sábado. 20.04.2024

Capítulo 30 Oviedo. Primavera de 1940

cartas

Oviedo 25 de abril de 1940 Querida fía:

Espero que Galo y tú estéis bien; nosotros bien a D.G.

Primero de todo, tengo que decirte que a pesar de todas las penalidades, Dios aprieta pero no ahoga: hace una semana tuvimos una gran alegría; llegó carta de Tinín. Solo podemos cartearnos cada seis meses a través de un lío de no sé cuántos consulados y la Cruz Roja, pero algo es algo. Ina ha copiado la carta y te la mando en este mismo sobre; nos da miedo que se pierda el original. Ya verás que está bien. Diz que tién muchos amigos y amigas y habla mucho de una tal Sabina. ¡Hay que ver!, no cumplió los quince años y ya está con la cabeza en les moces. Igual salió como Feli y ye igual que ella, precoz, como la canción de Pancho López.

Lo que nos tién en ascues ye lo de la guerra en Europa. Por si fuera poco estar lejos, solo faltaba que los países que hay por medio se hayan puesto en guerra. Y esto va cada día a peor. Acaba la de España y empieza esta.

Me consuela que hable bien de los maestros, hay una señora catalana, Concha, que deber preocuparse de él y se ve que la tién mucho cariño. Me paso las noches rezando la “Salve” para que le libre de todo mal y ayude a que los maestros le protejan.

Por lo demás, Adolfo, muy ennoviado con Carmina; en cuanto tenga posibilidades económicas yo creo que se casaran pronto. Ina con Manolo también, pero no la veo tan “colada” por él como Adolfo por su prometida. Manolo sigue ayudando a ratos libres en el chigre de su padre, pero se ha puesto a trabayar en el Café Florida; está cogiendo fama de ser un buen barman. Le insiste a Ina para casarse, fue la razón de buscar esi trabayu y tener independencia económica. Total, que suenen campanes de boda.

Hablando de eso, yo no me olvido de que vosotros tenéis que hacer los papeles de una vez y casaros lo antes posible; si lo vais dejando pasar, peor, que a todo acostúmbrase unu. En Oviedo se sigue hablando del escándalo. No es que me preocupe eso, pero sí que os caséis como Dios manda, que él no tién la culpa de que algunos clérigos sean como son.

Como a Bernardo le trasladaron a Gijón al ascenderle a teniente, Feli y los fíos marcharon con él para allá. La casa que les dieron ye muy guapa, con un jardincín y todo. Ya buscarán colegio para Bernardín y Fisi, para que acaben en el colegio nuevo lo poco que queda de curso.

El domingo pasado vinieron a vernos Feli con los güajes. Trájome unos zapatos negros, preciosos, con medio tacón, que compró en la zapatería El Valenciano, que estaba de liquidación. Venían ellos también con calzado nuevo. Pero ye una pena, con lo bien que podían vivir el matrimonio, anden a la gresca. Él, casi no da dinero en casa y anda con unes y con otres de folixia. El otro día se fue al Figar de Jove, que rompíen una pipa de sidra y llegó, al amanecer, que no se tenía. No sé cómo acabarán, pero aquello no pinta bién.

Recuerdos a Galo y muchos besos para ti.
Tu madre y hermanos, que os quieren

Catalina.

***

Madrid 10 de mayo de 1940

Querida Mamina:

No sabes lo que nos alegró recibir tu carta. Y no digamos al abrir ver que venía lo que escribió Tino. Le hablo tanto de él a Paule que es como si le conociera aunque no le haya visto nunca.

También me alegro por Adolfo e Ina. Es ley de vida que quieran casarse. Lo de Adolfo viene de largo. A Manolo, lo poco que le conocimos parez un buen chico; quizás demasiado bueno. Cuando nos faltó el padre, Ina era tan piquiñina que, creo yo, necesita una figura paterna y no sé si Manolo da la talla. Me da que en esa relación manda más él que ella. Bueno a lo mejor lo digo por mí misma y estoy justificando la diferencia de edad con “Carolo” como tú le llamas por su seriedad.

De lo de Feli, que vamos hablar tú y yo que no sepamos. La parte peor se la llevan Bernardín y Feli, con el desbarajuste que tienen.

Pero a mí quien me preocupa sobre todo eres tú. No dices nada, pero sé por Ina que tienes recaídas y que no se te ha curado la bronquitis en todo el invierno y lo que va de primavera. Te mando por Correos un paquetín con dos cajas de Instantina, un medicamento que sacó Bayer; a ver si te va bien.

Lo del casamiento nuestro, no te preocupes que todo llegará. Ya que nos pusieron todas las dificultades ahora no vamos a andar corriendo. Aunque no tenemos intención de hacer celebración, que ya lo hicimos a priori, sí que queremos esperar a que esté todo un poco mejor. No te apures, que estamos bien. Aquí todo el mundo da por hecho que estamos casados.

He abierto una tiendina de intercambio de libros y de venta de segunda mano en una calle que se llama Cartagena y saco algún dinero. Como no nos hace falta y con el sueldo de Paule, ya de capitán, nos es suficiente, te envío unes perres por giro postal, que tendréis que ir ahorrando para la boda de Adolfo.

Muchos besos a todos. Te quiere,

Mari.

