viernes. 29.03.2024

Rinocerontes y derecha autoritaria

Federico Fellini E la nave va
Fotograma de 'E la nave va', de Federico Fellini.

En España las élites económicas y financieras y sus adláteres políticos y mediáticos, los rinocerontes, han hecho del Estado un conspirador permanente contra las clases populares y amplios sectores de la población

En la película de Federico Fellini E la nave va, al hundirse el barco, la lancha de los que escapan del naufragio está ocupada, casi en tu totalidad, por un rinoceronte, el animal antediluviano, que es también el protagonista de la obra de Ionesco en la cual los habitantes de un pequeño pueblo francés se ven convertidos en agresivos rinocerontes. La figura principal de la obra, Berenger, un hombre común y sencillo, a menudo minusvalorado y criticado por su adicción al alcohol, resulta ser el único humano que no desarrolla esta metamorfosis. En todos los humores de la historia, el rinoceronte ha pesado mucho. Incluso cuando permanece, como en la película de Fellini, en la bodega durante largo rato o aparecen antes de la transformación como amables convecinos del hombre común en la obra de Ionesco.  

El barco de Fellini es la misma sociedad que se hunde en una decadencia sin decoro. En España las élites económicas y financieras y sus adláteres políticos y mediáticos, los rinocerontes, han hecho del Estado un conspirador permanente contra las clases populares y amplios sectores de la población imponiendo una realidad en la que el individuo deja de ser dueño de su destino y que a los griegos les sirvió para basar sus tragedias, en las cuales lo que pasa es porque una fuerza titánica -el fátum- obliga a sus personajes a encadenarse sin remisión. Es cuando la mediocridad se convierte en agente vertebrador de todos los espacios de la existencia humana y deja de haber un bien general que provoque el esfuerzo común de la sociedad. 

La destrucción del mundo del trabajo, la desigualdad, la pobreza y los náufragos que todo ello genera se encuentran sin salvación al comprobar que es el rinoceronte quien ocupa cómodamente la lancha. Las familias sin ingresos, los parados sin subsidio, los trabajadores con salarios de hambre constituyen un Auschwitz social donde se vuelven invisibles para un microclima oligárquico donde la economía es una estratagema para que la estafa adquiera nombres honrados. 

No es posible, sin embargo, una democracia plena sin decencia y una sociedad decente, como apuntaba Margalit, es aquella en que las instituciones no humillan a los ciudadanos. De lo contrario el acto político se convierte en una excusa sin dignidad. Eugenio Montale nos recordaba que la identificación de lo verdadero era algo distinto de la imitación de lo verdadero. Imitar la verdad siempre es un fingimiento que oculta, como en una taxonomía borgiana, lo real. Una simulación cuya dialéctica acaba siendo el arte del engaño. El desmayo de las ideologías y el descrédito de la política propiciado por unas élites intransigentes han convertido la vida pública en un aplazamiento permanente de la inteligencia a favor de la falsedad trufada de autoritarismo y escolástica. 

La derecha ha sacado el rinoceronte a pasear para que ocupe el espacio que evite situarse en la escena política la realidad de una sociedad donde las fracturas aumentan: continúan las barreras de clase, aumenta la marginalidad de los que quedaron fuera de los espacios sociales decorosos, la propagación de fobias contra la otredad que sirve de chivo expiatorio de los males de la mayoría y soslayar a los verdaderos demiurgos de los déficits democráticos y sociales. La campaña electoral de la derecha es una superestructura que suplanta la realidad de los verdaderos problemas que padece la ciudadanía por los ritos y dialécticas autoritarias y criptofranquistas que nos devuelven a ideologías que, históricamente destinadas a pasar, hacen que la derecha española hoy se constituya en un instrumento incompatible cada vez más con la democracia y los intereses de las mayorías sociales.

Rinocerontes y derecha autoritaria