaciones de ciudad que mejoren la calidad de vida de los madrileños de a pie, pero sí gusta de los grandes titulares que aseguran esas otras operaciones vistosas en la plaza de España o en la Gran Vía, por ejemplo. Su afectación a la vida de los madrileños que peor lo pasan no será importante, pero estas costosas operaciones garantizan presencia en los medios de comunicación por mucho tiempo.

Y no son precisamente aplausos lo que dedican cada día los automovilistas madrileños a su gobierno municipal durante el atasco cotidiano. El empeño podemita por los carriles bici en los principales bulevares de Madrid no ha mejorado la opinión de los ciclistas sobre nuestra capital. De hecho la última encuesta de la organización de consumidores y usuarios (OCU) sitúa a Madrid como la peor a este respecto entre las principales ciudades españolas. Eso sí, la reordenación del tráfico ha multiplicado los problemas de circulación para los demás vehículos.

¿Urbanismo para la gente? No. Más bien urbanismo para una poca gente, la misma de siempre…

Urbanismo para la casta en Madrid