viernes. 19.04.2024

La imprudencia del arrogante

Lamentablemente en la política española abundan quienes, incapaces de pensar en los intereses generales del país, confunden a menudo el placer con la felicidad, y exhiben su arrogancia, aun a costa de sacrificar la política con mayúsculas

Hace ya algún tiempo que en nuestro país los debates parlamentarios son un intercambio abrupto de agravios y ofensas, lejos de las necesidades de la sociedad española. El Gobierno acude al parlamento con iniciativas y propuestas de diversa naturaleza, alguna de gran relevancia política como el Proyecto de PGE 2021, pero las intervenciones del presidente o de sus ministras y ministros para defender aquellas solo merecen las descalificaciones, sin más, de las derechas, ya sean estas del centro o la periferia, y las ensoñaciones del independentismo. La responsabilidad del deterioro político y del creciente descrédito de las instituciones democráticas no es, por tanto, la misma, porque unos buscan este descrédito y otros tratan de evitarlo.

A la escuela de la arrogancia se apuntan dirigentes políticos de ámbitos bien distintos. Hay un diálogo en uno de los capítulos de la serie de tv JAG. Alerta Roja, que retrata a la perfección la situación:

  1. “Puedes llegar a ser tan engreído… 2.- Querrás decir, seguro de mí mismo? 1.-   No!! Quiero decir, gilipollas”   

Lo peor de esta manifestación de soberbia, es que encanalla, hasta hacerla insoportable, la vida política, y bloquea la propia esencia de la democracia: el diálogo plural, el consenso, el acuerdo, sin que por ello haya que renunciar al discurso ideológico de cada formación política. El ejemplo de lo que digo, lo confirma, con mayor o menor constancia e intensidad a lo largo del tiempo, el diálogo social de organizaciones sindicales y empresariales, con la activa y eficaz intervención en este último periodo del Ministerio de Trabajo. Sindicatos, patronal y Gobierno no renuncian a su ideario reivindicativo, pero ponen sobre la mesa la realidad del trabajo y la economía e impulsan una actuación concertada. No pretendo edulcorar el diálogo social, también sometido a las tensiones del momento político. Únicamente, apunto una forma de entender el conflicto y la negociación desde una experiencia más saludable.

Sería injusto, si no subrayara en medio del ruido, el reciente acuerdo de las principales fuerzas políticas alcanzado en la Comisión Parlamentaria del Pacto de Toledo, para avanzar una reforma futura del sistema público de pensiones. Un precedente de consenso amplio en torno a una materia de especial sensibilidad y de gran impacto social, como es la de ofrecer certidumbre a millones de personas sobre el presente y futuro de sus pensiones.

Vayamos al grano

En el reciente debate del proyecto de PGE 2021 presentado en el Congreso de los Diputados por la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, asistimos a un espectáculo de intervenciones poco edificante, apenas salvado por la ministra. En el centro de la polémica, el apoyo de Bildu a la tramitación del presupuesto, o la reivindicación independentista, con las peores artes posibles, de la llamada inmersión lingüística. Las derechas -alguna de ellas, todavía resistente a la lógica democrática de las urnas que hace que el poder no les pertenezca por decreto-, solo jalean el sentido del voto del resto de los partidos, cuando sirve para derrotar al Gobierno, es decir, para votar junto a las derechas. ¿Qué hubiese pasado si Bildu, el PP y Vox hubiesen votado lo mismo, como tantas veces? Pues que es el resultado de la democracia. Y es que al PP le sobra perfil autoritario y le falta poso liberal.

Yo valoro la decisión de Bildu de participar del método parlamentario, sin que ello altere mis ideas. Exigimos eso cuando ETA asesinaba y no vamos a lamentarlo ahora. Incluso que convierta su actuación en un recital de proclamas extravagantes. Otra cosa es la burda utilización que ha hecho Pablo Iglesias del acuerdo alcanzado con Bildu, en su particular cruzada contra el socio mayoritario de gobierno, por un lado, y su chabacana reivindicación de excluir a C's del pacto presupuestario, por otro. Su arrogancia para marcar territorio es radicalmente incompatible con la lealtad que le debe al gobierno del que forma parte como vicepresidente. Y aunque Arrimadas le sigue el juego, con su cantinela de que el Ejecutivo debe elegir aliados -seguramente presionada por un sector de su partido que Rivera espolea-, nada justifica la actitud de outsider de Iglesias. Sabe Arrimadas que sus votos no suman para sacar el presupuesto adelante, y solo desde la retórica fatua puede entenderse su alegato. Más valdría detenerse en el contenido real de los PGE para lograr apoyos al mismo, trascendiendo a la ruin pelea de los intransigentes.

Mientras tanto, el PSOE debería abandonar la trinchera de la resistencia -sofocar el fuego amigo y responder a la artillería enemiga- y actuar con mayor liderazgo a fin de que la política recupere su función como herramienta para solucionar los problemas de la gente, sobre todo la más vulnerable. Con seguridad, habrá que esperar a tener presupuesto, pero el PSOE lleva demasiado tiempo ‘capeando el temporal’ y dejando hacer, quizás atendiendo a la naturaleza de su grupo dirigente. Lo que resulta ultrajante es la crítica iracunda de alguno de sus apartados eméritos, a los que la prudencia debería aconsejarlos a proteger mejor sus vergüenzas.

Este gobierno sigue siendo el de la mayoría progresista, con todas las cautelas que cada cual quiera imponerse, y los PGE 2021 el baluarte imprescindible para que la estrategia política tome el relevo de la urgencia y la componenda. El Gobierno, siempre, y el presupuesto, ahora, son los grandes objetivos a batir de las derechas en su intento por medrar en medio del fango. Y es justo lo que hay que evitar. Para ello sería conveniente, que las izquierdas ensanchen el territorio progresista y dejen de mirarse en el espejo de las vanidades. En esta estimulante aventura, todos deberían huir de la soberbia, porque los soberbios, en palabras del poeta mexicano Amado Nervo “siempre acaban muy solos”.

La imprudencia del arrogante