viernes. 29.03.2024

¡Que error!

En esta frustrada negociación lo grave de verdad es que hemos perdido la clase trabajadora y los sectores progresistas de este país.
sanchez iglesias moncloa
Sánchez e Iglesias en La Moncloa. Imagen de archivo.

Ayer, tras el anuncio de que el Rey no tenía propuesta de candidato para la convocatoria de una nueva sesión de investidura, al escuchar a Pablo Iglesias explicar lo que según él habían sido las causas por las que han fracasado las negociaciones que permitieran investir presidente a Pedro Sánchez, y lo que representaba el que se hubiera frustrado la creación de un gobierno progresista como él ha propuesto, me he acordado de este chiste:

Un ruso, nuevo rico, conduce a gran velocidad por la carretera con su flamante coche.
Se estrella contra un árbol y tras unos segundos emerge del desastre y gime.
--Mi Mercedes...Mi Mercedes....
Los médicos de la ambulancia que le están atendiendo le dicen:
--Pero señor...¡Qué importa el auto! ¿No ve que ha perdido un brazo?
Y mirándose el muñón sangrante, el hombre llora y sigue gritando:
¡Mi Rolex! ¡Mi Rolex!.

Tuve la sensación que Iglesias, al igual que el nuevo rico ruso que se lamenta por haber perdido primero el Mercedes, y luego el Rolex, sin capacidad para ser consciente de que lo que de verdad había perdido tenía un valor infinitamente mayor y representaba una pérdida mucho más grave, puesto que acababa de perder parte de su brazo. 

En esta frustrada negociación, lo grave de verdad es que ayer hemos perdido la clase trabajadora y los sectores progresistas de este país, lo más grave de este fracaso, no es que él y UP no estuvieran en el reivindicado gobierno de coalición, aunque creo que hubiera sido una muy buena noticia que hubiera aceptado la propuesta de acuerdo que tuvo encima de la mesa en el mes de julio. La verdadera catástrofe es que se ha frustrado un posible programa de gobierno con el que se podían sentir identificados los sectores que Podemos dice que aspira a representar. 

En las elecciones del 10 de noviembre, nos va mucho a los trabajadores y trabajadoras, que no nos pueda el desengaño

Con este párrafo no pretendo responsabilizar en exclusiva, ni mucho menos, a UP, ni a su líder Pablo Iglesias, del fracaso de las negociaciones. Porque ahí está también la gestión errónea, errática y amateur de Pedro Sánchez, empezando por el error de anunciar desde una cámara de TV lo que nunca un buen negociador haría, el veto a Pablo Iglesias. La primera norma de Técnicas de Negociación es no atacar y descalificar al interlocutor, y centrarse en las propuestas. Y, en la misma línea, de descalificaciones el que Pablo Iglesias afirmara que querían estar en el Gobierno, no para aplicar un programa común consensuado con el PSOE, sino porque “no se fiaban” de Pedro Sánchez, del PSOE.

Creo que en el fondo la explicación última de este desaguisado también lo tendremos que buscar en los nuevos estilos de dirección que se ha impuesto en los partidos políticos. El hiperliderazgo que ha hecho desaparecer el debate colectivo y con ello los contrapesos que necesita todo organización, eso de la tesis, la antítesis y la síntesis. Ha desparecido la estructura de los partidos y como dijo el sabio “estructura es lo que dura”. Y es este hiperliderazgo lo que da lugar a que muchas veces la estrategia no sea más que los humores, las fobias y las filias del líder. Sin esta realidad no se entenderían las purgas que viven y vivirán todos los partidos tras los congresos: sobran “todos aquellos que no me votaron en las primarias o en el Congreso como Secretario General o Presidente del Partido”.

Sólo así, con estos hiperliderazgos, se entiende que está negociación fuera lo más parecido a una serie televisiva que bien podría llevar el título de “Juego de adolescentes o de egos”.

Pero ahora viene lo peor, la nueva campaña electoral, ahora viene el “yo no he sido”. El todos contra el PSOE y el PSOE contra todos. Las descalificaciones y las medias verdades entre la izquierda. Mientras, la derecha a esperar que la frustración o el sectarismo, el ver quién la dice más gorda, lleve finalmente a que amplios colectivos de la izquierda no vayan a votar.

No es ciertamente una perspectiva muy constructiva, ni entusiasmante. Pero yo iré a votar el próximo 10 de noviembre, y votaré a los mismos que el 28 de abril. No porque lo haya hecho bien la candidatura que entonces elegí. Sólo porque no lo ha hecho peor que las demás.

Nos va mucho a los trabajadores y trabajadoras, que no nos pueda el desengaño.

¡Que error!