viernes. 29.03.2024

PSOE: Días de vino y espinas

Entre las desmedidas loas al vencedor y el amargado y mendaz editorial de El País (“El brexit del PSOE”) queda un espacio, tal vez no muy ancho, para intentar una reflexión serena.

El PSOE tiene por delante, al menos hasta la celebración de los congresos de sus federaciones, unos días no precisamente de “vino y rosas” sino como mucho de vino y espinas. Es posible que en algunos de los momentos de su victoriosa noche, Pedro Sánchez haya recordado aquel dicho de que la vida no te conceda todo lo que desees. Porque una victoria tan potente trae siempre el asesino doble filo de que puede emborracharte y atraer malas compañías, y de que quede resentimiento de perdedores por más de un recoveco de la organización.

Hay una tentación importante que Pedro Sánchez debe evitar por todos los medios: la de volver al mes de septiembre. Es cierto que el 1º de octubre de 2016 fue para todo el PSOE una pesadilla aún peor que cuando ese día se celebraba el día del caudillo. Pero su victoria del domingo no puede ser una revancha. Y la situación que se logra el 21 de mayo es muy diferente a la que existía el famoso “día del chusquero” (me permito parafrasear a Borrell). Pedro Sánchez andaba entonces desquiciado, buscando la combinación imposible para gobernar a toda costa: porque ser presidente era su tabla de salvación.

Ahora, después de desprenderse –por abandono de ellos- de personajes nocivos de su equipo de entonces, su situación es distinta y más favorable: tiene un equipo más sólido políticamente del que tenía, y ha logrado articular un programa mucho más coherente, y con alternativas muy completas y diferentes del mero “no es no” que no dejaba salidas. Y –lo que es muy importante- ha logrado algo que en la etapa anterior había abandonado burocráticamente: ha sido capaz de movilizar a un partido que desde el “cueste lo que cueste” de Zapatero andaba acomplejado y a la defensiva.

Igual que en la primera victoria de Zapatero hubo quien le dijo aquello de “no nos traiciones”, me atrevería a recordarle a Pedro Sánchez algunas cosas que debería desterrar de su subconsciente. Desterrando a los asesores/as que le llevaron por ese camino. El Socialismo no es aquella inmensa bandera española, sirviendo de fondo a una escena de márketing USA con primera dama incluida. Ni es aquel inmenso cartelón en Ferraz, al más puro estilo Gil Robles. Ni es descerrajar sedes socialistas, en lugar de un diálogo franco y trasparente. Ni es imponer listas, como en Galicia, en contra del criterio de las organizaciones y de los militantes…

Aquí no se trata de coser, ni de dar puntadas sin hilo. Se trata de aprovehcar un momento en el que se ha movilizado el PSOE como nunca para presentar unas alternativas concretas y potentes que hagan frente a la terrible situacion política, social y económica que todavía atravesamos. Y de hacerla llegar no sólo a través de eficaces Proposiciones de Ley en el Congreso (lo de las PNL no son más que gestos sin eficacia) sino a todos los rincones de la sociedad. Allí donde está ese 80% de militantes que han participado no sólo en la votacion del domingo, sino en toda la campaña. Ahora no hay que coser, sino remar hacia la articulación de una alernativa coherente, realista, que nos lleve hacia un viaje eficaz hacia una España y hacia una Europa Social, como las que se abandonaron por culpa de los terribles errores de un sector financiero consentido y temerario que nos llevaron a la crisis.

Pero hay una clave importante para el futuro del PSOE. Tras un proceso tan traumático como el que ha sufrido estos ocho meses no basta con la magnanimidad y buen tino de los vencedores. Todo depende mucho de cómo sepan gestionar su derrota los perdedores. Susana Díaz, y quienes la acompañaron deberían reflexionar sobre aquella intentona de fuerza que supuso el acto de su presentación en Madrid. El PSOE no puede vivir de los ahorros de los abuelos, ni recordarle al pueblo llamo que ellos fueron los salvadores de la patria. Nuestros hijos y nietos no nos piden que les contemos las batallas pasadas –por muy nobles que fueron- sino que les escuchemos, y que apliquemos nuestra experiencia a cómo resolver con ellos la grave situación de su presente y las incógnitas de su futuro.

La situación actual ya no tiene nada que ver con la primera victoria de Pedro Sánchez, cuando parecía que iba de “tonto util” para llenar un tiempo hasta que Susana, o quien fuera”, se decidiera a asumir el verdadeero poder… Ahora toca cerrar la boca de todos aquellos agoreros que vaticinaban una escisión socialista, e incluso la de los amargados que pretenden que esto va a ser como lo de Francia. Estoy seguro de que Susana Díaz no va a caer en aquella gran deslealtad de Manuel Valls, anunciando cuando perdió que apoyaría la opción de un contrincante politico del PSF.

No. Esto no tiene que ser como en Francia. Primero porque esa deslealtad no tiene por qué producirse, sino todo lo contrario. Y en segundo lugar, porque inmediatamente después de este proceso no vienen unas elecciones. Y porque hay tiempo para remar juntos y llegar bien preparados a un proceso electoral. Por más que Rajoy intente valorar la treta de un adelanto que –por otra parte, y tal y como tiene su patio de embarrado- no es previsible que sea perentorio.

Ahora viene un tiempo en el que solidificar bien el PSOE, fijando firmemente todas esas baldosas que se movian demasiado durante el último proceso. Viene un iempo de reconciliacion, tras la dialéctica apasionada que llevó a los insultos, a las inculpaciones y hasta a las mentiras. Un tiempo para demostrar que lo que todos han dicho durante la campaña es cierto: que lo que importa es España, la Sociedad, la gente. Y sabiendo que si no llevamos esto mismo a Europa, no será fácil. Y eso requiere una estrategia muy medida, y mucho empeño y tesón.

Y un tiempo para modificar muchos usos de funcionamiento organizativo. No se trata de hacer un partido asambleario, como algunos maliciosamente acusan ahora. Sino de hacer una organización viva, real, en la que la participación de militantes, afiliados y simpatizantes cuente. Donde se destierren los clientelismos, porque nadie tiene que “vivir del partido”, y nadie ha de ser esclavo de ningún “gurú”. Antes al contrario: todos tienen que dar vida al partido, y todos, según sus estatutos, han de tener la libertad y la valentía de pensar y hablar por sí mismos. Un camino de cambios profundos que requiere tiempo y depagogía. Tiempo, pedagogía, mucha mano izquierda, y todo ello acompañado por el desafío de salir a la calle cada día para escuchar y hablar con los ciudadanos, recoger sus inquietudes y presentar alternativas para sus problemas.

Y olvidar los complejos de sorpasos y otras zarandajas. Cuando el Socialismo vuelva a estar con la Sociedad, no hay duda de que la Sociedad volverá a estar con el Socialismo.

No es un planteamiento ingenuo. Sé que es difícil. Pero nuestra Sociedad lo exige.

PSOE: Días de vino y espinas