viernes. 19.04.2024

Economía circular en el marco de la sostenibilidad: la hora de la gran transformación en España

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Para avanzar por la senda de una verdadera economía de la sostenibilidad, es imprescindible, como primer paso, implantar reglas de la eco-eficiencia en los esquemas de producción para conseguir la desvinculación del crecimiento económico respecto al impacto ambiental

El novedoso concepto de Economía Circular no es una moda pasajera porque está cimentado en las añejas teorías que sustentan la “ciencia de la sostenibilidad”, si bien ahora está adquiriendo una gran popularidad y protagonismo en el ámbito económico, social y ambiental.

La Economía Circular, de hecho, se ha introducido con fuerza en la actual política de la Unión Europea, marcando claramente a los países miembros, como en el caso de España, la buena dirección para la urgente transición hacia un cambio de paradigma basado en la lógica de la sostenibilidad.

La clave estratégica, en general, es transformar el “metabolismo” de la sociedad posindustrial para engranar la economía mundial con la ecología global mediante un proceso de cambio y transición hacia nuevas formas producir, consumir, distribuir, pero transformando, también, nuestras formas de ser, de estar, de conocer y de pensar.

A nuestro entender, la Economía Circular debe concebirse como un pilar esencial de la nueva Economía de la Sostenibilidad, que incluye, asimismo, de forma integrada y sinérgica la Economía Verde (ecoeficiencia y mejora del capital natural), Economía Hipocarbónica (descarbonización y energía limpia), así como la Economía Colaborativa (suficiencia y consumo alternativo).

Para avanzar por la senda de una verdadera economía de la sostenibilidad, es imprescindible, como primer paso, implantar reglas de la eco-eficiencia en los esquemas de producción para conseguir la desvinculación del crecimiento económico respecto al impacto ambiental. Un primer paso, para avanzar hacia el objetivo superior de lograr la “desmaterialización”, “desenergización” y “descarbonización” del sistema económico, lo que supone producir mejor (no necesariamente más, sino “lo suficiente”) con menos consumo de recursos, menores emisiones y menor contaminación.

Y esto, sin duda, es un requisito estratégico del sistema productivo para contribuir significativamente a un cambio de modelo que pueda impulsar un progreso sostenible, siempre que puedan evitarse los llamados efectos de “rebote y de “volumen”, que contrarrestan inesperadamente las ganancias de sostenibilidad logradas. Sin embargo, también es necesario replantear los esquemas que rigen los patrones de bienestar (“más allá del PIB”) y distribución equitativa para eliminar las desigualdades sociambientales. Porque, además de eficiencia se trata de encontrar la racionalidad y la “suficiencia” en el consumo. Y la pregunta sigue siendo: ¿cuánto es suficiente?

En definitiva, los actuales modos productivistas y consumistas, deben encarar de forma prioritaria una transición rápida y “justa” (sin dejar a nadie atrás), evolucionando desde la economía de ciclos abiertos a la economía de ciclos cerrados para que el sistema económico sea más eficiente, racional y sostenible. Lo que ahora se plantea son cambios revolucionarios en los sistemas de producción y consumo que vayan más allá del uso eficiente de los recursos y el reciclado de los residuos.

El actual modelo lineal, basado en “tomar-fabricar-consumir-eliminar” es agresivo con el ambiente, despilfarrador  y esquilmador de las fuentes de suministro y de los sumideros naturales. De ahí la importancia de pasar de procesos productivos con metabolismos lineales a procesos metabólicos de ciclos cerrados, avanzando en la nueva Economía Circular, basada en una producción imitativa de la naturaleza, en la biomímesis, el diseño regenerativo, la economía del rendimiento y la filosofía del ciclo de vida de la “cuna a la cuna”.

