martes. 23.04.2024

El decálogo de la imposibilidad: lo que algunos siguen sin entender

decalogo

El motor del 'tsunami' que está acompañando a Sánchez es una mezcla de indignación, rebeldía, orgullo y conciencia del valor de sus actos y decisiones como militantes del PSOE

Burjasot, Vigo, Córdoba, Madrid, Almería, Cádiz, Barcelona, Sabadell, Toledo, Albacete, sede central de UGT… todos, sin excepción y al margen de sus dimensiones, escenarios a rebosar para escuchar al candidato Pedro Sánchez. La perplejidad de quienes ocuparon la “tribuna de autoridades” y sus aledaños el pasado 26 de marzo en el madrileño recinto del IFEMA se ha convertido en silencio. Poco a poco han venido recibiendo  —no por los medios de comunicación convencionales, propicios al ocultamiento, sino a través de las redes sociales, del activismo de la militancia socialista y de algunos diarios digitales— esas imágenes y, seguro, han recordado el título de una película relativamente reciente: Lo imposible. Todo, en el proceso de primarias que vive el PSOE (el más largo de la historia de la socialdemocracia), parece estar marcado por lo imposible. Si hace algo más de un mes escribí un “decálogo de la perplejidad”, me atrevo ahora, como testigo de ese proceso, a intentar con este artículo el decálogo que corresponde, el de la imposibilidad.

UNO. Lo básico imposible. Si para cualquier demócrata mínimamente informado era imposible pensar que ante el cumplimiento de un compromiso central contraído con el electorado por parte del candidato y secretario general pudiera urdirse una conspiración para derrocarlo y, así, demoler el principal obstáculo para la vuelta al gobierno del PP, comprobamos el pasado octubre que esa imposibilidad podía romperse de manera especialmente brutal. 17 dimisiones de un día para otro eran una eventualidad imposible siquiera de imaginar: hablamos no de un partido recién llegado, sino de un partido democrático como el PSOE, curtido en mil batallas y en 137 años de historia y profundamente comprometido, desde su origen, con la justicia y con la verdad, con el más profundo sentido de la democracia. Lo imposible se hizo posible.

DOS. Fue decretada, a su vez, la imposibilidad de un gobierno alternativo. El 28 de septiembre de 2016 más de 4.000 firmas de profesionales y representantes del mundo de la cultura llenaron 3 páginas de El País pidiendo un acuerdo PSOE-UP-Ciudadanos, ¿o ya se ha olvidado? Esa misma noche se produjo la dimisión colectiva de los 17 (¿qué les importaba la opinión de esos firmantes?), con lo que cualquier posibilidad de avanzar por ese camino saltaba por los aires. Desde entonces, Podemos y sus ideólogos más antisocialistas de un lado y los columnistas y tertulianos más conspícuos de la derecha de otro se empeñaron a fondo para impedir que Sánchez/PSOE abriera un diálogo a dos bandas con el fin de diseñar un programa de progreso y regeneración democrática. ¿Era imposible? Es más, ¿es todavía imposible? Imaginemos por un instante que el PSOE no se hubiera abstenido, que en el segundo embate Rajoy hubiera sido rechazado. Imaginemos que Sánchez se hubiera esforzado, con el respaldo unánime de su partido, en buscar un acuerdo de mínimos que recogiera los elementos coincidentes de las tres fuerzas que estaban por la regeneración democrática y que se hubiera presentado como candidato a presidente. Si tenemos en cuenta que: 1) Ciudadanos no quería nuevas elecciones. 2) Unidos Podemos no se podía permitir otro NO a Sánchez tras perder el 26-J un millón de votos…. no es difícil pensar que Sánchez hubiera sido investido abriéndose una nueva etapa en la política española. Inestable, sin duda, pero no menos que la actual y sin corrupción y con el PP en su casa. Quienes negaron el pan y la sal a su secretario general, quienes “estaban en otra jugada” lo hicieron imposible. Aquí la imposibilidad no fue rota. Lamentablemente, se cumplió.   

