jueves. 18.04.2024

Disquisiciones abortistas en el portal de Belén

María sabía que su hijo iba a nacer condenado al martirio, a la agonía lenta. Sin embargo, nunca le pasó por el pensamiento la posibilidad de evitarle ese sacrificio...

María sabía que su hijo iba a nacer condenado al martirio, a la agonía lenta. Sin embargo, nunca le pasó por el pensamiento la posibilidad de evitarle ese sacrificio y el dolor que a ese destino iba a desgarrarle a ella el alma. Y al hacerlo la joven María, casi una niña, se convertía en ejemplo de mujer, sin pretenderlo, con la sencilla naturalidad de quienes saben hacer lo que tienen que hacer en todo momento, como si les susurrara un ángel oído cuales son sus obligaciones.

Alberto Ruiz Gallardón recuerda las enseñanzas marianas mientras da los últimos retoques al nacimiento que estos días preside su casa. Y por eso está tranquilo y en paz consigo mismo. La Virgen no abortó a su hijo pese a saberlo carne del holocausto. No renegó del pequeño Jesús que llegó inesperado, de una relación animal ajena al matrimonio que le unía al buen José, pese a ser casi una niña cuando la blanca paloma fertilizó sus entrañas.

De aquel gesto generoso, de aquella resignada maternidad, nació el salvador de los hombres, el Cristo redentor que el ministro de Justicia celebra estos días con infantil alegría, colocando en el portal el buey y la burra que el dimisionario Papa Joseph Ratzinger pretendía cuestionar.

Si el amor de María fue infinito, cómo no iba ser su dolor de menor alcance. ¿Qué se puede comparar con el desgarro de ver nacer para sufrir la cruz al hijo dios? Ella fue elegida para ese lamento interior y lo asumió como mujer, como hembra predestinada a parir al hijo del dios de los judios ambicioso de ser convertirse con la muerte de su encarnación en la tierra el dios de todos los mortales. Gallardón se emociona al evocar aquellas verdades recogidas en el libro sagrado y siente su pecho henchido de amor.

El dios de la Paz y de la Vida nos marca la senda para alcanzar la alegría y el ministro, mientras entona los cantos de loa al niñodiós, no ha hecho más que seguir el camino señalado. Celebrar la vida de un hijo muerto, deforme, la vida palpitación rutinaria de las amebas. Celebrar la vida en plenitud de la maternidad no deseada, la frustración vital de poder gozar de la bendición divina en todo su ser menos en su sexo.

Gallardón sabe que será criticado, como incomprendidos fueron los santos hombres de los Evangelios. Pero mientras da algunas monedas a los niños que acuden a cantar villancicos a las puertas de su casa. Gracias a su ley España vuelve a ser la católica patria de siempre, donde Dios siempre encontrará hembras preparadas por ley para parir un nuevo Mesías si así lo precisa, aunque les repulse ser fecundadas por una paloma, aunque no quieran ser la madre de ningún niñodiós, aunque solo aspiren a ser mujeres libres, de una libertad íntima bajo vigilancia de jueces, policías, médicos y sacerdotes.

Disquisiciones abortistas en el portal de Belén