jueves. 28.03.2024

Contra los napoleones de alcoba

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Cuando un portavoz de Vox aseguró a los medios que el problema de los varones de izquierda era que no empotramos bien a nuestras mujeres, me limité a pasar página desde una doble presunción, llamémosla “benévola”: a) que el tal “empotramiento” era una figura retórica para referirse a la coyunda satisfactoria; b) que aquel bendito de dios exageraba sus virtudes erotizantes, del mismo modo que tanta gente tiende a creer que el delantero centro del club de sus amores es mejor que Messi solo que no ha tenido tanta suerte en la vida.

Eventos posteriores me obligan a reconsiderar mi primera y precipitada toma de posición. Es el caso que un senador por Vox de Ceuta (aunque reside en Málaga), de nombre Juan Ros Alcaide, fue denunciado una noche aciaga a la Guardia civil por empotrar -física, literalmente- a su legítima.

Esta sociedad tiende a invisibilizar a las mujeres en toda circunstancia. Siempre es malo hacerlo; pero peor aún cuando ellas pasan por momentos de “empotramiento” físico y “vulnerabilidad”, de modo que, de ser visibles, aparecerían a los ojos de todos con magulladuras varias y cercos en los ojos “moraítos de martirio”

De inmediato fue suspendido de militancia por su partido, y renunció a su acta de senador; sí, cierto. Pero ahora sale con la pepla de que no quiere renunciar al escaño, que las acusaciones son falsas y le pillaron “en un momento de vulnerabilidad”, y que pretende seguir en su puesto senatorial “por la confianza, el afecto y el respeto que siempre ha tenido de los ciudadanos”.

No aclara el señor Ros cuáles son esos ciudadanos que sienten por él “confianza, afecto y respeto”; para empezar, no sabemos si son ceutíes, o malagueños, o simplemente los correligionarios de su cuerda en el hemiciclo.

Más delicada es la cuestión de a qué “vulnerabilidad” se refiere, y en qué sentido; del mismo modo que será conveniente revisar el concepto de “empotrabilidad” de las mujeres, que al parecer las hace tan felices (y confiadas, afectuosas y respetuosas, para seguir con la triada de conceptos manejada por el andoba).

Convendría en este punto conocer la opinión de su mujer. Arriba tienen una ilustración del emperador Napoleón, practicando sin complejos el manspreading, y de Josefina. Sabemos poco sobre el punto de vista de Josefina Beauharnais sobre todas las cosas en general, y en particular sobre  la escena íntima que muestra el artista.

Esta sociedad tiende a invisibilizar a las mujeres en toda circunstancia. Siempre es malo hacerlo; pero peor aún cuando ellas pasan por momentos de “empotramiento” físico y “vulnerabilidad”, de modo que, de ser visibles, aparecerían a los ojos de todos con magulladuras varias y cercos en los ojos “moraítos de martirio”.

Mi amiga Pilar Morales, secretaria de las Mujeres de CCOO en Madrid, lo ha expresado con toda claridad en un artículo publicado en Cuarto Poder, bajo el título: «No se puede tapar el sol con un dedo ni negar la violencia machista».

Contra los napoleones de alcoba