viernes. 29.03.2024

Una vergüenza nacional

El desempleo juvenil o paro juvenil hace referencia a la cantidad de población activa de entre 15 y 24 años de edad que se encuentra sin empleo.

En España se sitúa en el 40% tras haber llegado a casi el 50% y eso es, o debería ser, el centro de cualquier política, pero todos los  partidos lo obvian y se transforma en una ofensa para todos; una lacra con la que no podemos transigir. Nuestra sociedad se encuentra aprisionada entre las dos mordazas de una tenaza asesina:el paro juvenil, que impide los proyectos vitales y el paro de los mayores de 50 que les corta la posibilidad de acabar la suya dignamente. Estos mayores representan el 25%de los parados nacionales y si introducimos en la ecuación el elemento transversal formado por las mujeres, lo que tenemos es la tormenta perfecta; la condena de una sociedad cuyo futuro queda seriamente amenazado de muerte.

Personalmente, no creo que haya nada más importante, nada que pueda desviar el foco y la atención de algo tan siniestro, tan definitorio como este cáncer que nos va a condenar a todos y condicionar el futuro de nuestro sistema entero. Todo lo que hemos pensado y considerado como normal se desmorona si los jóvenes no pueden trabajar y alimentar el sistema y si los mayores se ven amenazados por una despedida cruel que les impida aportar su experiencia y recoger el fruto de sus aportaciones.

No noto esa urgencia que sí siento entre mis amigos y conocidos cuando surge la discusión; veo una nube de humo construida de mentira, falsedad y egoísmo,pero no escucho que esta espantosa realidad nos va a condenar a todos y que es el centro de preocupación de todos los partidos.

Habrá elecciones y escuchareis muchas cosas; dirán que ellos saben lo que es importante; que saben lo que nos hace falta, pero cerrar vuestras almas y vuestras cabezas a todo lo que no sea la atención de esta desgracia colectiva. Todo lo que se salga de este foco, será ruido de confusión y furia mientras la sociedad entera se deshace de la mano de esas cifras.

Una vergüenza nacional