sábado. 20.04.2024

Esperando a Godot en Madrid

Las tres agrupaciones de izquierda esperan obtener una mayoría suficiente para nombrar presidente a Gabilondo. Y claro, que no les acaben comprando a uno o dos diputados, que antecedente hay.
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Al borde del camino, como Vladimir y Estragón en la obra de Beckett. Así estamos en el centro de este país que, a veces, nos parece el centro del mundo. Todos esperan a alguien o algo.

Las gentes de orden y posibles de toda la vida, cuyo capital les viene de familia, entretienen la espera entre el club exclusivo de golf y las compras compulsivas. A ver si Ayuso arrasa a esta plebe que hoy se sienta en los sillones del gobierno nacional como si fuese cosa suya.

Me comentaba un conocido, que un primo suyo, a quien le llegó la fortuna por avatares de la vida, le había contado que un colega de aficiones caras dudaba entre votar al PP -al que siempre había apoyado- o a Vox, porque, aunque defendían lo mismo, quería ver a Monasterio al frente de la consejería de educación para recuperar la formación del espíritu nacional, con ese o con otro nombre. El primo le argumentaba al colega que Ayuso, elevada a los altares por los taberneros gratis et amore, ya estaba gobernando. Que en una nueva etapa estaba dispuesta a acabar con la bobada de que todos accedan a las vacunas, mezclados, en el mismo redil, conforme a las pautas igualitaristas de los burócratas europeos. Y que le parecía una genialidad la idea de la presidenta regional de permitir la vacunación por las empresas, un camino para privatizar la lucha contra la pandemia. Pero, por lo que me decía, el interlocutor de su pariente no las tenía todas consigo. Quería que los valientes muchachos de Abascal empujaran al PP hacia un nuevo movimiento nacional que, desde Madrid, salvase a España de sí misma y le obsesionaba un lema que no sabía quién había formulado: “Si España quiere suicidarse nosotros se lo impediremos”.

Las de medio pelo, no saben muy bien lo que aguardan. No desean pagar impuestos, pero tampoco que, si lo necesitan, les dejen de operar o atender en la sanidad pública con los últimos avances.

Los de Rivera, ahora de Arrimadas, antes apoyaban a Ayuso y sus “trumpadas”, pero después de las convulsiones de los últimos meses, no acaban de decidirse. No quieren ver en la Puerta del Sol a Gabilondo, ese profesor raro que no insulta a nadie. Ya les puede insinuar que no pactará con el de la coleta, porque saben perfectamente que solamente puede gobernar sumando por la izquierda. Por eso vacilan entre votar directamente al PP o volver a echar la papeleta de Ciudadanos con Bal, que cada día dice una cosa diferente. Esperan a ver por dónde sopla.

¿Y la gente del pueblo llano? Eso que llaman la mayoría social. Quizás simplemente observen el panorama de la gran representación del absurdo teatral en que se ha convertido Madrid. Muchos de los que, desde hace años, se quedan en casa a la hora de votar están pensando que esta vez puede valer la pena hacerlo. Esperan y desesperan por los partidos de izquierda.  

Pedro Sánchez, que está haciendo de todo para capear el vendaval que azota España, les ha cargado las pilas a los del PSOE-M con ministra Maroto incluida. Pablo Iglesias, no se sabe si aburrido del cargo o asustado por el desánimo de los seguidores que le quedan, se ha lanzado al rifirrafe, encabezando él mismo la lista madrileña de Unidas Podemos. Errejón, con Mónica García, aspira a aumentar su grupo de Más Madrid en la Asamblea. Las tres agrupaciones esperan obtener una mayoría suficiente para nombrar presidente a Gabilondo. Y claro, que no les acaben comprando a uno o dos diputados, que antecedente hay.

Mientras tanto, millones de madrileños esperamos aún una vacuna.

Como dicen los dos personajes principales de la pieza teatral en uno de sus inefables diálogos:

Vladimir: - Nos ahorcaremos mañana. A menos que venga Godot.
Estragón: - ¿Y si viene?
Vladimir: - Nos habremos salvado.

Esperando a Godot en Madrid