viernes. 29.03.2024

Aprender de los fracasos

La economía, la política y la sociedad viven un periodo de fracaso. El hundimiento del sector financiero ha puesto de relieve que la organización productiva es deficiente...

“Son momentos de reflexionar. Debemos hallar la puerta de una salida global, porque si no es global no será salida sino huida”

La economía, la política y la sociedad viven un periodo de fracaso. El hundimiento del sector financiero ha puesto de relieve que la organización productiva es deficiente y que la globalización no ha trasmitido sus efectos positivos. Duran demasiado las ineficiencias del sistema, su falta de transparencia, los nichos de corrupción organizada, la competencia desleal, el desgobierno de lo público, el dominio de los monopolios disfrazados… un complejo mundo donde no se trabaja con seguridad ni confianza, las cuales son fundamentales para que el sistema sea estable. Aprender de los fracasos es una de las lecciones que recomienda cualquier educador. Son momentos de reflexionar.

En lo económico, el fracaso debemos transformarlo en experiencia y en lugar de perseguir al que no tuvo éxito, mejor rehabilitarlo para seguir con otro proyecto nuevo. Hay que cerrar menos empresas y abrir más proyectos. Enfocar la productividad, las reformas -que no recortes- los estímulos, la innovación tecnológica, planificar el modelo económico al desarrollo local y territorial, pensando más en la visión que tenemos dentro de la economía del planeta. Así la globalización se verá desde cada territorio, como algo positivo que aporte nueva energía.

El fracaso político se ha caracterizado por desandar las conquistas democráticas. Hemos pasado de la ilusión por la democracia y las libertades a una baja intensidad política y una presión y control que amordaza a las demandas sociales; hemos pasado de ver con ilusión a la Unión Europea a verla como un frio instrumento de devaluaciones internas en salarios y servicios. Y en los territorios nacionales nos hemos enfrentado quedándose cada uno con lo que se ha apropiado y todos reclamando la deuda histórica, como si del reparto de la herencia se tratara. Ya no tenemos ríos comunes, ni medioambiente común, ni cultura, ni sociedad, la desigualdad, lo ‘diferente’, nos ha envenenado y se apagan con facilidad los lazos históricos porque cada uno quiere hacer valer su propia historia.

Vivimos un fracaso social y tenemos que buscar las claves para hallar la puerta de salida. Una salida que si no es global no es salida. Será huida. ¿Por qué huida? Porque observo,  ojalá esté equivocado, que en España se está extendiendo el desánimo en la sociedad, con una reacción de rechazo al sistema y a sus estructuras, mientras que los movimientos de cambio, legítimos, pueden traspasar los límites porque no se gobierna integrando sino excluyendo. Y lo más sensato que tenemos es nuestra ciudadanía que está esperando para este 2015 verse libre de los ineficientes y del coro de los corruptos.

 Aprendamos de los errores. Y antes de depositar confianzas en este año de renovación de políticos en las instituciones, examinémosles bien para que no fracasemos en la elección de programas y personas. El ciudadano tiene que saldar de una vez los abusos de poder, la opacidad y la falta de independencia, porque deseamos con fuerza reencontrarnos en un nuevo proyecto constituyente en el que se corrijan los fracasos del pasado, para construir una sociedad nueva.

Es la hora de la política, ese momento donde hay que examinar las propuestas de los programas electorales. Y pienso, que hay que construir el futuro con objetivos comunes, evitando caer en los errores del pasado, y tener bien claro cuáles son las reformas urgentes que tienen que estar presentes en los futuros pactos. El próximo reto electoral hay que afrontarlo con ideas nuevas, para desechar con fuerza el fracaso acumulado.

Aprender de los fracasos