En un modelo económico circular se protege el capital natural y se maximizan los recursos materiales y energéticos para que estos permanezcan el mayor tiempo posible en el ciclo de producción y consumo, se evitan las externalidades y se recuperan materiales y sustancias que posteriormente se reincorporan al sistema. De esta manera, los residuos de unas empresas tienen que ser gestionados como subproductos y utilizados como inputs por otras empresas, buscando maximizar las complementariedades y las economías de integración. El consumo de energía se reduce al mínimo y proviene de fuentes renovables. Una de las claves es reducir todo lo posible la generación de residuos y a aprovecharlos al máximo, lo que se aplica tanto a los ciclos biológicos (bioeconomía) como a los ciclos tecnológicos (urbano-industriales).

La Unión Europea [1] está decidida a promover seriamente la transición hacia un modelo de economía circular frente a la convencional modalidad de economía de tipo lineal del uso de recursos, fabricación de productos y eliminación de desechos.

Siguiendo la estela europea, en España se acaba de presentar (febrero de 2018) la Estrategia Española de Economía Circular [2], con el horizonte a 2030, bajo la coordinación del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente y del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, en colaboración con el resto de ministerios implicados, las comunidades autónomas y la Federación Española de Municipios y Provincias.

Esta iniciativa es de una especial trascendencia para encarar la transición socioecológica del modelo económico español en clave de sostenibilidad integral. En particular, para alcanzar una gran parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, en especial el ODS nº 12, sobre “consumo y producción sostenibles”, donde la Economía Circular es un eje vertebrador.

Es necesaria una gran voluntad política para rellenar de contenido operativo una estrategia de tal envergadura, con leyes efectivas que se cumplan. En el pasado ya hemos tenido iniciativas similares o, incluso, de mayor alcance que se han desvanecido silenciosamente. ¿Alguien se acuerda de la ambiciosa y bien orientada Estrategia Española de Desarrollo Sostenible de 2007?

Esta es una gran oportunidad para modernizar la economía española. Para lograr una economía de ciclos cerrados, se necesitan profundas reformas políticas específicas y bien dirigidas como son, por ejemplo, los sistemas de apoyo a las energías renovables y a la eficiencia energética, la política de emisiones, el diseño ecológico, la ecoinnovación, Igualmente, se precisas grandes y continuadas inversiones en sectores clave durante un período de tiempo considerable.

Además, se deben considerar una serie de nuevas medidas complementarias, como un uso más proactivo de la contratación pública, destinando inversiones en favor de la eficiencia de los recursos, y la promoción de nuevos modelos de negocio orientados a las ventas funcionales. También hay que profundizar en  los objetivos y los indicadores más sofisticados que den fiel información sobre el reciclaje de materiales, la durabilidad, la circularidad. Igualmente, hay que perfeccionar las herramientas de evaluación para superar las actuales carencias de datos y conocimientos en el ciclo de los materiales y los patrones de producción y consumo.

Ciertamente, son muchos los retos y también las oportunidades aparejadas. De esta manera, la transición a una economía de metabolismo cerrado por vías sostenibles exige la introducción de cambios en todas las cadenas de valor, incluyendo el diseño de los productos nuevos modelos de gestión y de mercado, nuevos modos de conversión de los residuos en un activo y, especialmente, nuevos modelo de negocio y nuevas formas de comportamiento de los ciudadanos-consumidores.

Con relación a los modos de consumo y etilos de vida, frente a una economía dirigida al producto (de comprar para poseer), mediante la circularidad se aboga por una economía más dirigida al servicio y a un consumo colaborativo para compartir, redistribuir, remanufacturar o reutilizar los productos, al tiempo que se combate la perversión de la “obsolescencia programada”.

Respecto al imprescindible uso de incentivos e instrumentos económicos de gestión, en este modelo circular se debe asumir que los precios no deben mentir, sino que tienen que relejar su verdad ecológica, por lo que se deben marcar según su coste real para internalizar las externalidades y favorecer un consumo racional. A estos efectos, además de una fiscalidad positiva para favorecer a los subproductos, se debe abordar una Reforma Fiscal Ecológica de “doble dividendo”, tanto económico (beneficiar al factor trabajo y a la creación de empleo), como ecológico (fomentando el menor consumo de recurso y un menor impacto ambiental).