***

En realidad los giros postales que Mari enviaba eran de mayor importe que lo que sacaba con el pequeño negocio. Era consciente de que, económicamente, en Oviedo, la familia estaba mal. La paga de Adolfo de soldado raso le daba para tabaco y vestirse. Sin Mari los ingresos de la costura daban para poco. Tener que prescindir de la originalidad de sus patrones quitaba atractivo a las prendas. El cosido seguía siendo excelente pero no eran capaces de seguir los cortes imperantes de la moda como Mari lo sabía hacer.

Catalina seguía trabajando por las mañanas para la Diputación. El taller de costura era el mismo de siempre en el hospicio, una pequeña habitación para cinco costureras apretadas; pero con buena luz, a través de la ventana que daba al señorial patio. Salvo la ofíciala y ella, las otras tres costureras no eran las de antes de la guerra, dos de las antiguas habían perdido sus empleos, una por ser de UGT y la otra porque su marido estaba encarcelado. La tercera tuvo que volverse al pueblo para hacerse cargo de sus sobrinos huérfanos de madre y acabó emparejada con su cuñado, allí se quedó.

Fueron sustituidas por otras tres, una de Piedracea, una aldea del Concejo de Lena; otra de Cabrales y otra de Zamora, de una familia de “colonización” como se decía. El Gobierno Civil comenzaba a propiciar la emigración desde Zamora y León con la doble intención de suplir   la mano de obra faltante en Asturias por la gran mortandad, exilio y represión para, a la vez, meter cuñas supuestamente menos permeables a la ideología de izquierdas. Asunción se llamaba la zamorana, una mujer pequeña, lista y buena persona. Las cinco horas que pasaban en el cuartito eran una buena terapia para Catalina. Tenían tanto tiempo para charlar a la vez que cosían que parecían conocer a fondo a cada miembro de la familia respectiva y se preocupaban por ellos como si fuesen sus parientes. Eran ratos de confidencias entre las cinco mujeres y madres. También momentos para la risa y las bromas para olvidar las penurias de casa.

–Ay, Cata; tú que tienes una fía enfermera y tienes que saber de esto, fíjate lo que me pasó –decía la de Cabrales descalzándose las alpargatas que llevaba puestas dentro de les madreñes que había dejado antes en la entrada. Cayóme la plancha y fíjate como se me hinchó la dea.

–Muyer que tien que ver que la mí fia sea enfermera. Yo de eso no sé más que por lo que se oye. Vete al botiquín de la planta de abajo y les pides un linimento que tienen estupendu a base de árnica, laurel y eucaliptu. Pero no les digas “dea” que se diz deu.

–Que no Cata, que ye la del pie!

Rieron todas sin malicia por su salida, pero ella quedó sorprendida. La ofíciala le aclaró: Tanto de manos como de pies en castellano se dice “dedu”. ¡Bueno, ni eso!: en realidad se dice “dedo”. Aquí en bable deu está bien dicho, pero “dea”, ¡no!

–Pues en el mi pueblu, “deuye solo el de la mano. En el pie ye “dea”–. Y de ahí no la sacaban.

Al ser de varios lugares de Asturias el dialecto daba para muchas con- fusiones y particularidades. De un sitio a otro, cambian usos, raíces y terminaciones que se fueron perdiendo en las décadas posteriores con la unificación lingüística, tras la transición.

–Mira el “guetu” –dijo la lenense, señalando por la ventana a un gato gris cazando un ratón–.

–¿Cómo que guetu? –dijo Catalina–. Será gatu.

–Bueno, si, Cata ye que salióme como en mi aldea… Ya sé que en Oviedo dizse “gatu” pero allí “guetu” y fíjate que en otru valle cercanu, dizse guitu”.

–¡Qué coses! No sabía yo eso. Si estuviese aquí mi yerno le preguntaba; que i´gusta estudiar la historia de les llingues; hasta la de los moros, sabe.

–Lo del bable ye muy elásticu. El propio Teodoro Cuesta, a veces, dependiendo de la frase y del momento utiliza la misma palabra con “f ” o con “h”. Igual hace con los pronombres en las terminaciones, los usa o no, dependiendo de la rima. Y no creo que nadie discuta  al maestro.

Y la cosa se complicaba hasta la risión cuando entraban en liza los “falsos amigos”, esas palabras o frases que en un idioma significaban una cosa y en otro idioma o dialecto como era el caso, otra muy distinta.

Una mañana de costura y charla Catalina contaba:

–Cuando viaja Feli junto con mis nietos para venir a verme desde Gijón, para ahorrar un billete dice al revisor que Fisi, que ye piquiñina de estatura, tién seis años en vez de los ocho, que de verdad tién y como no puede ocupar asiento, llévala en cuellu.

La costurera zamorana dejó la aguja en suspenso y con los ojos muy abiertos dijo: “pero con ocho años, por pequeña que sea, tu hija tiene que acabar con tortícolis llevándola en el cuello desde Gijón ida y vuelta”.

Las tres asturianas se partían de risa. Cuando pudieron volver a articular palabra la explicaron que “llevar en cuellu” es llevar en el regazo.

–¡Mira que sois rares hablando! –aunque, sin darse cuenta, poco a poco se iba contagiando con algún que otro vocablo asturiano.


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Pisaré sus calles nuevamente. Todos los capítulos publicados
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