jueves. 18.04.2024

La democracia líquida y el PSOE

Hace unos días, un ingeniero me hizo una reflexión que creo que es clave para saber situarnos en el contexto de los acontecimientos actuales: “El siglo XX fue el siglo de la tecnología. ¿Por qué la política no se ha adelantado a los tiempos teniendo tantas herramientas a su disposición?”. Le respondí en términos de comunicación política, de que las redes sociales son poderosos instrumentos que desafían la forma unimodal que teníamos de entender los medios de comunicación pero me insistió en que las tecnologías de la información evolucionan y están constantemente abiertas al progreso y contribuyen a él mientras que la política sigue moviéndose anclada en viejos parámetros de representación y poder, en la timidez de una mayor transparencia y de una mayor participación en el debate y en la toma de decisiones.

Es cierto que a la política le cuesta estar al día de lo que sucede en la calle, que le cuesta seguir al día los sucesos de la realidad, entender el feedback con la sociedad para empatizar con sus demandas y por eso, cualquier idea de cambio es mal vista, desde la hetedoroxia y desde la no comprensión, quedando por detrás de lo que la sociedad evoluciona.

Su conclusión era que el mayor problema actual de la política reside en que no hay respuesta a cómo organizarnos para tomar buenas decisiones y llevarlas a cabo, para captar lo que los ciudadanos transmiten a los políticos y cómo debe producirse esa retroalimentación que equilibre la brecha enorme que existe entre representante y representado.

La democracia está en permanente evolución. Así lo vemos, en el desarrollo de software para asegurar votaciones seguras por internet y en los nuevos diseños de procesos integrales de toma de decisiones, pasando por debate y filtrado. Con esto, la mención a la “democracia líquida” se refiere a la forma primigenia de entender la democracia procurando su transformación en cuanto a adaptarse a los nuevos tiempos, para que los ciudadanos puedan votar las decisiones que se toman en las diferentes instituciones. Se trata de un híbrido entre democracia directa y la representativa. En España, tenemos la figura de la Iniciativa Legislativa Popular recogida en la Constitución de 1978, donde se requiere medio millón de firmas, pero después son los parlamentarios los que evalúan y deciden si hacer progresar esa iniciativa o no (al contrario del modelo suizo).

Se llegó incluso al debate de que, con esta democracia líquida, con esta democracia virtual, los políticos podrían desaparecer pero no, sería más necesario el papel del político que nunca, con la atracción de mayor participación ciudadana, con más y documentado debate y creando, así, lazos cada vez más estrechos con los ciudadanos.   

Internet ha abierto un abanico de posibilidades antes impensable, donde los jóvenes participan cada vez más en foros de discusión y en las opiniones que expresan en las web de los medios y diversas redes sociales. No es aludir al concepto de “teledemocracia”, al que se refería Sartori, sino entender y capitalizar los nuevos espacios de expresión y de participación que hay a nuestro alcance para crear debate y que éste forme parte de la agenda política. Gracias a Internet, no hay ningún obstáculo técnico para que los ciudadanos opinen y voten directamente sobre cualquier tema. Pero aquí empiezan las dudas que tradicionalmente se achacan a la democracia directa: “Los ciudadanos no tienen formación para decidir sobre temas complejos”, cuando el punto estelar de todo esto sería incidir en una mayor información, consulta y rendición de cuentas para que el debate sea lo más serio y ajustado a las problemáticas que se precien.

En España, la participación ciudadana se reduce al voto cada cuatro años, no existe una verdadera continuidad en la relación entre el poder político y los electores, quedándose anclada la democracia representativa ya superada con algunos políticos poco perceptivos del sentir ciudadano. La pérdida de confianza, la repulsión hacia la corrupción y distancia percibida con la realidad a nivel de calle, han generado plataformas y otros movimientos participativos como necesidad detectada en la ciudadanía de organización para enfrentarse a las complicaciones sociales y económicas de la vida cotidiana.

Internet es sociedad de la información; un gran contenedor de informaciones que rápidamente se difunden llegando a la comunicación social. Su misión acaba cuando la noticia llega a su destinatario y es en este momento que debe intervenir la sociedad del conocimiento para filtrar las informaciones y convertirlas en herramientas democráticas de participación. Se recoge incluso la propuesta de confiar el “voto delegado”, es decir, el voto a un representante experto por cada materia de actuación, planteándose una nueva forma de gestión de los intereses públicos.

Son tiempos de cambios y la tecnología va dos pasos por delante, como marcando las pautas de por dónde debemos movernos los demás. Nadie puede objetar que estamos ante una fragmentación entre la política y las exigencias sociales de los ciudadanos.   

El PSOE está embarcado en un proceso de primarias para elegir a su próximo/a secretario/a general. En Pedro Sánchez he visto esa intención de permeabilizar esas exigencias sociales habiendo impulsado una mayor actividad de voto por internet y de recoger propuestas para su programa y argumentario, con la participación de miles de personas enviando sus preocupaciones y seleccionando cuáles son sus áreas de preocupación y prioridades principales. Una visión moderna que va en consonancia con esa democracia líquida que se ha extendido a otros países del mundo y que muestra una visión del poder diferente, más pegada a la realidad.

Con esta visión se apuesta por la regeneración democrática, por mayores controles internos y sistemas de transparencia en el seno de los partidos políticos, con mayor información y transparencia. La regeneración es, al fin y al cabo esto: poder abrir las ventanas contra la corrupción y contra todo bloqueo de lo que demanda la sociedad.

Que gane lo que la militancia decida pero sin retroceder en los retos que una sociedad moderna exige.

La democracia líquida y el PSOE