viernes. 29.03.2024

La técnica de hinchar el perro

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El País, primer periódico global signifique ello lo que signifique, ha desvelado un “escándalo” en las cuentas de la Federación de Banca de CC.OO. “Delegados” del sindicato cobraban jugosos “sobresueldos”. Solo que no se trataba de delegados, sino de dirigentes, y tampoco de sobresueldos, sino de complementos salariales por gastos de viaje. Se hace cruces el articulista de que la mayor parte de esos gastos de viaje, justificados, pormenorizados y reflejados de forma transparente en la contabilidad, consistan en facturas de hoteles y de restaurantes y gastos de preparación de congresos. Hombre, lo raro sería otra cosa

Queda por ver si todo ese revuelo mediático es fruto de la incompetencia de un articulista (incompetencia, haberla, hayla) o se inscribe en una línea editorial determinada. En mis tiempos se ensayó la creación de unos consejos de redacción que tenían voz (no voto) sobre los asuntos que concernían a la línea editorial del periódico. Hace mucho que ese “trámite” se ha obviado y todo se deja a la discreción suprema del “señorito”, como se llamaba entonces y seguramente se sigue llamando hoy al director.

Hay muchas maneras de denominar lo que el “señorito” de El País está haciendo con el sindicato de CC.OO. Una metáfora deportiva adecuada al asunto sería la de “jugar al límite”. Para quien no lo sepa, consiste en dar patadas en la espinilla al contrario, y mientras se retuerce en el suelo protestar al árbitro: «Comedia, apenas si lo he tocao.» Si cuela, cuela.

Ocurre que los golpes siempre recaen sobre los mismos. Gabriel Celaya dejó escrito, y Paco Ibáñez lo cantó con su voz rota: «porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir qué somos quién somos…» Citar en relación con las CC.OO. actuales esos versos escritos bajo el franquismo puede parecer exagerado y victimista, pero hoy mismo nos movilizamos muchos para que el derecho de huelga no nos lo conviertan en delito de huelga. Sin que El País se rasgue las vestiduras por ello.

Vivimos a golpes.

Otra manera menos dramática de describir lo que ha hecho el articulista de El País, con o sin órdenes de arriba, es la de pintar una gallina como si fuera un pavo real (“un ave noble, de andares majestuosos, de brillante y colorido plumaje”, etc.). O bien, hinchar el perro. No menosprecien ustedes la dificultad del asunto. Cervantes cuenta en el Prólogo a la segunda parte del Quijote el caso de un loco de Sevilla que «hizo un cañuto de caña, puntiagudo en el fin, y en cogiendo algún perro en la calle, con el un pie le cogía el suyo y el otro le alzaba con la mano, y como mejor podía le acomodaba el cañuto en la parte que, soplándole, le ponía redondo como una pelota, y en teniéndolo desta suerte le daba dos palmaditas en la barriga y le soltaba, diciendo a los circunstantes (que siempre eran muchos): “¿Pensarán vuesas mercedes ahora que es poco trabajo hinchar un perro?»

De acuerdo, con solo una objeción. Hay que hacerlo con gracia.

La técnica de hinchar el perro