viernes. 19.04.2024

Gracias Antonio, nos queda cuanto nos diste

Se nos fue Antonio Albarrán. Un ictus asesino lo fulminó en Madrid hace unos días y María Eugenia me lo comunicó cuando ya se había ido y no me alcanzaba ni para tomar un “ave” e ir a darle el último adiós. No tenía mucho más de 80 años y las últimas veces que lo traté –una larga conversación sobre su memoria histórica privilegiada y la presentación de un libro sobre la vida de Eugenoi Royo- estaba pletórico de forma y fondo y derrochando aquella sonrisa que garantizaba siempre que con él era imposible llevarse mal porque tenía la facultad, tal vez sin saberlo ni pretenderlo, de positivar siempre el trato y la charla.

Procedo ahora a través de estas líneas, con emoción y agradecimiento, a despedirme de una persona que dejó huella y testimonio de una vida ejemplar al servicio de la justicia y las libertades, desde sólidos fundamentos de valor como auténtico cristiano comprometido durante toda su vida y como sacerdote una buena parte de ella.

antonio albarranAntonio Albarrán fue un emblemático Consiliario de la JOC, (Juventud Obrera Cristiana), en los 60, y de ahí viene la amistad y cooperación que cultivó hasta el final con hombres y mujeres clave en la fundación de la USO, (Unión Sindical Obrera), cuyos mejores valores los representa el hombre clave en la redacción de aquel texto luminoso, y plenamente vigente hoy, que es la Carta Fundacional, y de aquella aventura que fue alumbrar un nuevo sindicalismo autónomo, aconfesional, internacionalista, unitario, en una perspectiva de transformación socialista y democrática de aquella España de finales de los 50, que se empeñaba en sacudirse las ruinas y el miedo de la guerra civil y abrirse al desarrollo material y a la conquista y disfrute de las libertades democráticas. Me refiero, obviamente, a Eugenio Royo Errazquin y a la USO, dos caras de una misma moneda, a la que contribuyó Antonio Albarrán tan generosamente.

Yo no le conocí hasta el inicio de los 70, cuando me incorporé a la dirección nacional de la USO como liberado clandestino. Una de las coartadas laborales que yo tenía era algo así como agente comercial de la Editorial Popular que Antonio dirigía. El mundo de los libros instructivos para la formación y la acción de militantes obreros y populares de base, fue pasión y profesión de Antonio a lo largo de su vida. El cambio histórico y la liberación de la Clase Trabajadora, Albarrán la entendía como un proceso constante motorizado sobre la Educación, la Cultura y el Trabajo.

Antonio buscó el sitio y la infraestructura, y la coartada, para una reunión que debía celebrar el comité confederal de la USO de toda España a finales de Febrero de 1972. Fue en el convento que los dominicos tienen en Alcobendas, a la salida norte de Madrid. Con tan mala suerte que al poco de iniciar la reunión, Delso, “el gitano”, previa patada a la puerta, pistola en mano, al frente de otros policías sin uniforme y con él, nos conminó a no tocar ni un papel  ni a movernos a riesgo de abrasarnos … En la Puerta del Sol, sede entonces de la policía política y hoy del gobierno regional, a mí me interrogaron Yagüe, “el chino”, un jefe importante, Delso, “el gitano” antedicho, un policía bueno andaluz y uno malo asturiano. Este último, al mismo tiempo que levantaba una enorme máquina de escribir de hierro compacto con intención de estrellármela en la cabeza, me gritaba, “a la teta de qué obispo estás enganchado, basura, maricón, hijoputa …”

Cuando pasó aquella pesadilla y salimos de Carabanchel con libertad provisional, me interesé por el significado de aquellos exabruptos del policía malo. Y me contaron que Antonio Albarrán, por esas cosas que tiene la vida, era confesor del director general de seguridad de la época, Eduardo Blanco, que le fue a ver mientras estábamos  incomunicados tres días con sus noches en la Puerta del Sol, y le dijo que si se nos pegaba o torturaba, él tramitaría la excomunión y la denuncia pública de todo ello … No era la primera vez, ni sería la última, que Albarrán intervenía ante aquel individuo en defensa de detenidos de grupos forzosamente ilegales y clandestinos.

Recuerdo a la perfección la vez que más intensa y extensamente compartí con Antonio Albarrán. Mediados del 74. Salimos de Madrid muy temprano camino de la sierra de Ávila. Antonio buscaba un sitio seguro y de confianza para una reunión muy importante y comprometida. Me nutrí bien de aquellas 12 ó 14 horas que pasamos juntos hasta volver a Madrid muy entrada la noche. Antonio era un pozo sin fondo de conocimientos, vivencias, anécdotas, memoria, chascarrillos incluso. Yo era un crío que aprendía a base de escuchar y absorber como una esponja y Antonio era un generador interminable de cosas importantes, aparte la virtud de ser ameno, muy didáctico y comprensible para mí, divertido, (era andaluz y de vez en cuando se le notaba). Visitamos, yo de mero acompañante silente, varios conventos y algún colegio de nivel. Era inevitable la broma de que el sitio que encontrara para la gente que debía reunirse sin que se enterara la policía… fuera más seguro que los dominicos de Alcobendas.

El sitio que Antonio buscaba, y encontró, era para que se reuniera un grupo de oficiales de distintos puntos de España de la rigurosísimamente clandestina Unión Militar Democrática (UMD). Insisto, quien luchara limpiamente contra la dictadura, por la justicia y las libertades, tenía en Antonio Albarrán un aliado de categoría.

En fin, Antonio, como tú me decías a veces, nadie muere mientras pervive en el cariño y el recuerdo de cuantos lo amaron. Así será sin la menor duda.

Ah, que no se me olvide, bautizó a mi hija pequeña, Izaskun, un Junio del 77, cuando aún era primavera y España estrenaba Democracia y esperanza.

Gracias, otra vez.

Gracias Antonio, nos queda cuanto nos diste