jueves. 28.03.2024

La salud de la mujer en tiempo de crisis

Los datos indican que en España se está produciendo un retroceso en la igualdad de género...

Todo lo que era sólido parece resquebrajarse. Los derechos  laborales, la sanidad y la educación, la protección de los parados, los ancianos, los discapacitados y los dependientes: al amparo de la crisis -que ellos mismos provocaron-, los buitres  de la especulación financiera y sus cómplices de la política están procediendo a una expropiación de nuestros derechos cívicos. Hay intereses poderosos empeñados, con ayuda de sus sicarios políticos, “en desbaratar el modelo de bienestar social europeo, de modo que la salud, la educación, las pensiones y los servicios públicos se conviertan en fabulosas posibilidades de negocio” (Muñoz Molina). En este contexto podemos preguntarnos si la crisis afecta de manera desigual a la salud de las mujeres.

Los datos indican que en España se está produciendo un retroceso en la igualdad de género. En un artículo reciente dos expertos de la Escuela Andaluza de Salud Pública destacaban que “las tasas de actividad y de empleo son menores en mujeres que en varones, las mujeres cobran menor salario por el mismo tiempo trabajado, dedican más tiempo a las tareas domésticas y son las principales cuidadoras de las criaturas y las personas dependientes en los hogares”. Consideran que el desempleo, la precariedad, los recortes en la protección social (guarderías, educación, pensiones, atención a dependientes) afectan de manera desigual a mujeres y varones. La responsabilidad del cuidado de las familias recae habitualmente sobre las mujeres. Y el 49% de las mujeres que cuidan a personas con limitación de su autonomía se ocupa de ello en solitario. En este contexto, los recortes en la atención a personas dependientes y a sus cuidadoras, afectarán de manera desigual a hombres y mujeres. La cronificación de esta situación tendrá un profundo impacto, en diferido, sobre la salud colectiva y especialmente en la salud de las mujeres.

Lo que parece claro es que la crisis enferma.Y provoca angustia. El paro, las dificultades relacionadas con la vivienda, las penurias materiales y la incertidumbre por el futuro sitúan a un grupo creciente de personas en situación de desamparo. Hay estudios que reflejan un empeoramiento de la salud mental e incluso un aumento de los suicidios (en el crack de 1929 se suicidaron banqueros e inversores saltando de los rascacielos; ahora se suicidan las víctimas mientras ellos continúan su enriquecimiento obsceno). Los expertos detectan un incremento de los casos de depresión, de ansiedad y de consumo abusivo de alcohol. El uso de psicofármacos también se ha disparado. Las dificultades para conseguir empleo y para hacer frente a la hipoteca han aumentado los trastornos de salud mental.  Y parece que hay elementos suficientes para sospechar que la crisis afecte más a las mujeres que a los hombres.

Con este panorama resulta desolador comprobar como las respuestas a esta situación desesperada vienen dadas  por aquellos que la provocaron y la mantienen en el tiempo. María Luisa Lores, en un excelente artículo, nos revela que el Banco de Alimentos está vinculado al gran capital y controlado por la Fundación Lealtad: “el patronato de esa Fundación lo forman la constructora OHL, el presidente de Bankinter, el Banco Santander, Mutua Madrileña, Inditex, Telefónica y PwC. Buena parte de los presidentes de los bancos de alimentos de España están vinculados al Opus Dei". Las empresas y los bancos, que actúan con voracidad contra los trabajadores y las clases desfavorecidas, aparecen ahora  (aliados con el sector más reaccionario de la Iglesia), como almas caritativas que trabajan contra el infortunio (mientras consiguen substanciosas desgravaciones fiscales).

Así se completa el círculo depredatorio. Eliminan el Estado de bienestar, nos expropian derechos consolidados y sustituyen la justicia por la caridad. Pasamos de ciudadanos a súbditos y deberíamos estar agradecidos por la generosidad de los poderosos, que nos aportan su protección. Nos queda, también, el Rastrillo de Nuevo Futuro, donde la aristocracia se mezcla con el artisteo para exhibir su corazón magnánimo. Ese es el mundo que quieren recuperar los actuales gobernantes. Un mundo antiguo basado en relaciones de dominio: el pueblo dominado por los poderosos, la mujer bajo el dominio del varón. A ese mundo nos quieren regresar y tendremos que impedírselo. Entre todos y todas.

La salud de la mujer en tiempo de crisis