viernes. 19.04.2024

Las amenazas de Rajoy y amigos

En la España de Rajoy parece que nadie se quiere dar cuenta de la trascendencia del momento: No se amenaza a quien se quiere.

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En la España de Rajoy parece que nadie se quiere dar cuenta de la trascendencia del momento: No se amenaza a quien se quiere

No puedo decir que me haya sorprendido lo más mínimo la entrevista que Carlos Alsina hizo a Rajoy hace unos días. Si bien el trabajo de Alsina fue excelente, no creo que nadie en este país se haya quedado pasmado ante las declaraciones del hombre que dijo que del Prestige sólo salían unos hilillos de plastilina en deslizamiento vertical horas antes de que el petróleo anegara toda la costa da Morte, que “España es una gran nación, y los españoles muy españoles y mucho españoles”, que “a veces estamos pensando siempre en lo material y los seres humanos somos sobre todos personas…”, que “soy partidario que todo el suelo de España sea urbanizable” o que “Yo de este asunto –el cambio climático- sé poco, pero mi primo, que supongo que sabrá, claro, y entonces dijo: "Oiga, he traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo, y ninguno me ha garantizado el tiempo que iba a hacer mañana en Sevilla". ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años? No lo sé, es decir, no lo sé; es un asunto al hay que estar muy atentos pero, en fin, tampoco lo podemos convertir en el gran problema mundial. Hay otros problemas más importantes, como los problemas del sector energético, los problemas de las emisiones y otros problemas muy importantes…”.

Lo que sí me sorprende es que un pueblo supuestamente adulto, que un pueblo viejo, que un pueblo que las ha pasado y las pasa canutas, eligiese como Presidente del Gobierno del Estado a una persona con tan poca preparación y unas convicciones ideológicas tan primarias; lo que sí me pasma es que haya agotado la legislatura un hombre que ha gobernado contra todo y contra todos, elaborando leyes que sólo favorecían a los individuos y corporaciones que ningún favor necesitaban; lo que sí me obnubila, en fin, es que el hombre que dijo que no tomar ninguna decisión era también una decisión, que el hombre que ha empobrecido España hasta dejarla en niveles parecidos a los de 1980, que el hombre que impugnó el Estatuto de Catalunya pueda volver a sacar en las próximas elecciones generales más del treinta por ciento de los sufragios cuando es el capitán general de un partido carcomido por la corrupción.

Y hete aquí, ahora, cuando el obispo de Valencia –Antonio Cañizares, otro lince- avisa del desangramiento de España y pide que oremos en pos de su unidad, que el encargado de afrontar el problema surgido en Cataluña a raíz del recurso y posterior recorte del Estatuto votado en referéndum por los catalanes, sea Mariano Rajoy, político gallego-español de estirpe milenaria al que justo es reconocer tiene un problema para cada solución. Es cierto que cada cual obra según su capacidad, que no todos podemos entender lo que tan claramente explica Jean Baudrillard, que comparar a Mandela con la selección española de fútbol es algo que está al alcance de pocos, que la comprensión del misterio de la Santísima Trinidad –un antes y un después en la historia del pensamiento- sólo es dada a quienes fueron tocados por la mano divina, pero, no lo es menos que quienes no servimos para tan altos designios nos quedamos en nuestra casa y no andamos por ahí haciendo decretos-leyes como el que hace huesos de santo, siempre pensando, eso sí, en la gente de orden.

Imagino que seguirá siendo Pedro Arriola el consejero áulico que dirige la palabras y la estrategia de Rajoy, pensando en los réditos que a escala estatal pueda darle su catalanofobia, pero mucho me temo que por grandes que sean esos réditos, la persistencia en la amenaza disparatada, en el desconocimiento de lo que ha pasado en Cataluña en los últimos diez años, en hacer planteamientos castizos y rancios, incluso nacional-católicos, sólo están sirviendo para aportar más votos a quienes propugnan la separación de Cataluña de España o, en cualquier caso, para que quienes han decidido que ya no quieren ser españoles, sientan más justificado que nunca tal sentimiento. Si Rajoy y sus colegas hubiesen entendido desde un principio que sienten una parte importante de los catalanes, se habrían sentado a negociar y la negociación y la generosidad habrían impedido que llegásemos hasta dónde hemos llegado.

Amenazar a un país como el catalán, a los catalanes, con la expulsión de la Unión Europea, con la retirada de los bancos, con un corralito, con la deslocalización, con la ruina, con la desaparición de las pensiones, es tan pueril y ridículo que si no fuese por  la gravedad del momento, sólo causaría hilaridad. Resulta que la situación es tan extremadamente crítica, triste y bochornosa, que tales amenazas, incluso si se cumplieran en toda su crueldad, que no es descartable, sólo servirían para aumentar la cohesión de quienes ya ha optado por la secesión o por acabar con el Estado español –ojalá fuese eso- tal como fue concebido en la Transición. Ni Artur Mas, ni Romeva, ni Junqueras son políticos de altura, mediocres, grises e irresponsables, como la mayoría de los que hemos aupado a los poderes en todo el Estado por nuestro desinterés por la Res Publica, ha metido a Catalunya y a España en un atolladero de difícil y peligrosa salida aplazando para el día del “amanecer dorado” los problemas que de forma severísima acucian a muchos de quienes habitan entre el río Íbero y los Pirineos, pero al fin y al cabo, tienen un plan, un plan que consiste en confiarlo todo al genio catalán que saldrá de la lámpara en las próximas semanas para alumbrar el periodo más fértil de la historia de Cataluña desde los tiempos de Ramón Berenguer III, cuya hija casose con el Cid para impedir que el mercenario castellano hiciese de las suyas. Pero, alguien me puede decir ¿cuál es el plan de Rajoy para ese día feliz para los catalanes e infausto para los demás? ¿Pedirá al Papa la excomunión del primer Presidente de la también muy católica república catalana? ¿Solicitará a sus votantes el boicot a los coches alemanes fabricados en Martorell? ¿Recurrirá a los poderes del brazo incorrupto de Santa Teresa que tanto bien ha hecho a España desde que Franco lo cogió en su regazo? ¿Recurrirá a la fuerza bruta como tantas veces ha hecho la derecha cavernícola en este país o tendrá la decencia de dimitir y dejar que intenten arreglar el entuerto quienes, en un lado y en otro, aman a Cataluña en todo lo que vale? Salvo esta última opción, todas las demás me parecen desgraciadamente posibles.

El domingo 27 de septiembre, los catalanes que quieran acudirán a las urnas para elegir un nuevo Parlamento y un nuevo Presidente. Con su voto no sólo decidirán el futuro de Cataluña, sino también el de España. En la España de Rajoy parece que nadie se quiere dar cuenta de la trascendencia del momento: No se amenaza a quien se quiere.



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