TRES. Si la maniobra triunfó cuestionando los principios fundacionales del PSOE, lo imposible no podía ser sino culminar la “operación” con el respaldo de la inmensa mayoría de la militancia a la gesta conspirativa. ¿Cómo? En las primarias, tras la designación de un candidato (candidata en este caso) a la medida de los promotores del “cese” de Sánchez,  y en el Congreso, con la vuelta a la “normalidad perdida” tras un período de olvido y enfriamiento de ánimos. El proyecto de la dirección de facto del PSOE (la Gestora) no era otro de cara al próximo 21 de mayo. Sin embargo, en términos de democracia no cabe imaginar esa eventualidad porque de triunfar estaríamos ante la construcción del futuro de ese partido sobre una radical injusticia, sobre un proceso viciado de origen, que mancharía toda su historia. A mi entender, sólo el retorno de Sánchez a la Secretaría General podría borrar esa mancha, restaurar legalidad y legitimidad. Eso explica la masiva asistencia a sus actos, el retorno a ellos de afiliados que hace mucho dejaron de estar presentes y la mezcla de entusiasmo, emoción e ira que se ha extendido entre la mayoría de la militancia: “¿quiénes son ellos para quitarme al secretario general al que voté?” es la pregunta/motor que genera tan inesperada participación de los militantes en el proceso.  

CUATRO. La experiencia y la casi unánime opinión de especialistas, expertos, tertulianos y opinadores de toda laya nos hablaba de otro imposible: al margen del aparato, de la estructura de cargos públicos y de los centros de “reparto de influencias” en las proximidades de las adminsitraciones no cabía imaginar una captación de avales que fueran más allá de una superación, quizá algo holgada, del mínimo establecido estatutariamente. Que el candidato designado por el aparato arrasaría irremisiblemente. La imposibilidad, una vez más, saltó por los aires. Más de 53.000 avales logrados por el “excluido”, a una distancia mínima de la “designada”, mostraban un mar de fondo del que pocos, en la gestora y en la cúpula gestora, se habían enterado.

CINCO. Si alguien pensó algún día que los ex presidentes socialistas, quienes han ostentado la máxima responsabilidad política del país en nombre del partido iban a ser patrimonio de todos los socialistas y que era imposible que esa condición se quebrara, la imposibilidad se fue al garete en IFEMA. González y Zapatero, Bono o Rodríguez Ibarra, algunos ex ministros, optaron de manera abierta y beligerante por una candidata en un proceso con tres candidatos. Su patrimonio básico en situaciones críticas era la capacidad de mediación, la búsqueda de la unidad tras las primarias, el templar ánimos y restar dramatismo al debate, ser figuras incuestionadas e incuestionables. Si para muchos era imposible que ese principio se rompiera, la realidad demostró que se podía romper más fácilmente de lo esperado. ¿Quién y con qué autoridad moral mediará en el futuro? Las salas terciadas y las sillas vacías en sus actos explican de manera sobrada lo que piensan los militantes de su actitud, la caída en barrena de su credibilidad ante quienes antaño los aclamaron y respaldaron.  

SEIS. Imposible era la estabilidad política sin la abstención socialista. O abstención o terceras con derrota segura, tal era el lema. Aunque la elección de la Mesa del Congreso permitió que los más avezados le vieran la oreja a la posibilidad de una mayoría para la investidura, cuando esta se ha confirmado ha sido con la aprobación de los Presupuestos: no era necesario el PSOE. Lo imposible, ante el estupor de la mayoría de los militantes socialistas, se hizo posible.

SIETE. Pero había otra imposibilidad: ya hace dos años el propio Rubalcaba la había determinado, con toda solemnidad, ante el pleno del Congreso, en un debate sobre el estado de la Nación: tras los sms de Bárcenas, Rajoy no podía seguir siendo presidente bajo ningún concepto. Debía marcharse. Pues bien, ni los sms, ni la cadena de imputaciones posterior, ni la aparición de nuevos casos en Madrid, han ayudado a hacer imposible la continuidad de Rajoy. Estaba en manos del PSOE impedir que un partido imputado más de 5 veces por corrupción siguiera gobernando. Antes del 26-J estaba meridianamente claro. Y antes del 28 de septiembre. Después, se mandó al desván lo imposible. Lo negado meses antes, era realidad palpable. Ante la desolación y el estupor de cientos de miles de votantes.

OCHO. El diseño de la política post conspiración por parte de la gestora se ha basado en dos ejes: la abstención para evitar terceras elecciones y dar estabilidad al país (decían) y una oposición durísima al gobierno. El oxímoron (1) político sin solución a la vista: apoyo al gobierno / confrontación radical. La realidad está mostrando dos cosas: la primera, que hay gobierno PP presidido por Rajoy y sin modificar un ápice sus políticas; la segunda, que la oposición socialista asoma sin credibilidad alguna. Ver en televisión a Antonio Hernando enfatizar hasta la exageración un discurso duro anti corrupción es una imagen que roza lo inverosímil. ¿Nadie en la gestora ha pensado que cada vez que su rostro aparece en pantalla descalificando al PP y a Rajoy el espectador se pregunta de inmediato por qué se abstuvieron y facilitaron su gobierno entonces? Estamos ante otra quiebra de la imposibilidad. Si era imposible el binomio dar el gobierno y oponerse frontalmente a él a la vez, la gestora lo ha hecho posible. De milagros trata el juego.

