martes. 16.04.2024

‘Lo que no es posible es falso’

sanchez

Decía Max Weber que en política lo que no es posible es falso. Una afirmación quizás demasiado rotunda, pero que define con acierto algunas conductas de retórica exigente tras la constitución del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez

En un artículo que publica el 27 de junio en El País, el secretario general de CCOO, Unai Sordo, afirma a propósito del nuevo Gobierno y la necesidad de no defraudar las expectativas creadas, que “sería tan mala la incapacidad de dibujar un escenario de políticas alternativas en el largo plazo, como fijarse un conjunto de retos inmaterializables en el corto plazo”. Creo que ahí reside la clave para no defraudar a los millones de personas que han recibido con alivio el triunfo de la moción de censura y la constitución del nuevo Gobierno por parte de Pedro Sánchez.

Fui en su día crítico con el discurso que, en pleno fragor de las primarias socialistas, devolvió a Pedro Sánchez el liderazgo del PSOE. Una propuesta, entonces, no exenta de populismo de ocasión, sensible a “lo que pedía la calle”, prometiendo tantas consultas a la afiliación como fueran menester, a la vez que dibujaba un modelo de partido fuertemente centralizado en torno al secretario general. Claro que enfrente tenía a una candidata de verbo frondoso, demagogia excesiva y acusada ausencia de propuesta de izquierdas. La tormenta perfecta para que Pedro Sánchez recuperara la secretaría general.

Fuera como fuese, el ahora presidente del Gobierno ha demostrado coraje, responsabilidad y talento para sacar adelante una moción de censura, en un contexto de fuerte fragmentación y debilidad parlamentaria, pero que la sentencia del Caso Gurtel, apuntando con la corrupción a las tripas del PP, convertía en inevitable. Su nombramiento como Presidente y la constitución del Gobierno, no exento de algún sobresalto, acabó con todas las dudas y más allá de las simpatías explícitas o moderadas que nos merezcan las ministras y ministros del gabinete, lo cierto es que Sánchez ha sabido formar un Ejecutivo con 11 mujeres y 6 hombres, de probada capacidad profesional y política, y por lo tanto alejado de la improvisación y la chapuza. Las primeras medidas así lo indican. Su voluntad de diálogo político con el Govern desde el respeto al marco constitucional, su decisión de dar acogida a los 629 refugiados/as del Aquarius, su pronta reunión con sindicatos y organizaciones empresariales, su apuesta por Europa y por la confluencia con las/os gobernantes más europeístas (sin ignorar las dificultades que ello comporta), su voluntad firme de impulsar algunas iniciativas de regeneración y justicia democrática como la de exhumar los restos del dictador Franco del Valle de los Caídos o la de devolver profesionalidad, credibilidad y pluralismo a RTVE, la disposición a cambiar los capítulos más lesivos de la reforma laboral (debe entender que la reforma de Zapatero de 2010 está también en el origen de algunos males del mercado de trabajo y la negociación colectiva), o su terca y honesta apelación a la igualdad social y de género, han de entenderse como buenas iniciativas.

Los retos y las alianzas

Es aquí donde todos, especialmente los que militamos en las izquierdas, hemos de saber actuar para que este proyecto progresista no descarrile. El movimiento sindical ya ha concretado sus demandas y ha advertido que será exigente con todo aquello susceptible de reunir los apoyos necesarios para salir adelante, y que afectan al corazón mismo de las relaciones laborales. Pero como bien advirtió Unai Sordo, sería deseable que no viésemos el final del capitalismo a la vuelta de la esquina. El nacionalismo catalán ha de ser consciente de que ya no será tan fácil hablar del “enemigo español” que reside en Moncloa y tendrá que descifrar su propio jeroglífico. O dialoga a partir de la lealtad constitucional o no saldrá del atolladero del independentismo emocional y tramposo en el que anda metido. El 9 de julio se producirá la primera reunión de ambos presidentes y sabremos a qué atenernos. El nacionalismo vasco, quizás el interlocutor más fiable del Gobierno, no ha perdido el tiempo. Urkullu y Sánchez han mantenido un primer encuentro con propuestas sobre la mesa, unas más factibles que otras, pero siempre acreedoras de ser evaluadas respetando las reglas del juego. Podemos ha de madurar de una vez. Debe adentrarse en la cultura de gobierno y saber que se puede ser exigente y reivindicativo, sin establecer líneas rojas a las primeras de cambio. Las izquierdas y fuerzas asimiladas, todas (PSOE, Podemos y las que viven en la orfandad) deben explorar vías distintas a las seguidas hasta ahora. Los diversos proyectos de cambio y transformación han de batirse en buena lid, no solo pensando en el achique de espacios, sino en ensanchar el territorio progresista. Si son capaces de trasladar a la ciudadanía que, desde la autonomía de cada ideario, se puede converger y trabajar en la misma dirección, el voto progresista se incrementará. Sobran en este sentido, declaraciones extravagantes como las de Podemos de Andalucía, cuando amenaza a IU de que si pacta con el PSOE en los ayuntamientos (o en cualquier otra instancia) no habrá acuerdo. ¿Prefiere acaso que gobiernen PP y C’s? O cuando Pablo Iglesias ejerce, con más ego que imaginación, de virtual vicepresidente, insinuando la gestión compartida con el Gobierno, al proclamar con solemnidad que “esto va bien, porque yo me reúno con Torra y Sánchez con Urkullu”….

Por su parte las derechas andan buscando su sitio. El PP tratando de renovarse a su manera: con más Rajoy o más Aznar, según quien gane las primarias. Ciudadanos, todavía despistado por su incomprensible actuación antes, durante y después de la moción de censura. Esto de sentirse gobierno, encuesta en mano,  a golpe de medidas de acentuado contenido conservador, le acerca más a las formaciones de la nueva derecha europea (en algunos casos, derecha extrema), que al partido liberal reformista que dice ser y no es. Es un grave problema que tiene la derecha, que hace un mes sumaba escaños para gobernar con mayoría absoluta y ahora busca desesperadamente relanzar partido y estrategias. Un reciclaje democrático no viene mal.

Y finalmente el PSOE. Nadie como él ha de ser consciente de que los puntos más débiles de su hoja de ruta son, por este orden, su fuerza parlamentaria (85 diputadas/os) y la necesidad de gobernar en abierta minoría; las frágiles y erráticas compañías políticas en este viaje, que no puede ser el de Ítaca; y una derecha rígida e intolerante, incapaz de distinguir entre liderar la oposición y agitar un motín.

No obstante, cabe decir que, por lo que ya conocemos, ha merecido la pena asumir riesgos y ganar la moción de censura.

‘Lo que no es posible es falso’