viernes. 29.03.2024

Rajoy destruye cuanto toca

mariano

Señor Rajoy, usted no está capacitado para presidir ni la escalera de una comunidad de vecinos, usted crea problemas donde no los hay, usted no entiende lo que significa la palabra diálogo, usted nos ha llenado a una gran parte de los españoles de tristeza y desazón, porque usted no ha hecho nada a derechas, aun siéndolo en extremo

No es la primera vez que la policía reprime a ciudadanos pacíficos que ejercen sus derechos inalienables. En los primeros años de la crisis interminable los Mossos d’Esquadra -hoy tan aplaudidos- la emprendieron a palos con las mareas verdes, blancas, con los yayoflautas y con todos aquellos que protestaban contra los brutales recortes impuestos a golpe de decreto por el Govern de la Generalitat que presidía Artur Mas. Lo mismo sucedió en el resto de España desde que Rajoy llegó al poder, palos, pelotas de goma, empujones y hostias fueron los instrumentos de diálogo utilizados contra las protestas de los universitarios, los trabajadores o los defensores de la Educación y la Sanidad Públicas. Sucedió la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010 que anulaba el Estatuto catalán, y entonces, los dirigentes de la Generalitat, mucho más astutos, decidieron que había que cambiar la marcha, que Madrid era el culpable de todo y que Madrid se encargase de la represión, cosa que los dirigentes de Madrid hicieron de muy buen grado sin enterarse de por dónde iba la jugada. Los recortes continuaron en Cataluña, continuaron en Madrid, los palos por todos lados, pero la Generalitat ya se había inventado un relato eficaz de buenos y malos que con la seguridad de que calaría en una población diezmada por los recortes y la corrupción.

Contento con el papel que le había tocado, Mariano Rajoy, por España y su bandera, decidió emprender contrarreformas e iniciativas legales tendentes a criminalizar la protesta, de tal modo que en unos meses aprobaron una modificación del Código Penal reaccionaria, la Ley de Seguridad Nacional y la Ley Mordaza, leyes propias de países autoritarios que dan a las Fuerzas de Orden Público atribuciones sancionadoras que hasta entonces sólo tenían los jueces. Por si fuera poco, el Gobierno Rajoy -que había conquistado el Consejo General del Poder Judicial y el de Radio Televisión Española- contrarreformó el Estatuto del Tribunal Constitucional, concediéndole una potestad sancionadora y ejecutiva que tampoco tenía. Paso a paso, ajeno a la realidad democrática, el Gobierno del Partido Popular se fue tragando la División de Poderes al tiempo que se dotaba de innumerables instrumentos para la represión. El argumento era muy sencillo, la ley está para cumplirla, pero los que hacemos las leyes, también hacemos la trampa, de modo que un señor de Granada tiene que ir a la cárcel irremediablemente por robar unas latas de atún en un supermercado o sacar ochenta euros con una tarjeta manipulada, no así Rodrigo Rato, Bárcenas, Ana Mato, Ruiz Gallardón, Esperanza Aguirre, Sepúlveda, Pedro Antonio Sánchez, Maciá Alavedra, los Pujol, Betoret, Acebes, Alperi y tantísimos otros de una lista interminable de próceres que hicieron mangas y capirotes del mandato que les había dado el pueblo, porque estos últimos pertenecen a la “buena gente” y no son peligro alguno para la buena marcha del país. Los otros, sí, son una amenaza tan terrible como la de aquellas personas que forman parte de piquetes informativos en las huelgas o se manifiestan pacíficamente haciendo uso de sus derechos constitucionales.

