jueves. 28.03.2024

Primarias en el PSOE: La nueva y la vieja política

Las primarias que ha de celebrar el PSOE se sustancian entre la vieja y la nueva política, entre la consolidación del añejo aparato y las redes clientelares y el intento espontáneo de las bases de recuperar la identidad ideológica

La Transición en España nos trajo la aparente comodidad, aireada entonces como bondad social, del consenso, el centro político y la laxitud postmoderna como ideología. Era un proceso donde para existir políticamente, menos para aquellos que desde el poder lo promovían, se convirtió en exigencia dejar de ser lo que cada cual representaba. Como se decía de la restauración de Cánovas, el quicio de la puerta se había puesto tan bajo que había que agacharse mucho para entrar. Las fuerzas políticas de extramuros al régimen tuvieron que suspender sus expectativas programáticas naturales a cambio de alcanzar objetivos inexistentes como un consenso que era capitulación ideológica a cambio de ubicarse en un centro artificial sin esencia sociológica. Los ciudadanos comenzaron a sentirse como los “Seis personajes en busca de autor”, de Pirandello, donde el público es confrontado con la llegada inesperada de seis personajes durante los ensayos de una obra teatral que insisten en ser provistos de vida, de permitírseles contar su propia historia. Hoy la gente común también es privada de una vida habitable, de poder contar su propia historia.

La banalización de la política, que no es sino una despolitización de facto como consecuencia de que los partidos practican una política alejada de su sentido más original y auténtico, supone el éxito de la ideología más original aplicada por la derecha desde la Transición: la ideología de la no-ideología que teorizó el ministro de Franco, Gonzalo Fernández de la Mora, en su opúsculo "El Crepúsculo de las Ideologías”  y con la que se blindaron las élites sociales, económicas y financieras para mantener su influencia y privilegios. La oligarquización partidaria e institucional a la que ha conducido un sistema en el que prima el atrezo sobre lo trascendente, incardina la actividad política al plebeyo fin, que diría Ortega, de la lucha por el poder. Un poder siempre compadecido con los intereses de sus verdaderos usufructuarios: las minorías organizadas.

El nacimiento de partidos emergentes ajenos al consenso de la transición, el desapego de las mayorías sociales al sistema y la quiebra definitiva del bipartidismo, ha sembrado una gran inquietud tanto en los partidos de Estado o dinásticos como en las élites económicas que comprueban  que la capilaridad de los actores políticos con la sociedad y con los problemas, inquietudes o demandas reales que surgen en el ámbito de la vida cívica ya no pueden ser transferidos a un pragmatismo que los malversa y decrementa con el subterfugio de que los principios en el ámbito político, la ideología, son empresas inútiles, teóricas, idealistas, incompatibles con la realidad, ya que la falta de contenidos sustantivos produce desmoralización colectiva. Los ciudadanos perciben a los políticos como un problema, como la causa de sus aflicciones sociales en el contexto de un sistema cada vez más cerrado y menos participativo.

En este contexto, algunas baronías con poder institucional y la vieja guardia del PSOE inició una operación que era como si éstos dirigentes socialistas hicieran suyas las palabras del filósofo Lucian Blaga, cuando decía que el mejor medio de asistir a la destrucción y salvarse, es dirigirla. Con el apoyo implícito del establishment económico, estamental y su aparataje mediático, establecieron unas circunstancias paradójicas sin precedentes en la historiografía política como fue la de obstaculizar la capacidad de su propio candidato en la formación de un gobierno progresista para, sin solución de continuidad, facilitar un ejecutivo de la derecha. El golpe de fuerza del 1 de octubre con la defenestración del secretario general, la implantación de una irregular gestora que reordenó la orientación del partido materializada en la permanencia de Rajoy en La Moncloa, era, y es, un intento desesperado por recuperar el viejo pacto de la transición sin percibir que ha sido desautorizado por unas mayorías sociales sin instrumentos de autodefensa ante las perversiones del sistema.

Es por todo ello, que las primarias que ha de celebrar el PSOE adquieren una notable trascendencia. En realidad, se sustancian entre la vieja y la nueva política, entre la consolidación del añejo aparato, las redes clientelares y un Partido Socialista ad hoc de un régimen de poder contramayoritario en profunda crisis institucional y política y el intento espontáneo de las bases de recuperar la identidad ideológica del PSOE que genere modelos alternativos a una atmósfera política trufada de desigualdad, injusticia y déficits democráticos que han generado tanto sufrimiento a amplios sectores de la sociedad.

Primarias en el PSOE: La nueva y la vieja política