viernes. 29.03.2024

Soy español sin ganas

El retroceso de las libertades y derechos ciudadanos no son una nueva parte constituyente del sistema sino simplemente el régimen político de la Transición ya sin atrezo

El franquismo impregnó en la gente la creencia, como arquetipo casposo, del español díscolo e insurrecto, cuyo carácter se compadecía poco con la libertad, que confundía con el libertinaje, y necesitaba “mano dura” que lo llevara por el buen camino. Dicho prejuicio, rescatado de la vieja tradición del “vivan las cadenas”, fue volcándose pacientemente en la ciudadanía de igual modo que la mantis religiosa inmoviliza a otros insectos para devorarlos, inyectándoles en las articulaciones un humor anestésico. De ello eclosionó el llamado franquismo sociológico de largo aliento en la singularidad del régimen político actual. Ortega definió la restauración canovista como una gran fantasmagoría concepto que no es ocioso aplicar al sistema de la Transición, cuyo equilibrio consistía en la impostura de la vida pública con la renuncia de la izquierda y los nacionalismos periféricos a las ideas y los propósitos que eran su razón de ser. Ello, en el fondo, constituía el final de la política en su sesgo democrático y dialéctico, ya que el peligro de una situación así, una situación de inmunodeficiencia ideológica, estaba en que los partidos podían ser penetrados como la mantequilla por los fuertes intereses de las élites tradicionalmente dominantes, más aún en una sociedad en la que el tránsito a la democracia no significó ninguna quiebra de los poderes reales y sólo su adaptación a una fórmula nueva.

El retroceso de las libertades y derechos ciudadanos, por consiguiente, no son una nueva parte constituyente del sistema sino simplemente el régimen político de la Transición ya sin atrezo. Se ha dicho que Cataluña no puede salir de España pero sí puede erosionarla considerablemente. El caso catalán ha supuesto un proceso de ruptura con el régimen que unido a la caída del bipartidismo ha dejado al Estado posfranquista en los ijares de sus propias limitaciones y contradicciones, singularmente en su etiología represiva y restrictiva del formato polémico de la vida institucional.  La mecánica propagandística de los medios de comunicación dinásticos y estamentales de nuevo están resituando el espíritu de la opinión pública en los parámetros del franquismo sociológico. Es una suma de conductas extremadamente significativa del estado de espíritu que se está propagando en la sociedad. La libertad de expresión ya no es el pilar de la democracia, sino algo que se puede limitar con toda impunidad por motivos espurios.

La desproporcionada sentencia contra el rapero Valtonyc se inscribe seguramente en ese contexto, así como  la retirada del cuadro de Santiago Sierra en Arco. Por primera vez en su historia, una obra de arte ha sido retirada de Arco. “Presos políticos”, queda como testigo del absurdo de un país. Hay cuatro presos en la cárcel como consecuencia del proceso independentista catalán. Y una controversia sobre si son o no presos políticos, que incomoda al poder. A Santiago Sierra se le retira una obra por intervenir en esta polémica. Y su caso circula como un daguerrotipo que proyecta al mundo una pregunta: ¿qué está ocurriendo en España? Y ante algo tan extravagante en cualquier democracia saludablemente constituida, la derecha malhiere libertades y derechos ciudadanos sin oposición, ya que hay una antinatural uniformidad respecto a que el debate, la controversia y la libertad de criterio crean enfrentamientos que hay que evitar. Que una persona del historial de Margarita Robles justificara la censura porque "todo lo que ayude a rebajar la tensión se ha de valorar positivamente", y que  el PSOE avale los resortes autoritarios y represivos de la derecha, es una manifestación del clima de cruzada patriótica que se ha ido creando en los últimos meses. Cruzada que es darle grave  aliento al nacionalismo español en forma de anti-catalanismo, ese nacionalismo trasnochado y reaccionario que le hacía escribir a Luis Cernuda: “soy español sin ganas”, refiriéndose al desgarro emocional, intelectual y humano que supone vivir bajo el celaje de esa España minoritaria, cerril, truculenta, estamental y excluyente que reacciona con irracional violencia a todo cuanto se oponga a ella.

En la actual situación del país, lo más necesario es aquello que la izquierda absurdamente no acomete: la supresión de las leyes sobre las que se sustenta la deriva autoritaria propiciada por el PP, el fortalecimiento político de la soberanía ciudadana, la reforma del Estado y, por supuesto, la recuperación de la relación institucional en el conflicto catalán.

Soy español sin ganas