miércoles. 24.04.2024

La Revolución Pendiente y La República

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España ha superado su capacidad de resiliencia. Hemos rebasado la línea de viabilidad como país y superado el límite de rotura. Franqueada esa barrera, asistimos a la destrucción política, económica y social del Estado, pasando a ser declarado Estado Fallido y sujeto al avatar de los acontecimientos

“España tiene una revolución pendiente”, afirmaba José Antonio Primo de Rivera, durante sus escasos años al frente del fascismo español. Reflexión motivada por el contexto europeo reinante: el recuerdo de la Revolución Rusa, la contrarrevolución fascista italiana y la nazi de Alemania. Quien acabó siendo el símbolo máximo de La Falange no tuvo la oportunidad de desarrollar sus teorías, entre tanta violencia y paseíllos nocturnos. Aunque todos intuyamos su “revolución”…

José María Carrascal publicaba un libro titulado “La revolución pendiente”. Conociendo al periodista y sus posturas ideológicas, estoy convencido de que su “colorida revolución” estaría a la altura de sus corbatas.

Un Estado no puede estar sometido a estrés durante décadas. Es insoportable una Corona incrustada bajo presión, con las ensangrentadas espinas de una Dictadura. Una falsa Transición potenciando a partidos políticos que parasitaron las Instituciones y fagocitaron el sistema, pasando a ser el “Todo y no la Parte”. De parásitos han pasado a depredadores. Mientras miles de políticos corruptos saquean las arcas del Estado, debemos soportar, con asco en el rostro, que nos hablen de “casos aislados de corrupción”, cuando la realidad demanda extirpar del país a   partidos responsables de la metástasis generalizada. Utilizan todos los resortes del Estado para su impunidad.

Por no mencionar al más antiguo de los partidos y su triste espectáculo de “los tres tristes tigres”, descafeínan sus siglas por una vergonzante “socialdemocracia”. Al tiempo, surgen partidos políticos de nuevo cuño, unos como marca blanca de la derecha y otros al más puro estilo “Palacio de Invierno”. Estos últimos no han entendido nada, se instalan en su Sangrilá particular y desde el púlpito de los místicos reparten ética de medio pelo -son tan antiguos como su aparente look progre- Unos sindicatos acorralados por sus miserables intereses gremiales, autistas sociales, que han pasado a vivir de las subvenciones y proteger sus traseros, a cubierto de la miseria que reina en el exterior.

Proclamaron crisis sistémicas cuando robaban a manos llenas y salvaban a los poderosos, cada vez más ricos. Anuncian recuperación económica mientras la pobreza se extiende por el país y convierten el trabajo en una mera explotación laboral. Hipotecaron por décadas al Estado, mientras  sólo se preocupan de mantener los sillones y las cuentas numeradas en Paraísos fiscales.

            Han saltado todas las alarmas, el país, España ha rebasado el punto de no retorno. Sabíamos que tarde o temprano pagaríamos muy cara la desidia y el abandono al que sometimos a las instituciones. España ha superado su capacidad de resiliencia. Hemos rebasado la línea de viabilidad como País y superado el límite de rotura. Franqueada esa barrera, asistimos a la destrucción política, económica y social  del Estado, pasando a ser declarado Estado Fallido y sujeto al avatar de los acontecimientos.

Todo indica que ha llegado el tiempo de repensar el Estado, de acometer, de una vez por todas, LA REVOLUCIÓN PENDIENTE, partiendo de la Insumisión Ciudadana a todos los niveles del Estado. Colapsar las Instituciones, cortar de raíz el flujo económico, que tengan que llevar de casa al Parlamento el papel higiénico, o mejor aún, que vengan ya cagados, no admitiremos más mierda en las Instituciones. Es preciso colapsar la Nación, repensarla, sumar adeptos, despedir afectuosamente a quienes se sientan libremente extraños. Poner los cimientos de un nuevo Estado que tenga como seña de identidad básica. “El bien común social, el individuo como destinatario final y protegerlo de los vientos fascistas mediante barreras intelectuales”. Implantar la REPÚBLICA, a la III,   al modo de una Federación de Estados Ibéricos.  Enviemos a la monarquía y sus derechos hereditarios a la noche de los tiempos, sustituyéndola por conceptos identitarios, alejados de privilegios trasnochados.

El campo de batalla de la Revolución pendiente será el mundo global y el de las redes sociales. Los prisioneros alcanzarán cifras inmensas, reos de sus propios miedos-siempre les quedará el MARCA de los lunes- No hablamos de algarabías callejeras, esas son más propias de ultasures caducos, xenófobos en delirio y fundamentalistas de lo anacrónico.

Seamos actores revolucionarios de un cambio radical en los valores establecidos, prescindir de fronteras trazadas entre mares de violencias pasadas y construir un espacio común de convivencia en el que los ciudadanos sean los actores protagonistas, nunca más los teloneros de una tragedia épica.

La Revolución Pendiente y La República