viernes. 29.03.2024

Un Gobierno para una nueva España

ministros

He seguido con bastante interés la toma de posesión de los ministros y ministras del nuevo gobierno, que a mí me gusta calificar de nacional, social y progresista, así como la primera reunión del consejo de gobierno. He tenido sensaciones y emociones, contrapunteando a esperanzas, inquietudes y miedos, incluso. Les ahorro las primeras, son cosa mía, y les traslado las segundas por si pudieran interesarles.

Confieso, con agrado, que así, a bote pronto, me gusta la música y la letra de ese gobierno. Y lo hago desde la libertad y la convicción de socialista y no desde disciplina alguna. La música es la de gente joven, con tantas mujeres como hombres –y qué mujeres y de qué valía alguna de ellas, como la portavoz-, que combinan y equilibran capacidad de gestión con combatividad, con hojas curriculares a la altura de los tiempos y los retos. Y un dato que me parece muy significativo: Creo que la práctica totalidad de este gobierno no votó la Constitución de 1978, por puras razones de edad, lo cual no obsta para que la hayan prometido leal e íntegramente.

Es un gobierno de coalición y eso en sí mismo es un riesgo de inestabilidad, un potencial generador de contradicciones y problemas. Por eso es vital que entiendan todos los coaligados que es un solo gobierno, uno solo, y que si se imponen sectarismos o doctrinarismo de parte se caminará con certeza hacia el fracaso del  gobierno y de su proyecto de conjunto. Agravado ese riesgo por unos adversarios políticos, enemigos incluidos, cuyo único horizonte es el pasado y tienen un único punto programático: Que este gobierno fracase y con él su potencialidad para el hoy y el mañana de la España necesaria que ha de ser posible. Abusando del símil musical, de nada valdría por separado la calidad de cada solista si la partitura común no está bien coordinada e interpretada y conducida con energía y ternura por un buen director; presidente en este caso. Pero lo que nos ocupa es bastante más importante que un concierto mediocre o fallido; hablamos del futuro de un país, el nuestro, y de su espectro progresista. El primero no aguantaría sin altos costes de regresión y crisis de convivencia el fracaso de este necesario impulso de futuro hacia una cohesión fuerte en lo social, lo económico y lo territorial. Al segundo, al conjunto de la izquierda, el fracaso de este primera y tal vez última oportunidad histórica de regeneración y progreso nacional, le abriría las viejas heridas cainitas, tan a flor de piel siempre, y entraría en una espiral autodestructiva a ver quien gritaba más veces y más fuerte “social-traidor” o “puto leninista” para endosar al otro el fracaso común del que costaría reponerse frente a un gobierno reaccionario monitoreado por VOX que, entre otros riesgos, pondría en cuestión nuestra pertenencia a la Unión Europea. No es catastrofismo; es el método que siempre empleé aunque no siempre me dio resultado: Ponerse en las peores hipótesis para que el miedo guarde la viña, es decir, para que nunca sucedan.

Y en cuanto a la letra de lo que debe ser este gran concierto nacional, pues me remito, con agrado también, al documento de 49 páginas titulado “Coalición Progresista. Un nuevo acuerdo para España”, suscrito por el PSOE y Unidas Podemos, y sus respectivos líderes, con las adendas a no ignorar del PNV, Teruel Existe, los canarios leales y los independentistas con vocación de racionalidad; expresión todos ellos de una mayoría social y parlamentaria suficiente y más que legítima.

Aconsejo la lectura sosegada de ese Programa porque de la primera a la última línea, en el detalle y en el conjunto de sus 11 ejes temáticos, queda claro que no es un Programa de izquierda clásico, es decir, obtener fiscalmente algo de los más ricos para aliviar el estado de los más pobres. Siendo eso también, y perdonen la caricatura, el Programa es mucho más; es la expresión de una voluntad de dar un gran impulso histórico a España, en la certeza de que la velocidad inercial de la Transición y el 78 se va agotando y su vivencia constitucional directa implica sólo a ciudadanos que brincamos ya de los 60. Tanta angostura plantea inexorablemente abrir una nueva etapa en el devenir histórico de nuestro país, siquiera sea por imperativos generacionales, y porque la presión combinada de una crisis provocada y devastadora para las clases trabajadoras y populares y el loco desafío secesionista, han dejado heridas profundas en la vida y en el alma de nuestros compatriotas más empobrecidos, de los de aquí y de los que vinieron a ayudarnos, y un regusto amargo de desencuentro y de miedo a ser incapaces de convivir bajo la misma bandera multicolor de la paz civil, la solidaridad, la justicia, la libertad, la diversidad que nos hace más ricos y más fuertes.

Por todo ello creo que el Programa, la letra de este ilusionante concierto, con su omnipresente estribillo de diálogo, negociación, acuerdos y pactos en todos los ámbitos de nuestro común esfuerzo, es una apuesta resuelta por dar un gran salto adelante, por la profundización de nuestra Democracia, articulado todo ello sobre los 11 ejes temáticos indivisibles, porque son un engranaje de cohesiones y coherencias que han de ir dando progresivamente una España más justa, más solidaria, con una fiscalidad menos indecente,, que camina resuelta hacia la erradicación de la pobreza y la desigualdad extremas, con una economía social y una de mercado más eficientes y saludables, más moderna y capaz frente a los retos y las grandes transformaciones de esta hora, comprometida a vida con el hábitat común, limpio y eterno, de esta  Humanidad y de las venideras, más europea en la consciencia de que la una sin la otra no son nada. Una España en la que las mujeres pesen y manden tanto como valen, que es muchísimo, en la que federalizar diferencias y solidaridades no sea una pesadilla que unos pocos quieren aprovechar para que medre la crispación y el odio, sino que sea un sueño deseable y realizable en la España de todos y, además, perfectamente homologable con la Europa que estamos construyendo, bien es cierto que a trompicones y sustos pero ahí vamos … Una España, en suma, en la que el Trabajo, realizado y valorado con Justicia, sea el ascensor social hacia el progreso y la dignidad de todos y cada uno, y con él asegurar los fundamentos de lo que más debe unirnos como sociedad y como nación: La cohesión social y territorial, la igualdad de oportunidades y la garantía de que nadie quedará en la cuneta bajo ningún concepto.

De eso se trata según mi modesta opinión. Y por eso sería tan importante que la derecha democrática –que la hay, seguro- se sumara con sus propios aportes a este gran impulso histórico, porque con ella todo sería más rápido y más fácil, en especial las necesarias reformas legales y constitucionales que den marco y soporte democrático a esa nueva España. Ojalá.

Dos breves observaciones que son como esas cagaditas casi imperceptibles que dejan las moscas en el cristal al irse: 1) No tengo la menor reserva en lo tocante al dialogo y la concertación social. Pero sin perder de vista la memoria y sus enseñanzas, porque el océano de precariedad y pobreza laboral de hoy, así como la languidez del paisaje sindical en su conjunto, es en no poca medida resultado de varias décadas de supuesto “diálogo social” que  ha sido más un trapicheo entre aparatos concertantes que un compromiso serio y honesto con el bien común y los más desfavorecidos; engrasado generosamente dicho trapicheo por gobiernos diversos pero con el denominador común de vuelos y miradas cortísimas,  2) Malditos fueran para siempre quienes con su ceguera y su egoísmo secesionista contribuyeran a abortar este sueño de una España distinta y mejor para todos, ellos incluidos, y a devolver a la caverna reaccionaria la capacidad de abortar nuestras vidas, afanes y libertades.

Un Gobierno para una nueva España