martes. 19.03.2024

Sin unión, ni pensiones, ni estado social

pensiones

Lo que está en juego es el sistema público de pensiones y la suficiencia de las mismas para vivir con decoro, es decir, está en juego la cohesión social en una sociedad con riesgos graves de descomposición por la desigualdad

Los viejos están -estamos, modestamente- dando una lección a la sociedad, al cuadro político, a los jóvenes, al sindicalismo. Todos son loas y vaivenes con el incensario para los viejos, como quien descubre una estrella con brillo inesperado. Tal vez no sepan que las lecciones que podamos dar hoy son las que aprendimos de nuestros padres en los esperanzados 60 y éstos de los suyos en los luminosos 30 y en los trágicos 40 … Porque siempre fue así, siempre continuamos lo que otros continuaron y es vital que lo entiendan y lo apliquen los jóvenes de  la generación de nuestro relevo y la del relevo de ellos.

Porque lo que está en juego es el sistema público de pensiones y la suficiencia de las mismas para vivir con decoro, es decir, está en juego la cohesión social en una sociedad con riesgos graves de descomposición por la desigualdad y la injusticia extrema, la solidaridad intergeneracional, uno de los motores del desarrollo económico sostenible; está en juego la cantidad, la calidad y la fuerza retributiva del Trabajo, con deliberada mayúscula… Es decir, cuando los viejos reclamamos pensiones públicas y dignas, para ya mismo y para mañana, estamos exigiendo, con bastante consciencia de ello, la pervivencia progresiva y adaptable a las realidades cambiantes de hoy del Estado Social, de la Democracia, también con deliberada mayúscula, hablando en plata.

Hablamos de un reto inmenso, casi inabarcable, en el corto, medio y más largo plazo, que debemos abordar en muy difíciles condiciones históricas que producen, a su vez, una muy desfavorable correlación de fuerzas para el Trabajo, ya sea en su expresión sindical, social o política, frente a un capitalismo global de naturaleza especulativa más que productiva, que desprecia la concertación social, la equidad fiscal y el valor, incluso, de eso que llaman, pervirtiendo el lenguaje a su favor, “capital humano” … como fórmulas más seguras, creen, de optimizar sin medida el lucro privado y corporativo.

El reto que plantean los viejos en las calles y en los foros es de tal envergadura que interpela a los agentes políticos, sociales y sindicales y éstos deben asumir esa interpelación radical -porque afecta a las raíces de la cuestión, no por extremista- y aprestarse a encauzarla en busca del éxito merecido, defendido y ganado en la calle, ya sea en el espacio parlamentario e institucional, tan quebrantado hoy, ya en el de la negociación colectiva, tan degradada por décadas de reformas laborales a la baja que han tenido en la de Rajoy del 2012 su versión más aniquiladora de la negociación colectiva y de la dignidad de conjunto del Trabajo.

Y es en este plano, el de la conexión armónica entre el sujeto activo –los viejos- y los agentes mediadores delegados para la búsqueda de soluciones legislativas y financieras –el reto por excelencia-, que yo expreso sin reservas mis dudas y temores profundos de que partidos, sindicatos y movimientos sociales –progresistas, por supuesto- sean capaces de alcanzar niveles de unión y cohesión fuerte –programática y en la acción múltiple- como mínimo al nivel de la envergadura del reto. Por el contrario, la derecha bifronte sí sabe lo que quiere y se aplica en ello, en cerrada coherencia con el rol funcional que este capitalismo le asigna: Diseñar un “estado social” a tres velocidades a imagen y semejanza de la sociedad tercerizada en la que creen: Para pobres, para semi-pobres y para ricos: Beneficencia para el primer tercio; beneficencia y exenciones fiscales para los otros dos tercios -pensiones altas y más altas- camino de la “solución privada”.

Percibo en el ambiente, e imagino que percibirán los viejos también, una tensión tumultuosa en este tema crucial. Hay coordinadoras, mesas, cumbres, sindicatos, partidos … Profusión de convocatorias, una inevitable dosis de clientelismo, oportunismo, vocaciones grupusculares, indisimulados afanes electoralistas, disensos de fondo -en el propio campo progresista- sobre el rol del “pacto de Toledo” o las políticas fiscales de choque que garanticen pensiones y Estado Social … Es decir, se dan las condiciones para que la resuelta y justa lucha de los viejos se pueda ver esterilizada por un exceso de guirigai  en el campo progresista, en la izquierda. El fracaso, vamos. Y en este caso, como vengo insistiendo, el fracaso no se limitaría a una coyuntura circunstancial sobre la garantía y cuantía de las pensiones de hoy. Estamos hablando de la pervivencia de nuestro Estado Social, de nuestra Democracia, para las generaciones futuras. Palabras muy mayores.

Ya sé que es más fácil evocar la necesidad de  unión en la diversidad del campo progresista, de la izquierda, que formularla de modo viable. Pero por algo hay que empezar. Y en esa perspectiva de unión y  cohesión, petaseme esbozar algunas premisas sine qua non:

  1. El PSOE -y el PSC- debe asumir sin traumas, como se asume la lluvia o el sol, que ya no es “la casa común de la izquierda”.
  2. Podemos es necesario que vaya entendiendo que la juventud y la inexperiencia tienen un valor energético pero no son una categoría superior en sí mismas; son circunstancias pasajeras y, a veces, hándicaps duraderos si no se toman medidas.
  3. ERC debe asumir que ser de izquierdas es ser internacionalistas y solidarios … o si no, cambiar de nombre para no impostar.
  4. El sindicalismo de clase y solidario -CCOO, UGT, USO- debe abordar el reto de su unidad orgánica como final de un proceso, complejo y largo pero ineludible, a iniciar ya mismo. A los tentados a llamarme iluso les digo: 1) El mandato histórico de la unidad está en la Carta Fundacional de la USO (1961), y en la Declaración de Principios y Objetivos de sus Estatutos Confederales -ambos textos en vigor-; algo tuve yo que ver. 2) Lo mismo sucede con los programas grandes y medianos de CCOO y UGT. 3) Estamos los tres unidos orgánicamente en Europa -la CES-  y en el ancho Mundo -la CSI-, o sea que ya vale de tocar el tambor y decir que somos concertistas de violín en el plano nacional.
  5. Tenemos que hablar de y con este capitalismo global, salvaje, estéril y a riesgo de entrar en crisis sistémica con el alto coste para la Humanidad que ello supondría. A quien le parezcan extremas estas afirmaciones que hable con Stiglitz que las tiene más duras que éstas y no es precisamente un rojo peligroso (ni yo tampoco). Debemos soñar primero para construir después un modelo económico post-capitalista con rostro humano y vocación de hacer plenamente habitable el planeta para siempre. Un modelo económico en el que la iniciativa privada tendría siempre un rol destacado, pero concurriendo y conviviendo al servicio de intereses comunes superiores con la iniciativa pública y la economía social y solidaria de proximidad … Y ello con ineludible dimensión española, europea y global.

Sí se debe para que cuanto antes sí se pueda …

Sin unión, ni pensiones, ni estado social