En la dimensión socioeconómica, afloran enormes potencialidades a medio plazo para la creación de “empleo sostenible” (más que “verde”, de calidad, estable y no deslocalizable) desde la perspectiva de un cambio de modelo de ciclo cerrado inspirado en la sostenibilidad. Una economía que favorece la reutilización y el reciclaje de materiales, así como la extensión de vida del producto es, por definición, más intensiva en mano de obra que una economía lineal de flujo de recursos y de  eliminación de residuos. Hay que contemplar la economía circular, no solamente como una solución a un problema ambiental, sino como una parte integral de las estrategias de ecoeficiencia y competitividad que conlleva la creación de nuevos yacimientos de empleo y la reducción del desempleo estructural. Al tiempo, se puede combatir la fuerte dependencia externa de las materias primas, así como el riesgo asociado a su suministro, a sus precios elevados y a su volatilidad.

En todo caso, la puesta en marcha de una verdadera hoja de ruta para la Economía Circular a nivel nacional, pasa indefectiblemente por un planteamiento estratégico que involucre de forma proactiva a las Ciudades. Esta hoja de ruta, deberá comprender objetivos y estrategias de largo plazo así como medidas y acciones de corto plazo, y que integre los esfuerzos a diferentes niveles: estatal, autonómico y local, incluyendo sectores industriales específicos, pero dando un énfasis especial al rol de las ciudades para aprovechar las capacidades transformadoras y las potencialidades emergentes de los complejos socioecosistemas urbanos.

Todo esto requiere un cambio sistémico completo, con innovaciones y tecnologías disruptivas, que vayan más allá del uso eficiente de los recursos y el reciclado de los residuos, lo que implica la colaboración y el compromiso en favor de una “gobernanza multinivel” con la contribución de todas las partes interesadas. De esta manera, los agentes económicos y sociales y la sociedad civil organizada son todavía más fundamentales para impulsar activamente los imprescindibles procesos participativos de cambio estructural. Llama la atención que en la citada estrategia española, con un presupuesto de más de 836 millones de euros, el apartado de “sensibilización” solo represente el 0,06%, y también figure una modesta partida del 2,4% dedicada al sector consumo, frente al grueso del 57,15% dedicado a la reutilización del agua.

Aquí, una vez más, los ciudadanos-consumidores, cuyas decisiones de compras de productos y sus hábitos de comportamiento son decisivos, tienen que asumir una mayor responsabilidad para acelerar la transición hacia una economía circular, tomando conciencia de su enorme fuerza para cambiar los estilos de vida, catalizar las transiciones y garantizar el bienestar sostenible a largo plazo.

Porque si no somos nosotros, ¿quién; ¿ y si no es ahora, ¿cuándo?


[1] El paquete de Economía Circular, adoptado por la Comisión Europea el 2 de diciembre de 2015, ha dado un impulso importante para apoyar esta transición. Este paquete incluye propuestas legislativas y un Plan de Acción sobre residuos con metas a largo plazo para reducir el vertido y aumentar el reciclaje y la reutilización.
[2] En esta estrategia, se identifican cinco sectores prioritarios de actividad: sector de la construcción, de la agroalimentación, de la industria, los bienes de consumo, y el turismo. Se cuenta, además, con un Plan de acción 2018-2020, con cinco líneas principales de actuación: producción, consumo, gestión de residuos, materias primas secundarias, y reutilización del agua. Además, con carácter transversal, se incorporan tres más: Sensibilización y participación, Investigación, innovación y competitividad, y empleo y formación. Actualmente está abierto un periodo de información pública, para aportaciones al mismo. Este primer Plan de Acción incluye 70 actuaciones a poner en marcha durante el periodo 2018-2020. El Presupuesto es de más de 836 millones de euros. El plazo para el envío de observaciones y comentarios al texto empieza el 12 de febrero de 2018 y finaliza el 12 de marzo de 2018, ambos inclusive. Se pueden dirigir a la dirección de correo electrónico

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