viernes. 29.03.2024

2021, el año de la resiliencia

Empezamos un nuevo año y dejamos atrás el del número bonito, el año  20, 20, que ha hecho méritos suficientes para que lo definamos como “el apocalíptico”, del que queramos salir corriendo como de una violenta tormenta. Hemos vivido confinamientos, cierre de bares, restaurantes, entidades públicas, escuelas y universidades. Hemos padecido que centenares de miles de personas estén en ERTEs y EREs. El cierre de negocios y empresas. Hemos sufrido al ver como se nos han deshinchado e impedido proyectos vitales: viajes, encuentros, vacaciones, fiestas. Madres y padres divorciadas que (uno de los dos) han tenido que soportar largas semanas, o incluso meses, sin poder estar con sus hijos. Abuelos y abuelas que no han podido abrazar a sus nietas y nietos. Relaciones de amistad separadas por kilómetros de distancia insalvables. Y lo más grave, miles de personas fallecidas que han  pintado de  negro este dichoso año.

Pero ya está aquí el nuevo año, el 2021. El año que debe ser el de la “resiliencia”. El año de esa palabra que se nos ha vuelto familiar de tanto repetirla en los medios de comunicación, en los discursos y en las conversaciones. Un término de moda que se utiliza en la ingeniería civil y en la metalurgia para calcular la capacidad de ciertos materiales para recuperarse o volver a su posición original cuando han soportado ciertas cargas o impactos que los deforma. Y en la psicología es la cualidad humana universal presente en todo tipo de situaciones difíciles. Que sirve para hacerles frente y salir fortalecido e incluso transformado por la experiencia. Es el poder de las personas comunes, no solo de los seres excepcionales, de rebotar hacia delante.

Estamos ante un reto histórico al que deberíamos incorporar el necesario optimismo para ver el vaso medio lleno: tenemos ya la vacuna en acción, unos buenos Presupuestos Generales del Estado e ingentes recursos

Pero hablamos de la resiliencia social, de la capacidad de una sociedad de recuperarse de una conmoción, de una catástrofe y de una crisis, una capacidad que se encuentra en las políticas y recursos que se emplean para hacer frente a los desafíos. Es la disposición de la sociedad para contener un desastre y mantener sus funciones sociales.  En esencia es el movimiento de un rebote: la capacidad de una sociedad para convertir una crisis en una oportunidad y un éxito.

Y nosotros, todas y todos, estamos ahí, en el año de la resiliencia. Ante la oportunidad de reparar los daños económicos y sociales causados por la pandemia del coronavirus.  Para ello tenemos resortes y palancas para hacerlo realidad, empezando por el Plan aprobado por la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y los dirigentes de la UE y su conexión con los Presupuestos Generales del Estado recién aprobados. Plan Europeo y PGE que nos ofrecen la oportunidad de trabajar por una salida de la crisis que siente las bases para una Europa y una España más moderna, más justa y más sostenible.

Por ello la primera tarea en este nuevo año, si queremos que sea el de la resiliencia, es bajar la confrontación, los discursos de cuanto peor mejor

Estamos ante el mayor paquete de estímulos jamás financiado. El presupuesto a largo plazo de la UE, junto con la iniciativa del fondo Next Generation EU, constituyen una palanca, como dicen los propios documentos de la UE, concebida para impulsar la recuperación que debe ayudar a reconstruir la España y la Europa posterior a la COVID-19, que deben ser  más ecológicas, digitales y resilientes.

Estamos ante un reto histórico al que deberíamos incorporar el necesario optimismo para ver el vaso medio lleno: tenemos ya la vacuna en acción, unos buenos Presupuestos Generales del Estado e ingentes recursos. De nosotros dependerá aprovechar este tren de la historia. De nuestra capacidad para garantizar agilidad en la absorción de los fondos y de dirigirlos a eficaces y coherentes iniciativas de inversión pública y de estímulo de inversión y cooperación privada que contribuyan a hacer realidad el repetido cambio de modelo productivo que precisamos. Que contribuyan a las transiciones verde y digital y potencien la creación de empleo.

Sabemos que no habrá resiliencia social sin optimismo. Ahí está la responsabilidad de los líderes políticos y sociales, conseguir construir y alimentar una visión positiva de nosotros mismos, enterrar los complejos y el derrotismo. Por ello la primera tarea en este nuevo año, si queremos que sea el de la RESILIENCIA, es bajar la confrontación, los discursos de cuanto peor mejor. Necesitamos que se imponga el sosiego y el compromiso del bien común, imprescindibles para afrontar la recuperación. Quizás son sólo ingenuas y buenas intenciones. Pero estamos abriendo un nuevo año que reclama optimismo y confianza. Y, como escribió nuestro querido Eduardo Galeano: "Dejemos el pesimismo para tiempos mejores".

Feliz 2021 y ojalá lo convirtamos en el año de la resiliencia. 

2021, el año de la resiliencia