viernes. 19.04.2024

No lo parecen, ¿lo son?

cifuentes ramos
Cristina Cifuentes y Javier Ramos.

No parece inocente la presidenta atrincherándose en el victimismo de que “vienen a por ella” para mantener una más que sospechosa opacidad

La rueda de prensa del rector de la Universidad Rey Juan Carlos, acompañado de dos profesores implicados en el “caso Cifuentes”, tenía todas las trazas de ser una improvisación muy cocinada. Pero el guiso no salió bien. Ni aportaron datos creíbles, ni resultaron mínimamente convincentes.

Llueve sobre mojado en esa Universidad, donde el antiguo rector había incurrido en diversas evidencias de plagio, y donde el propio rector compareciente protagonizó un altercado público con otro profesor de esa Universidad por un intento de soborno y compra de voto que no negó haber realizado. En ese contexto, la chapuza de su rueda de prensa demuestra la falta de sensibilidad y de respeto del rector. Porque está en juego el prestigio de la propia Universidad.

No parecen honrados, independientemente de que lo puedan ser. Tampoco lo parece la presidenta de la Comunidad de Madrid, dando explicaciones tardías y contradictorias, en apariciones selectivas e incongruentes. Incapaz de haber solicitado de manera inmediata una comparecencia ante la Asamblea de Madrid, y de haber realizado una comparecencia pública que dejara contundentemente claro que no es una tramposa. Y atrincherándose en el victimismo de que “vienen a por ella” para mantener una más que sospechosa opacidad.

Al final lo de menos es si realizó un máster o se lo regalaron. Que ya sería grave por sí mismo. Al final lo más grave es la duda misma de que la presidenta de la Comunidad de Madrid y el rector de la Rey Juan Carlos nos estén mintiendo. Que es una sensación –y hasta la convicción- que nos está quedando a todos.

Este asunto constituye una de las muchas gotas que van colmando el vaso de la paciencia pública. Porque no nos merecemos que quienes se dedican a lo que debería ser el servicio público estén enturbiando y sobresaltando la representación institucional con las salpicaduras de sus andanzas personales.

Aquello de ser honrado y parecerlo no se cumple en este desafortunado asunto. Cristina Cifuentes, y el rector Javier Ramos puede que sean honrados. Pero no se comportan como tales. Y no tienen derecho a ensuciar nuestra convivencia democrática con lo que tiene toda la apariencia de una patraña estrictamente personal. Si no aclaran de manera fehaciente lo que hasta ahora sólo han logrado enmarañar cada vez más, ambos deberían intentar rescatar su propia dignidad con el sencilla decisión de dimitir. La ciudadanía no se merece ni un solo caso más de degradación de la vida pública a causa de dudosos y liosos comportamientos personales carentes de una ética transparente.

No lo parecen, ¿lo son?