jueves. 28.03.2024

Luis sé fuerte, aguanta

La Historia nos enseña que la corrupción y el paro siempre han sido dos elementos de confluencia explosiva para las naciones...

Mariano Rajoy en su comparecencia parlamentaria sobre el mal llamado caso Bárcenas, en realidad es el caso de corrupción en el Partido Popular, parecía encarnar a un personaje de la obra de Ibsen, Cuando despertemos los muertos, donde seres simbólicos a modo de presencias perturbadoras socavan el mundo que habitan recordándonos que la realidad superficial no es lo que parece ser. La sombra a Rajoy se le proyecta por delante y su concepto banal de la política, o su ausencia, ya no le libra de las excrecencias de ese concepto del poder que confunde la inocencia con la impunidad. Bárcenas no ha sido un alienígena que vino del espacio para saquear, después de llenar con donaciones, las alcancías del partido conservador, como quiere hacernos creer Rajoy. “Luis sé fuerte, aguanta” es un mensaje que no se le envía a quien ha abusado de nuestra confianza. Al final, como en el amén del montaje de Ibsen, que titula “Epílogo dramático”, las ambiciones de llegar hasta la cumbre acaban en la muerte, en la tumba, en la desaparición, e incluso en el olvido... Porque Rajoy y Bárcenas son dos personajes que interpretan un mismo drama.

La Historia nos enseña que la corrupción y el paro siempre han sido dos elementos de confluencia explosiva para las naciones. Pero si estos fenómenos, además, se inoculan mórbidamente en una democracia débil como la española, supeditada en origen y en la praxis a los intereses de unas minorías económicas y sociológicas ajenas al escrutinio democrático, nos encontramos con una crisis sistémica metastizada en todos los vericuetos sensibles del país. Un Estado privatizado sin proyecto de nación, que empobrece a sus ciudadanos, que expande la desigualdad, que limita los derechos y las libertades cívicas, carece de lo que Mommsen, al describir las costumbres de Roma, llamaba  un vasto sistema de incorporación.

Abolido el interés general por las minorías dominantes, malquisto, por esa causa, cualquier proyecto de convivencia solidaria, asentada la corrupción como epicentro del régimen de poder, la ciudadanía se siente agredida y degradada ante la imposición de un liberalismo divorciado de toda responsabilidad social: el haz lo que quieras sin el prolegómeno agustiniano: ama y haz lo que quieras. Se nos ha inculcado mediante los artefactos de propaganda de los poderes organizados que la ética es una empresa inútil, teórica, idealista, incompatible con la realidad para que el poder del dinero no tenga que ser compartido con ningún tipo de influencia política o moral. La pretensión final es el dominium rerum, el dominio de las cosas, el poder. Porque el poder siempre tiende insensiblemente a concentrarse, no a difundirse y en todos los casos a lo incondicionado.

Y es ese sentido incondicionado del poder, poder que lo justifica todo, lo que le hace proclamar a Rajoy que no es culpable, que los culpables son los otros y pueda emular a Al Pacino en "El precio del poder" cuando gritaba a sus adversarios: "siempre digo la verdad, incluso cuando miento digo la verdad"

Luis sé fuerte, aguanta