martes. 16.04.2024

El milagro de la neurosis

rutinas

Al inicio del confinamiento proliferaron en redes las voces de distintos “gurús” haciendo llamamientos a aprovechar la oportunidad que brindaba el aislamiento para “mirar hacia adentro y encontrarse con uno mismo” al tiempo que recomendaban distintas técnicas de relajación para conseguirlo. Lo cierto es que esas voces se han ido apagando con el paso de los días hasta casi desaparecer, esta paulatina retirada se debe sin duda, a que cuando miramos hacia adentro por más que nos concentremos nunca vemos una patata, invito a cualquiera a hacer la prueba. No digamos ya encontrarse asimismo, ni de coña. Tan solo nos encontramos a nosotros mismos aquel remoto día en que vimos reflejada nuestra imagen en un espejo por primera vez, a partir de ahí nadie volverá a encontrarse consigo mismo, si acaso transitará por un puñado de recuerdos no muchos que le permitirán, como dijo Machado, conversar con el hombre que siempre va con él.

Recuerdos que se convierten en un resumen apresurado de la vida y que se concentran en 3 etapas cruciales; los primeros de la infancia cuyos elementos más comunes se relacionan con si Papa nos traía o no algo después de un viaje, o si Mamá nos hacia zumo de naranja o como era el beso que nos daba al arroparnos por la noche. Sí, por aquel entonces en casa Papa traía y Mama hacía.

¿Qué es ser un neurótico sino poner a funcionar las manías, las obsesiones, las rutinas, para contener el caudal cuando viene muy crecido? Cada uno tendrá su propio catálogo

Después esa etapa adolescente en la que los recuerdos nos evocan aquel día en el que no nos dirigimos a aquella chica o si aquel chico nos había mirado realmente a nosotras y de haber sido así como hubiera sido nuestra vida. Para terminar en los más recientes de la madurez que nos hacen sufrir pensando, porque no nos valoran ni nos reconocen en el trabajo, que no nos pagan como merecemos, que los méritos son siempre para los compañeros/as. Y ya, a partir de aquí la vida de todos nosotros es muy parecida, consiste en negociar a cada rato la angustia que nos producen cada uno de estos recuerdos por separado o todos a la vez.

Una angustia que se parece mucho al agujero negro con el que nos topamos cuando se nos ocurre mirar hacia adentro por consejo del gurú.

Una angustia que arrecia cuando se convierte de sopetón en miedo a la muerte como es el caso de estos días. Pero cuando esto ocurre, cuando la angustia se asemeja a un torrente a punto de desbordarse, trabajamos a destajo para ponerle muros de contención por todo el recorrido.

“Yo” por mi parte desde el primer día del confinamiento, establecí un pequeño circuito a lo largo de toda la casa (76 m2), que recorro diariamente durante 2 horas, lo hago siempre en el mismo sentido y con el mismo orden salvo pequeñísimas variaciones, que algunas veces me suponen un desgaste psicológico inesperado. Cualquiera que sea un poco obsesivo entenderá lo que digo.

Este es mi mayor dique de contención, el resto son pequeñas compuertas para redirigir el cauce; alguna palmera para después de comer, escuchar a Salvador Illa diariamente o poner a cargar en la red una pequeña radio antes que cualquier otro dispositivo. En fin, un abanico relativamente amplio de pequeñas rutinas, que me permitan asegurar que afortunadamente mi neurosis funciona.

Como espero funcione la de todo el mundo porque, ¿Qué es ser un neurótico sino poner a funcionar las manías, las obsesiones, las rutinas, para contener el caudal cuando viene muy crecido? Cada uno tendrá su propio catálogo.

No se trata, en contra de lo que pudiera parecer de ningún automatismo, es ese YO entrecomillado intencionadamente el “artefacto” que tirando de catálogo pone en marcha la operación. Esa suerte, en palabras de Emilio Ontiveros, de Reserva Federal, de Banco Central psíquico, que en situaciones de alarma  extraordinaria, echa mano de su impresionante reservorio de medidas para ayudarnos a superar la crisis.

Es verdad que al YO le cuesta mucho mutualizarse porque cada uno es dueño de sus propios miedos, pero cuando el milagro de la neurosis parece desvanecerse ya son las 8 menos cinco.

El milagro de la neurosis