jueves. 28.03.2024

Democracias dictatoriales

La democracia fue la resurrección crecida sobre el estiércol de una dictadura muerta. Nos pusimos de pie sobre la Plaza de Oriente, sobre súbditos con saludo fascista...

La democracia fue la resurrección crecida sobre el estiércol de una dictadura muerta. Nos pusimos de pie sobre la Plaza de Oriente, sobre súbditos con saludo fascista, generales mordiéndose guerras, con lágrimas escondidas “porque los hombres machos no deben llorar”. Sacaban brillo a las pistolas, ensayaban tiros de gracia por si acaso, pensaban paredes de cementerios, a las afueras, para disimular la muerte y asistir de rodillas a la misa de doce. Y a lo mejor otra vez la cruzada bendecida por el Papa, contra los comunistas enemigos de Dios. Y ellos, con sus fajines y condecoraciones, tienen que salvarlo de las hordas judeomasónicas porque él, no cabe duda, perteneció al bando nacional.

Pero la democracia había crecido agazapada, exiliada, desterrada. Anduvo por México, Por Argentina, por Francia anduvo. Se fue haciendo mayor y ahora empujaba la matriz de la historia para mostrar su cuerpo, con ganas de exigir un lugar por las plazas de los pueblos, sustituyendo a esa Plaza de Oriente blasfema de saludos de Hitler desbocado.

Wert acaba de regresar al Palacio de El Pardo, a la oscuridad plomiza de los cuarteles, al filo salvaje de las bayonetas. Eran entonces las huelgas maquinaciones comunistas para atacar a Dios, a la patria y al general más general de todos los generales. Y se prohibían porque era la manera de defender la España una, grande y libre. Y Wert se ha quedado a vivir allí, rodeado de fajines gloriosos dispuestos a derramar la sangre de los otros para que no decaigan las montañas nevadas y porque son novios de la muerte. “La huelga de docentes es una huelga política. Y la Constitución no ampara las huelgas políticas”Wert se cuadró militarmente y el caudillo disfrutó una erección en el Valle serrano sembrado de caídos. Por fín alguien prolongaba su régimen.

Pero Wert se dice demócrata. Pertenece a un gobierno democráticamente elegido. Atrás queda el origen digital de Rajoy que lleva en su frente la huella de Aznar primero de España y quinto de Irak. Atrás queda Aznar parido por Fraga. Atrás queda Fraga engendrado por esa erección póstuma de un cadáver descompuesto en el olvido.. Y  las espaldas del ayer se hacen presente en un ministro que asegura que las huelgas son políticas y en consecuencia no amparadas por la Constitución. Lo cual demuestra que Wert no sabe lo que es una huelga, ni lo que es la política, ni lo que encierra de fuerza liberadora la Constitución.

Las huelgas en una dictadura son concebidas como actuaciones perversas. Considerarlas perversas, como hace Wert, en democracia es saltar al vacío y caer en el regazo dulce de una corrupción dictatorial. Cuando un ministro no admite las coordenadas de la democracia, del poder del pueblo, de la mayoría absoluta que siempre es propiedad del pueblo y nunca de ningún partido o gobierno, no puede ser ministro porque está a las afueras de la democracia y de la libertad que conlleva.  Cuando Wert llama “rehenes” a los estudiantes que acompañan a los padres y docentes en una manifestación, está actuando con la bajeza despreciable de las dictaduras.

La democracia no se instaló en nuestro país como una fruta madura. Costó mucha sangre, mucha muerte, mucha cárcel, mucho exilio, muchos labios grapados, mucha bota aguantada sobre cuellos sin voz, mucha crucifixión sin anestesia, para que un ministro de una aparente gobierno demócrata se empeñe en devolvernos a la ignominia. Pero cuando un presidente permite que este ministro dictador permanezca en su gobierno, está contaminado de dictadura.

Pero lo más grave es que Wert se encuadra en un gobierno que apuesta por “modular” el derecho de huelga, por tachar de radicalismo cualquier manifestación, de filo etarras a quienes muestran su disconformidad con directrices gubernamentales, de izquierda desestabilizadora cualquier discrepancia.

Siempre se está a tiempo de someternos al ayer infame. Siempre hay dictadores al acecho. Son peligrosas las democracias de los dictadores.

Democracias dictatoriales