viernes. 29.03.2024

Ruido de cadenas

En estos días se oyen ruidos de cadenas que arrastran viejos fantasmas.

Unos ex funcionarios que, saliendo del armario del tiempo en el que llevan encerrados probablemente largos años, se manifiestan “preocupados por la situación de deterioro en la que se encuentra nuestra Nación”. Asombrosamente no se refieren a la pandemia que se ha llevado por delante hasta ahora a más de cuarenta y cinco mil compatriotas. No, parece que lo que les saca de su letargo es que, según ellos, el “gobierno que juró o prometió cumplir la Constitución, sea capaz de intentar incumplir su juramento o promesa promoviendo cambios ajenos a los establecidos en la misma”. O sea, las intenciones adivinadas sobre cambios que por definición siempre supondrán algo diferente a lo que hay, aunque cualquier propuesta debería hacerse conforme a las previsiones constitucionales y no sería por tanto ningún delito.

También les preocupa el supuesto acoso al poder judicial, que lleva más de dos años caducado y sigue funcionando como si tal cosa, bloqueado su cambio por el Partido Popular.

Se manifiestan ofendidos por las relaciones entre el Ejecutivo y partidos políticos herederos de bandas terroristas y si lo dicen por Bildu, pues esta coalición fue legalizada por sentencia del Tribunal Constitucional en 2011 en la que textualmente afirmaba que “la izquierda abertzale como expresión ideológica no ha sido proscrita de nuestro ordenamiento ni podría llegar a serlo". Si están en las instituciones democráticas, lo están con todas las consecuencias, como los de Vox. Por “el acercamiento continuo del Gobierno a partidos” separatistas, lo que debió empezar hace muchos años, cuando lo hizo Aznar con Pujol, independentista confeso, entonces y ahora. Y porque, afirman, es imposible “estudiar en español en regiones de España”, es decir que no se puede estudiar en euskera, catalán, valenciano, gallego o castellano, todas lenguas españolas y oficiales, lo que, hasta la aprobación de la Ley Wert en 2013, no dio ningún problema que no pudiera ser resuelto.

Para acabar con una confesión sentimental de apoyo al rey, Jefe del Estado porque lo ha decidido el soberano, que conforme al artículo 1 de la Constitución, es  “el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”.

A continuación otros más han salido con los mismos argumentos, aunque se desmarcan del famoso “chat” en el que, según varios medios, un tal Beca expresaba su deseo de “.. que salga otro mata -rojos pero que esta vez no se quede corto, hay que aniquilar 26 millones, niños incluidos".

Todo esto es una fantasmada. Entre los funcionarios del Ejército, como entre los demás empleados públicos, existen diferentes opiniones políticas, aunque no puedan manifestarlas legalmente.

Los militares de hoy no viven en una realidad paralela, sino en una sociedad plenamente democrática y saben que si algún fundamentalista intentase un golpe de estado del modelo que este Beca sugiere, se enfrentaría a sus propios compañeros de profesión. Porque son conscientes de que los primeros en ser aniquilados serían los militares leales a la Constitución, independientemente de sus ideas personales. Así fue en 1936, cuando los golpistas dirigidos por Mola y Franco, comenzaron deteniendo y asesinando a los generales de división Batet (Laureada de San Fernando), Núñez de Prado (jefe de la Aeronáutica) y Salcedo, a los generales de brigada Campins (excompañero de Franco en la Academia), Caridad Pita, Romerales y al contralmirante Azarola. Incluso a dos héroes de la aviación española como fueron el comandante Ricardo de la Puente Bahamonde (primo de Franco) y el capitán Arturo Álvarez- Buylla. Eso sin contar la extraña muerte del general Balmes, gobernador militar de Las Palmas, que recientes investigaciones presentan como primer asesinado por los sublevados. Luego fueron muchos más, jefes, oficiales, suboficiales y soldados de todos los cuerpos, incluida la Guardia Civil (generales Escobar y Aranguren) y la Legión (coronel Molina).

Estamos ante un intento de manipular la imagen del Ejército en favor de una opción política minoritaria. Quienes hacen ruido a través de las cartas de retirados son Abascal y los suyos, que se manifiestan en el día de la Constitución con retórica anticonstitucional, arropados por seguidores que saludan brazo en alto con emblemas nazis. Forma parte del espectáculo bochornoso de la extrema derecha española que arrastra tras de su argumentario al PP (Díaz Ayuso) y a los autoproclamados centristas de Ciudadanos, que perciben que van a estar mucho tiempo en la oposición.

Ruido de cadenas