viernes. 19.04.2024

“Obras son amores”

Cuando se ha ido tan lejos en la justificación de los corruptos y de sus prácticas como para cobrar y consentir el reparto de sobresueldos en el seno del PP...

Seguir pretendiendo, como hace Rajoy, afrontar la situación actual de descrédito absoluto del gobierno y del partido que lo sustenta, en el tema de la corrupción, con discursos como el ayer en el Congreso de los Diputados, es sencillamente una tomadura de pelo.

Cuando se ha ido tan lejos en la justificación de los corruptos y de sus prácticas como para cobrar y consentir el reparto de sobresueldos en el seno del PP, o cuando se ha venido manteniendo una contabilidad “B” en el Partido Popular, para recibir donaciones ilegales y proceder a pagos irregulares defraudando a la Hacienda Pública; se carece de la más mínima legitimidad (mientras no se afronte y resuelva esa situación) para pretender presentarse como adalid de una regeneración que siguen sin aplicar en el seno de sus propias filas.

Quizás viene bien recordar que cuando se descubrió el escándalo de la Gürtel,  el Partido Popular maniobró y consiguió que el caso recayera en un juez al que, entonces, consideraba “amigo” y supongo que manejable o influenciable; y ese mismo juez, tuvo al poco tiempo que echarlos como acusación particular porque, según denunció públicamente, se estaban dedicando a obstruir las investigaciones del caso.

Les quiero recordar que esta ha sido la práctica habitual que el Partido Popular ha venido utilizando cada vez que la corrupción se ha descubierto en sus filas. Ocurrió en la Comunidad Valenciana, en Baleares, en Madrid… Con Camps, con Mata o con Bárcenas…

La primera, la segunda, la tercera medida y la reacción, han sido siempre las mismas: negar la realidad, decir que todo era mentira y respaldar a los corruptos hasta que la evidencia los ha venido dejando sin argumentos.

Solo ahora, cuando las últimas encuestas se muestran rotundas en castigar la desidia y el cambalache con la corrupción, quieren aparentar (porque hasta aquí solo es eso una apariencia en un discurso) que van a hacer algo que pueda resultar eficaz contra la corrupción y las prácticas corruptas.

Y por último otra consideración más, no es de recibo tampoco, en este arrepentimiento sobrevenido de los populares, que tras tres años de mayoría absoluta en los que han venido aprobando cientos de leyes y convalidando decretos en solitario, por cierto olvidándose de la corrupción, quieran presentarse ahora como adalides de nada.

Quizás por eso ha sonado tan vacío el discurso del Presidente ayer en el Congreso,  y quizás también, por ello,  ha parecido solo  una maniobra de los populares para capear el  temporal de indignación que, esta vez sí, recorre  todos los rincones de España.

En cualquier caso, los populares han pasado por alto un hecho fundamental en los tiempos que corren: el de que, felizmente, ya no valen solo los discursos por solemnes que quieran hacerse desde el Congreso de los Diputados; y el que, hace ya bastante tiempo que hemos entrado en la era del “obras son amores”

“Obras son amores”