NUEVE. Siempre he pensado que era imposible realizar un debate electoral (de cualquier tipo, con más razón el que acompaña a unas primarias) sin contrastar programas que han sido hechos públicos previamente. El pasado 15 de mayo asistimos a un debate en el que la candidata que contaba con el respaldo de la estructura y de la “tribuna de autoridades” de IFEMA ampliada iba sin programa. Es más: lo presentó dos días después sembrando dudas notables sobre su voluntad futura respecto al papel de los militantes. Las más razonable imposibilidad se hizo posible. Aunque cueste un trabajo infinito creerlo.

y…. DIEZ. Fue Atahualpa Yupanqui quien al definir la patria dijo: “mi patria son mis hermanos que están labrando la tierra”. Asistimos estos días a un despliegue desmesurado del término PSOE con adjetivos y adverbios, por delante y por detrás que en vez de dignificarlo lo frivolizan: “mucho”, “mas”, “100%”, “todo”. ¿Es necesario tal despliegue? ¿Cómo se puede identificar a 53.000 militantes con un peligroso colectivo que quiere entregar ese partido a Podemos? Creo que el PSOE está formado por afiliados inteligentes, lúcidos, que viven, trabajan, están parados, estudian, y hablan con sus vecinos de política. Hace muchos años que confiesan en voz baja su pertenencia al PSOE para no escuchar reproches por errores que no se les consultaron o que sólo con una inmensa buena voluntad acabaron asumiendo. Han asistido una y otra vez a promesas de renovación que se volatilizaban. Pero lo de octubre superó todo lo previsible. Y despertaron. Ahora observan que sus vecinos se dirigen a ellos esperanzados. Toman plena conciencia de su poder: del altísimo valor el principio “un militante un voto”. Han recuperado el entusiasmo. Llenan los mítines y muestran el orgullo de ser del PSOE y la esperanza de que éste recupere ese amplísimo espacio de la izquierda. Como los hermanos de la canción de Atahualpa, esos son el PSOE, los que lo hacen cada día. Es el motor del tsunami que está acompañando a Sánchez. Una mezcla de indignación, rebeldía, orgullo y conciencia del valor de sus actos y decisiones como militantes del PSOE. Hace solo unos meses parecía imposible… Pero, en este caso por fortuna, esa imposibilidad también ha saltado por los aires.

Hasta aquí el decálogo de la imposibilidad. Una suma de reflexiones para aquellos que hace mucho que han dejado de pensar con la mente del socialista de a pie, que tiene que currarse cada día el convencimiento al vecino o al compañero de trabajo o de estudio. Reflexiones que llevan a una conclusión: las dos generaciones de jóvenes (reitero: nuestros hijos) que hoy están en Podemos y sus aledaños, que han comenzado a desconfiar del populismo porque les lleva a un callejón sin salida, que comienzan a ver las grandes posibilidades de una socialdemocracia renovada, mirando a la izquierda, a confiar en el PSOE con un liderazgo innovador, próximo y coherente, están ahí, observando y esperando a comprometerse de nuevo. No es el populismo, ni la podemización (estos días, revisando viejos papeles, he visto cómo en los 70 se demonizaba a los promotores de Suresnes, incluso al PSP de Tierno Galván, por los dirigentes históricos del exilio, afirmando que era la infiltración trotskista que pretendía llevar a ese partido hacia el comunismo), ni la quiebra de las señas de identidad del PSOE de siempre. Es la identificación con las demandas del siglo XXI, es el necesario camino a una socialdemocracia que salga de las sombras de un tiempo de crisis, recortes e impotencia. Son, según el CIS, 3,5 millones de votos que no hace tanto fueron votos socialistas. Hace solo unos meses parecía imposible recuperarlos con la sigla histórica y el color de siempre, el rojo. Esa imposibilidad se está quebrando también. Debemos celebrarlo. Sólo hay una condición para que se haga realidad: que el día 21 Sánchez sea el más votado en las primarias.


(2) Oxímoron: Figura retórica de pensamiento que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto. “La muerte viva”, el “silencio sonoro”…..

El decálogo de la imposibilidad: lo que algunos siguen sin entender