jueves. 25.04.2024

'Covidborroka'

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El fenómeno social de violencia urbana está trayendo de nuevo a nuestras pantallas las imágenes de enfrentamientos en las calles de cada vez más ciudades españolas.  Ante este hecho se suceden las declaraciones de políticos como Cayetana Álvarez de Toledo, que dicen que esta camorra no puede ser adjetivada. Ella y otros tertulianos afirman que los disturbios no son de extrema derecha, sino que hay de todo. Incluso los portavoces del sindicato policial JUPOL, que no se ha distinguido precisamente por su templanza y que se sitúa próxima a las posiciones de VOX, se ha ocupado mucho en insistir en que en estas protestas callejeras hay gente de todo el espectro ideológico.

Los incidentes se han convertido ya en un fenómeno habitual que podríamos denominar “covidborroka”. Independientemente de quiénes en concreto los han organizado, cosa que tendrá que investigar con presteza el Ministerio del Interior, se divulgan lemas y se gritan expresiones que antes hemos escuchado en las manifestaciones de Núñez de Balboa y en las caravanas de vehículos, convocadas por la derecha. La más repetida – igual que en la concentración de negacionistas de Colón – la palabra “libertad”.

Toda la agitación comunicacional que conduce a una violencia a la que ahora ningún político parece apuntarse, responde claramente a un patrón muy conocido hace muchos años. Uno de sus elementos fundamentales es intentar aprovechar la incertidumbre y el malestar general ante un mal colectivo. En este caso una enfermedad inesperada, duradera y a la que no se acaba de encontrar una vía de solución, ni sanitaria, ni social, ni económica. Y frente a la que la única medida eficaz, hasta ahora, es la reducción drástica de los contactos personales.

Los más peligrosos son los que intentan desprestigiar el trabajo profesional de los expertos, proponiéndose ellos mismos como descubridores de las presuntas “falacias” de la ciencia

El historiador Eric Hobsbawm escribía refiriéndose a las actitudes anticientíficas en el siglo XX:  “El progreso de las ciencias naturales se realizó contra un trasfondo de recelos y temores que, ocasionalmente, se convertía en un arrebato de odio y rechazo hacia la razón y sus productos” Y poniendo como ejemplo a los grupos que desarrollaron una campaña furibunda contra la fluorización del agua de consumo en EEUU, afirmaba: “Estos grupos se resistieron apasionadamente a la fluorización no sólo por defender su libertad de tener caries, sino, por parte de sus antagonistas más extremos, por considerarla una vil conspiración para debilitar a los seres humanos envenenándolos” [1].

No tenemos más que escuchar en boca de Abascal, pero también de Díaz Ayuso, argumentos parecidos, aunque la conspiración sea en este caso contra la Comunidad de Madrid o contra toda España.

Los que salen a quemar contenedores, a destrozar mobiliario urbano o a arrojar piedras a los policías, mientras gritan libertad, son evidentemente responsables de sus actos y como tales deben responder ante la justicia, pero hay muchos otros que tienen también una grave responsabilidad política y social por la deriva de estas protestas. Son todos aquellos que hacen política descarada con la pandemia, pero también los que hacen caja, como las empresas y periodistas que dan cobertura mediática a cuanto conspiranoico tenga a bien pasar por sus programas televisivos a sembrar dudas sobre las decisiones de las instituciones democráticas. Creo que los más peligrosos son los que intentan desprestigiar el trabajo profesional de los expertos, proponiéndose ellos mismos como descubridores de las presuntas “falacias” de la ciencia. Los que proponen curaciones a base de hierbas que sus amigos venden a precio de oro o quienes, como Esperanza Aguirre, intentan devaluar el trabajo de funcionarios del Estado que han obtenido su plaza por oposición y que cuentan con un enorme bagaje de reconocimiento científico internacional.

En esta “covidborroka” hay también quien agita el árbol y quien intenta recoger las nueces.


[1] Hobsbawm, Eric. “HISTORIA DEL SIGLO XX”(1914-1991). Ed. Crítica, Barcelona, 1995.

'Covidborroka'