Hechas las leyes y las trampas, reforzado de manera inverosímil el aparato represor del Estado para un pueblo en exceso pacífico, todo parecía atado y bien atado. Al que no cumpla las leyes como yo creo que hay que cumplirlas, garrotazo. Ya lo había dicho el general Narváez a mediados del siglo XIX: “Tranquilidad viene de tranca, y tranca, de trancazo”. Así nos fue y así nos va, para cada problema que surja el Gobierno tiene una tranca y un trancazo, no hay nada que negociar, nada de qué hablar, nada que transigir, la negociación y el diálogo son muestras de debilidad que no nos podemos permitir. Aquí se hace lo que a mí me salga de los cojones, porque eso es lo que dice la democracia y lo que demanda la buena gente.

Como ya paso de los cincuenta con largueza, tuve ocasión de vivir en primera línea de batalla los estertores del franquismo. Desde aquellos años infames, nunca he vuelto a ver tanta policía por las calles, nunca tanto antidisturbio dispuesto a actuar sin el menor miramiento. Se trataba, claro está, de crear una sensación de dominio -como decía otro general, en este caso Mola- que dejase a la población sin ganas de decir ni pío. Mientras esto pasaba, el problema del paro tremendo que nos había dejado la crisis, se quiso solucionar eliminando los derechos de los trabajadores y dando poder absoluto a los empresarios, cargándose el carácter vinculante de los convenios colectivos, principal instrumento legal en las relaciones laborales; mientras todo esto pasaba, se comieron la hucha de las pensiones sin arbitrar remedio suficiente para que el sistema siga funcionando en los próximos años, abocando a viejos y enfermos a un futuro incierto y muy preocupante; mientras todo esto pasaba, cientos de cargos públicos se llevaron miles de millones de euros de las arcas públicas y entregaron a amigos y conocidos servicios públicos hasta entonces muy bien gestionados; mientras todo esto pasaba, se ignoró lo que sucedía en Cataluña, se miró para otro lado esperando aplicar la legalidad vigente según propio entender, que es con la porra en la mano. Y yo, español que ama a Cataluña con todas sus fuerzas, que la quiero conmigo y yo con ella, siento una enorme aflicción, una infinita vergüenza, un dolor punzante y una amargura que me aplasta después de lo ocurrido ayer en las ciudades y pueblos de Cataluña. No Señor Rajoy, usted no está capacitado para presidir ni la escalera de una comunidad de vecinos, usted crea problemas donde no los hay, usted no entiende lo que significa la palabra diálogo, usted nos ha llenado a una gran parte de los españoles de tristeza y desazón, porque usted no ha hecho nada a derechas, aun siéndolo en extremo. No se pega a la gente que quiere votar aunque sea en un referéndum ilegal, no se aporrea a quienes pacíficamente salen a la calle a defender sus derechos, a luchar por ellos, no se dispara contra ciudadanos sin armas que cantan y exigen. Habría podido hacer muchas cosas, entre otras dejar votar como se hizo en 2014 el gobierno italiano con el Véneto, donde ganaron los independentistas y se acabó, no hubo sangre, no hubo heridos ni fotos para la prensa mundial y para alimentar el odio entre vecinos y entre pueblos. Como la española, tampoco las constituciones italiana, alemana, francesa o norteamericana permiten la secesión, entonces ¿a qué tanta crueldad, por qué obligar a miles de policías a protagonizar uno de los capítulos más ridículos de los últimos tiempos llevándose urnas y enfrentándose a la ciudadanía?

Señor Rajoy, ya ha hecho usted el suficiente daño, mucho más del que podríamos haber imaginado, ha precarizado hasta límites inauditos el mercado laboral convirtiendo la explotación en la forma más normal de las relaciones de producción, se ha cargado la hucha de las pensiones, ha tolerado el mayor periodo de corrupción desde el franquismo y, por último, ha metido al Estado en una lucha contra una parte de él que es un suicidio. Por favor, si le queda algo de dignidad –no sé lo que usted entenderá por dignidad- sea feliz y háganos felices a los demás: Váyase y no vuelva, sólo así las personas civilizadas que son mayoría en este país podrán solucionar los problemas que usted y los suyos han creado con mucha destreza desde la nada. Hasta nunca.

Rajoy destruye cuanto toca