jueves. 28.03.2024

Desde Abu Dabi con amor a la tierra de la pandemia y la quiebra económica

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Nos obligan a vivir en los entornos de la incertidumbre y el miedo, los peores escenarios para la cohesión social y los valores colectivos; el individualismo y el recelo al otro es el paradigma de esa realidad unívoca y sin envés que representa la sociedad posmoderna. Estamos encerrados en una pobre ergástula mental cuyos rasgos y lemas fundamentales son: crítica a la modernidad y sus mitos, como el progreso, la razón ilustrada y sus pretensiones de objetividad, verdad y universalidad; mística del ocaso; imperialismo económico; ya no hay futuro, todo es presente; final del Estado de Bienestar; cultura "light"; neoliberalismo total; ocaso del arte; crepúsculo de las ideologías; pérdida de todo referente real; era del vacío; muerte del simbolismo; capitalismo sin alternativas; fin del mito revolucionario; fin de la historia; cultura de la desesperanza; imperio de lo efímero; mundo sin utopías; etc.

Y si las mencionadas características dibujan un panorama pesimista y desolador, éste adquiere además un aire apocalíptico en cuanto que la metafísica neoliberal coincide con una pandemia donde parte de los valores que la posmodernidad ataca y destruye, son necesarios en la higiene psicológica de la curación. Encerrados en casa, limitados en la movilidad a territorios próximos, atenazados por la angustia y el miedo de la anormalidad sanitaria y social, con el peligro real del otro, que nos lleva a aislarnos, a encerrarnos en nosotros mismos, dejando la comunicación a los operadores telemáticos que reproducen el miedo y la confusión de la posverdad, más la precariedad laboral, la falta de recursos, la ausencia de horizontes sociales, acaba sustanciando una sociedad eyectada de sí misma, incapaz de reconocerse en su fragmentación e individualismo. Como en la canción “Once in a Lifetime” del grupo Talking Heads: “You may ask yourself, well, how did I get here?” y más adelante nos vuelve a interpelar con “You may tell yourself, this is not my beautiful house” (¿Cómo llegué hasta aquí? Esta no es mi hermosa casa).

La campaña de acoso y derribo a la parte podemita del gobierno, mientras la alícuota socialista une su destino como organización política centenaria a la monarquía posfranquista, no deja de presentar un escenario desasosegante

Porque la realidad es que el capitalismo neoliberal y posmoderno, el que realmente existe, tan alejado de los elegantes, inverosímiles e irrelevantes modelos que impregnan la enseñanza de la economía en la mayor parte de las universidades, no funciona, o funciona sólo en beneficio de los élites económicas y políticas. No se trata, sólo, de que los avances económicos no se trasladan a la sociedad o que el engranaje económico opera con imperfecciones e ineficiencias. Es mucho más que eso. La matriz teórica que sustenta el sistema no es creíble, está compuesta de un conjunto de falacias y falsos supuestos que, digámoslo con claridad, sólo sirven para ocultar el carácter oligárquico y depredador de la dinámica neoliberal.

Se ha impuesto un género de realismo que prospera en la medida en que el realismo de las ideas ha dejado de existir o ha perdido el sentido como tal realismo. En general, las ideas ya no son entendidas como principios que estén presentes en la realidad asegurando la armonía y la coherencia del todo, configurando una racionalidad amplia y sistemática. El tratadista Hermann Heller se enfrenta al problema concreto de la crisis de la democracia y del Estado de derecho, al que considera que es preciso salvar no sólo de la dictadura fascista, sino también de la degeneración a que lo ha conducido el positivismo jurídico y los intereses de los estratos dominantes. La solución no está en renunciar al Estado de derecho, sino en dar a este un contenido económico y social, realizar dentro de su marco de nuevo orden laboral y de distribución de bienes. Un Estado social de derecho sólo puede ser la vía política para salvar los valores de la civilización.

Porque es eso en definitiva lo que la sociedad padece: una profunda crisis civilizatoria, donde todo es justificable desde el poder fáctico, el de las élites. Los avatares críticos de la monarquía española, con la avaricia y la molicie de bon vivant del rey emérito que colma una crisis institucional de largo aliento, es posibilitada por procesos de corrupción de índole sistémicos puesto que nacen de una carencia de moral social e institucional ya que han dejado de haber tablas de la ley esculpidas en piedra. En este contexto, veteranos políticos del PSOE, PP y de la extinta UCD, partícipes de la Transición, y entre los que se encuentra Rodolfo Martín Villa, acusado de crímenes contra la humanidad por la justicia argentina, han suscrito un manifiesto en el que tratan de rescatar del légamo la maltrecha figura del emérito desempolvado la vieja retórica panegírica de la Transición que hoy carecen de una mínima credibilidad.

Por otra parte, parece que no existe, al menos públicamente, agenda para la reconstrucción de la economía casi posbélica que deberá recomponer los escombros causados por la pandemia, salvo la reforma urgente de las pensiones en septiembre, lo cual ya es un principio algo preocupante. La campaña de acoso y derribo a la parte podemita del gobierno, mientras la alícuota socialista une su destino como organización política centenaria a la monarquía posfranquista, no deja de presentar un escenario desasosegante en cuanto a los equilibrios y damnificados que puedan decantarse a la hora de acotar y restañar las demoliciones de la pandemia. En una realidad amoral, donde el pensamiento crítico y los intelectuales son sustituidos por publicitarios a sueldo y la política es concebida como dominium rerun, el gobierno como goce suntuario, la sociedad civil se debilita, las mayorías sociales son depauperadas por el auténtico poder que es todo el poder. El todo, que es lo ilimitado, lo ilimitadamente posible y que por tanto no se deja modificar. Sin embargo, “todo” no viene ni siquiera en la Enciclopedia británica. Viene casi todo, no todo.

Desde Abu Dabi con amor a la tierra de la pandemia y la quiebra económica