viernes. 19.04.2024

Los ladrillos mágicos

hospital isabel zendal

España está llena de infraestructuras abandonadas cuya rentabilidad social ha sido nula. Ensoberbecidos por el poder y la capacidad de gastar, nuestros políticos han devenido, desde hace años, en modernos faraones que dejan tras de sí obras muertas que no aportan nada. Ejemplos tenemos cientos: piscinas olímpicas vacías y destruidas; aeropuertos sin aviones; tendidos férreos de alta velocidad sin tráfico y complejos municipales abandonados llenos de nada cuyo retorno ha sido cero.

Es como si nuestros políticos, además de ego, tuvieran una concepción mágica sobre el poder emanado desde cada infraestructura, olvidando que lo que hace rentables y útiles a todas esas obras es el plan de explotación: la inversión en personal, en el plan de gestión, la planificación del alma funcional que convierte cada obra de esa naturaleza en una fuente de riqueza social, descubrimiento científico, movilidad de proyectos o vida sana.

Esta pandemia ha demostrado la increíble capacidad que tiene la ciencia para cambiar nuestras vidas, para arreglar los desaguisados que la evolución nos ha regalado y de lo que podemos hacer para prevenir los que, seguro, nos va a deparar en el futuro. El último ejemplo de este tipo de infraestructuras sin “alma” lo tenemos en Madrid con el hospital Enfermera Zendal. Me gustaría que el ejemplo pudiera ser otro y que tuviera la misma actualidad, pero es que es realmente ilustrativo de esa “magia”, de ese poder taumatúrgico que los políticos le otorgan al cemento.

La verdadera importancia de un hospital -de cualquier hospital- es su capacidad para generar salud mediante la investigación, la sanación, la formación de profesionales y la capacidad de culminar todo un largo proceso que empieza en la atención primaria. Una instalación hospitalaria, per se, no es nada sin todo ese plan de gestión, de planificación y de adecuación a las necesidades de la medicina moderna. Y toda esa planificación lleva un tiempo largo de trabajo silencioso, de estudio, de coordinación con los responsables de cada uno de los centros ya en servicio. Sin esa dotación intelectual, un edificio no es más que una montaña de ladrillos, acero y cristal que nada aporta y que sólo es capaz de detraer recursos de otros centros ya en marcha -ya muy complicada -para no aportar nada.

Por supuesto que contar con un nuevo hospital es una buena noticia, pero se convierte en menos buena, casi mala, si no va acompañado del adecuado plan de explotación. Y ojo, no es que Ayuso se haya columpiado, no: es que tenemos la puñetera manía de hacerlo con todo y de hacerlo siempre igual, de manera que los discursos políticos se llenan de “hechos” y de “realidades” que son obras muertas, sin alma: son tumbas de cantidades inmensas de dinero que no han generado nada salvo el beneficio industrial del constructor, alguna corruptela - no siempre, pero de manera frecuente - y pare VD. de contar.

En contra de esta concepción del dinero público como gasto, se levanta la ciencia demostrando la viabilidad del retorno, de convertir el gasto en una verdadera inversión rentable que permea a la sociedad entera repartiendo beneficios y bondades. Es cierto que todavía algunos negacionistas nos intentan convencer de lo perjudiciales que son las vacunas - la última del Covid es blanco de todo tipo de idioteces - pero contra esa idea, imaginemos un mundo habitado por 7 mil millones de seres humanos hacinados SIN VACUNAS, sin ninguna de ellas, sin excepción.

Las consecuencias son conocidas y hay precedentes de la extinción casi completa de civilizaciones enteras: toda américa sufrió el impacto de la viruela y se calcula que las bajas llegaron a suponer más de un 90% de las poblaciones originales. Recientemente se está comprobando que las crónicas de exploradores del Amazonas en los siglos XV y XVI,  que todos pensaban exageradas y poco realistas, eran verdad: había poblados de miles de personas en lo que hoy son zonas deshabitadas y abandonadas por el ser humano. Y hay muchos ejemplos que cuentan esos efectos en poblados enteros desaparecidos en el plazo de semanas, las que mediaban entre la ida de los exploradores y su vuelta por el mismo camino.

Ya conocemos ese mundo y se llamaba paleolítico y ya conocemos a qué conduce la edificación sin planificación. A la comprobación de que un ladrillo es sólo un ladrillo sin magia ninguna que le ayude a cambiar la realidad. La realidad se cambia con trabajo y con  cabeza.

Abandonemos la magia y abracemos la ciencia, que nos irá mejor.

Los ladrillos mágicos