jueves. 28.03.2024

Tiburones en el acuario

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Gastón

Hace varias semanas una noticia saltó a los medios de comunicación de Galicia. Gastón, el tiburón toro que desde hace varios años convivía pacíficamente con múltiples especies de peces en el Aquarium Finisterrae de La Coruña, se zampó de dos bocados un soberbio pargo de nueve kilos. La pregunta saltó inmediatamente. ¿Cómo se explica que un tiburón que lleva más de trece años rodeado de cientos de animales marinos y que recibe una sabrosa alimentación puntualmente suministrada por los cuidadores del acuario, haya decidido atacar y devorar a otro pez que no le había provocado ni atacado? Los científicos respondieron rápidamente: nunca se sabe en qué momento un tiburón toro puede atacar, es un depredador y va con su naturaleza.

Cuando una amiga coruñesa me relató este acontecimiento, no pude sustraerme a una rápida asociación de ideas. La comparación con la actual situación política es evidente. Por más que se quiera civilizar a quienes han estado siempre contra la democracia, al final, tarde o temprano, cuando menos se lo espera uno, la atacan y si pueden, la devoran. No lo pueden evitar, como en el caso de Gastón. Es su naturaleza.

Esta lección que nos acaba de dar un humilde tiburón aparentemente aclimatado al acuario gallego, la hemos recibido de la historia humana en numerosas ocasiones. La más dura y sangrienta en los años veinte y treinta del pasado siglo. El hábil manejo de los sentimientos de frustración de millones de personas, tras la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión, llevó al poder, en Italia y Alemania, a quienes arrasaron con las libertades y sumieron a Europa en un abismo del que todos sabemos lo que costó salir.

La derecha de entonces en estos países blanqueó primero y puso después al frente del gobierno, utilizando mecanismos constitucionales, a líderes que supuestamente encarnaban la defensa de la dignidad, las tradiciones y la cultura nacionales.

La gran fake new que Hitler y los suyos utilizaron para arrastrar a los ciudadanos, convertidos en Volksgemeinschaft [1], fue la influencia de los judíos, convertidos en chivo expiatorio de todos los males, juntamente con los comunistas, socialistas y dirigentes obreros.

Por supuesto que son momentos diferentes, que los movimientos políticos y sociales y los problemas no son los mismos ahora que hace noventa años. Pero la actuación de algunas fuerzas políticas es muy parecida.

En la España de hoy, el PP, un partido conservador democrático, acaba de firmar un acuerdo con un partido que utiliza a los emigrantes, como en su día usó el fascismo a los judíos. Para este partido, ellos son los responsables de los problemas de nuestro país y cualquier insuficiencia es porque los inmigrantes acaparan los servicios públicos. Que culpa al movimiento feminista por haber “contaminado” todas las instituciones, incluso la ONU dice, con su “ideología de género”. Y que acusa de traición a la izquierda por haber cumplido con su deber de censurar a un gobierno acosado por la corrupción.

El PP, ha incurrido en una grave irresponsabilidad, no solamente por obtener el gobierno andaluz por este acuerdo, sino porque ha asumido el discurso lleno de falsedades de los nuevos centuriones del nacional – machismo. Pero no menos lamentable e irresponsable es la actuación de quienes pretenden mantener la virginidad liberal aun acostándose en el mismo jergón que la derecha que reniega del sistema democrático. Ciudadanos está oficiando de tonto útil de un pacto muy peligroso para la libertad que pretende extenderse a los próximos comicios.

Los gerifaltes de la derecha constitucionalista española están configurando un proyecto político común con la extrema derecha. Como el pargo que nadaba confiado junto a Gastón, no cuentan con su naturaleza.


[1] Volksgemeinschaft: comunidad del pueblo, única e indivisible en la concepción ultranacionalista nazi.

Tiburones en el acuario