jueves. 28.03.2024

Merkel ya no es virgen

Cuando un pueblo tiene que exigir la devolución de su dignidad es porque le sale la miseria más íntima por los ojos...

Los señores importantes estaban de rodillas. Esperaban una aparición mariana. Pero ellos no eran de los de boina, refajo y zuecos como los pastorcillos de siempre. Los señores importantes preferían chaqué. Estaban de rodillas como los de Cova de Iría o Lourdes, pero con chaqué. Hay que dejar claras las diferencias entre pobres por castigo de dios e importantes por la  gracia de dios.

Los señores importantes llevaban las manos llenas de bancos, de empresas importantes, de multinacionales, de Ibex treinta y tantos, de importaciones y exportaciones. Era la ofrenda que irían depositando a los pies de esa vestal germánica  llamada Merkel.

Los señores importantes fueron desfilando uno a uno y recibiendo sumisos los latigazos correspondientes al humor crematístico de la diosa. Ella entregaba a un esclavo del Banco Central Europeo, del Fondo Monetario Internacional  los bancos, las multinacionales, las importaciones-exportaciones. Se manchaban de sangre los chaqués, sangre de hambre, de despidos, de desahucios, de enfermos terminales que deben cumplir con su deber de terminar, de viejos que estorban al déficit, de futuros sin esperanza, de esperanzas sin futuro, de enfermos convertidos en mercancía, de niños que tal vez nunca serán niños.

Los señores importantes reciben el mensaje: vuestros pueblos son malos, pecan comprando coches, viviendas, comiendo, calzando, vistiendo por encima de sus posibilidades. No les habéis inculcado que los pobres deben de serlo por voluntad divina y que es también voluntad divina que sólo unos pocos disfruten de este mundo.

Los señores importantes gozan de un orgasmo con chaqué con esa ofrenda depositada delante de la emperatriz germana. Ella lanza el oráculo más definitivo: La entrega que me hacéis debe estar envuelta en la dignidad.  No busco tanto pueblos dispuestos a inmolarse ante mi altar. Deben tomar conciencia de mi superioridad. Deben tomar conciencia de su situación de esclavitud. Y para eso es urgente que renuncien a su dignidad. El Papa Francisco le había dicho a ella que los gobernantes debían estar especialmente preocupados por los pobres. Pero la banca, la prima de riesgo, los intereses, el pago de la deuda tenían primacía en su quehacer de líder de la miseria.

Y los señores importantes, elegidos para defender a sus ciudadanos, recaudaron dignidad. Fueron de puerta en puerta exigiendo a los ciudadanos una rendición ante la economía. Por encima de todo estaba el dinero. Y les argumentaron que no había más soluciones que la dignidad para aplacar la furia divina. No había otros caminos por más que economistas de prestigio profetizaran una y otra vez que el sistema elegido empobrecía, creaba paro, destrozaba la economía por falta de consumo. Todos esos elementos eran partes del todo de la dignidad exigida y dejada a los pies de aquella deidad.

Los señores importantes disponían del miedo. Era un inyectable que debía administrarse en cantidades no cuantificables. Cuanto más miedo mejor. Ayudaba eficazmente a reducir la dignidad. Miedo a manifestarse, miedo a reclamar sus derechos, miedo a exigir un salario digno, un horario establecido en convenios, una indemnización digna si era despedido, derecho a una vivienda, a una educación. Pero los señores importantes castigaban las huelgas, facilitaban el despido a gusto del consumidor, los desahucios como ayuda a los bancos considerados benefactores de la humanidad, a la medicina privada ofreciendo el dolor a precio de mercadillo, rebajando los sueldos para resultar competitivos, trabajando horas y horas sin pagar para progresar como los chinos, con muchos menos derechos y un crecimiento exponencial de obligaciones. No se trata de crear trabajo a la antigua usanza. Se trata de que produzcan mucho para beneficios de pocos, con salarios como limosnas, con Laponia incluida por si alguno exige el fruto de sus espaldas. Se implanta la teoría de que el empresario da de comer a tantas familias en lugar de admitir que esas tantas familias son las que proporcionan la langosta al empresario, el mantenimiento de su empresa, el yate en Marbella y las putas con lencería de seda.

Me emocionó ver Madrid lleno de gente pidiendo dignidad. Una rebelión pacífica pidiendo dignidad. Porque estos pueblos del sur están por encima del pan, del trabajo, del tiempo suficientemente libre de cansancio para besar a sus hijos, para acariciarse entre parejas, para vivir la plenitud de sus carnes como quien recupera un paraíso. Fue lo primero que exigió la diosa germana. Los señores importantes sabían que la falta de todo era un medio eficaz para arrancar la dignidad y convertir en esclavos a hombres y mujeres que eran portadores de humanidad. Cuando un pueblo tiene que exigir la devolución de su dignidad es porque le sale la miseria más íntima por los ojos. No sé si se puede jugar con el estómago, la vivienda, la enfermedad. Pero con la libertad y la dignidad, nunca.

Cuando los señores importantes están postrados ante la diosa Merkel, deberían pensar en esto. Alguien tiene que decirle que pisotear la dignidad puede acarrear consecuencias impensables.

Los señores importantes deben saber que cuando nuestra señora Merkel exige la dignidad de los pueblos, ella pierde la virginidad del respeto. Y entonces…

Merkel ya no es virgen