jueves. 25.04.2024

¿De verdad que somos una mierda?

Hace seis años el Instituto Elcano realizó una encuesta en los 18 países de la Unión Europea en la que se preguntaba a qué país o países creían que pertenecían las empresas que estaban realizando la mayor obra de ingeniería del mundo - el nuevo Canal de Panamá-, así como el consorcio de empresas que estaban a cargo de la obra ferroviaria más compleja del mundo sobre un desierto. Se preguntaba también qué país entendían lideraba desde los últimos 25 años los trasplantes de órganos en la sanidad pública. El resultado fue el siguiente: el 60% de los entrevistados dijo que era Alemania, un 15% Francia y otro 15% Gran Bretaña, tan solo un 10% dijo que era España. Lo que ya es más extraño, siendo España la respuesta correcta, es que en nuestro país tan solo lo acertara el 3%. Lo que constituye un buen ejemplo más de la baja autoestima que nos tenemos la sociedad española.

Es evidente que la reputación de un país tiene un innegable efecto económico al potenciar sus exportaciones, captar inversión o atraer talento, pero, a la hora de medirla, la economía no lo es todo. Todas las variables son muy importantes. El nivel de desarrollo, la calidad de vida e institucional, la convivencia social, la salud democrática y los derechos civiles, ... Y son precisamente estos aspectos los que se evalúan a la hora de construir el BARÓMETRO DE LA IMAGEN DE ESPAÑA (BIE) 9a OLEADA 2021 publicado recientemente, que expresa un resultado igual de decepcionante sobre la opinión que la sociedad española tenemos de nosotros mismos.

Es sabido que la autoestima es un factor esencial en cualquier persona, equipo, colectivo u organización a la hora de afrontar sus retos

En el conjunto de los países europeos. Sobre 100, las calificaciones que obtenemos como país son de un 83 en confianza, 79 en democracia, 73 en honestidad, Como trabajador un 75, en fuerza 75, pacifico 74, solidario 79 y tolerante 84. De nuevo muy por encima de nuestra propia calificación de auto imagen, ya que como país honesto nos ponemos un 36, trabajador 60, en fuerza 48, solidario 74.

En esta misma línea, la de ser percibidos fuera de nuestras fronteras mucho mejor que la imagen que tenemos de nosotros mismos en aspectos tan importantes como la corrupción, la debilidad y la pobreza, vemos que el 64% definimos a nuestro país como corrupto frente al 27% de los europeos que opinan esto sobre España, que un 52% vemos a España débil frente el 25% de los europeos. En la misma línea un  62% nos consideramos un país pobre cuando solo el 43% de los europeos tiene esta opinión de España. 

Las razones que explican este hecho seguramente son múltiples y muy variadas. Hay quienes dicen que las debemos buscar en nuestra historia a lo largo de siglos, de años de deterioro y derrotas, junto con la desgarradora Guerra Civil y las décadas de negra dictadura. Hasta llegar al presente, en el que concurren nuevos factores como son la irrupción de los nacionalismos vasco y catalán que, interesadamente, han presentado una imagen gris de España mientras se devaluaba como proyecto común.

Es sabido que la autoestima es un factor esencial en cualquier persona, equipo, colectivo u organización a la hora de afrontar sus retos. Que son determinantes las creencias que tenemos acerca de nosotros mismos. Que con sentimientos positivos es mucho más fácil alcanzar logros, mientras que el desaliento y el pesimismo dificultan conseguirlos, autolimitan las capacidades y los modos de afrontar los retos y las responsabilidades.

Así que sería bueno que nos respondiéramos una pregunta:¿estamos, como sociedad, con la confianza necesaria y el sentimiento positivo para afrontar, con éxito, los importantes retos que tenemos delante, sabiendo que de su éxito o fracaso dependerá el futuro de varias generaciones? Porque quizás, entre las muchas acciones que deben plantearse nuestras fuerzas políticas, sociales y económicas, así como nuestras instituciones públicas y privadas, una debería ser el inyectar optimismo y mejorar nuestra autoestima como sociedad. Para ello hay que combatir el derrotismo promoviendo el dialogo frente a la confrontación, el trabajo en común y la cooperación frente a la dispersión de esfuerzos y la glorificación y contraposición de las particularidades, como estamos viviendo en todos los terrenos.

No somos una mierda. Escribo estas líneas dos días antes de saber el resultado de las elecciones autonómicas de Madrid, pero, al margen del resultado, lo que ya sabemos es que no tenemos más ultraderecha que cualquier otro país de Europa, que no somos menos solidarios con la emigración ni a la hora de salvar vidas en el Mediterráneo, ni nuestra democracia lo es menos que los mejores países de Europa.

Quizás de lo único de lo que somos menos, es de valientes para reconocer también nuestras virtudes como sociedad, que son muchas. No, ¡no somos una mierda!.

¿De verdad que somos una mierda?