viernes. 29.03.2024

Fuegos fatuos

Hay gente que hiede. Gente que lleva años y años descomponiéndose en su propia mala baba, insistiendo siempre en los mismos trampantojos, para desinformar, ofuscar, sembrar cizaña y envenenar el ambiente social y político que respiramos. De ellos vemos siempre los fuegos fatuos de su repetida mercancía corrupta y en descomposición. Siempre la misma. Y siempre apareciendo en momentos en los que la Sociedad sufre algún tipo de conmoción… Esos malditos agoreros que pretenden sacar partido de la angustia y la incertidumbre de la gente.

No es casual que los mismos, con nombres y apellidos, que se pasaron dos años profanando el descanso de las víctimas de los atentados del 11-M, acusando en falso y sembrando sospechas que jamás probaron contra un gobierno legitima y legalmente constituido, se lancen en estos momentos a una nebulosa e infundada supuesta inestabilidad política, mezclando una falsa e imposible alternativa de “gobierno de concentración”, con inventadas intervenciones de la corona para quitar y poner presidente o presidenta de gobierno.

No es casual que algunos de esos impostores sean los mismos que también anduvieron en los años noventa en aquella conspiración, reconocida por el propio Ansón en sede parlamentaria, en la que, buscando el cuanto peor mejor, llegamos a ver el travestismo más burdo, con el mismo monárquico Ansón jugando a republicano en actos públicos del bracete de García Trevijano…

Y es que a la hora de enturbiar las aguas no hay nada como levantar infundios, y repetir el socorrido “se dice”, que auto-exime de la carga de la prueba y convierte una mentira tendenciosa en estúpida certeza, pretendiendo idiotizar a una parte de la sociedad. Pero al igual que los fuegos fatuos se desvanecen cuando te acercas a ellos, estos artificios, supuestamente informativos, se desinflan en el momento en el que preguntas por los fundamentos reales de la inventada noticia.

Mientras Pedro J. Ramírez mantenía la falsa especulación sobre su intriga acerca del 11-M, el gobierno de Zapatero trabajaba una sólida plataforma de leyes que reforzaron los derechos civiles y sociales de diversos colectivos, y en definitiva del conjunto de nuestra sociedad y de nuestro Estado de Derecho.

De la misma manera, y en medio de toda esa barahúnda de descalificaciones, calumnias, discursos y sermones enjaretados a base de rotundas mentiras, de verdades a medias -en la que algunos políticos de la legua, o “bufones en racimo”, que diría Quevedo, se regodean-, hemos de afinar el ingenio. Por ejemplo, preguntando a todo aquel predicador de barra de bar virtual que nos diga cuál es su alternativa seria y eficiente, cuando afirma que “se está gestionando deficientemente”.

Y cerrando filas tras nuestros diversos profesionales y expertos que se desviven cada día por construir soluciones, y luchan a brazo partido contra una pandemia sin medicamentos específicos, improvisando -improvisando, sí, y a mucha honra- alternativas y soluciones a una catástrofe que nadie vio venir. Nadie, por mucho que ahora los profetas del pasado tengan tan claro un diagnóstico para el que no tienen más remedios que los de las banderas a media asta (siempre las banderas), o la exigencia del concurso de lo público. Lo público que siempre no sólo han denostado, sino que han deteriorado con todas sus fuerzas de gobierno…

Fuegos fatuos con todos esos reenvíos de las redes, sembradas de ocurrencias cargadas de veneno, y replicadas desde miles de cuentas falsas, recién abiertas, sin nombres, sin fotos, sin autor… Una pandemia de mala baba que pretende convertir nuestra dolorosa, y hasta nuestra temblorosa situación, en un torrente de malestar y descontento. Porque han calculado que esta vez sí les puede funcionar aquello de “cuanto peor mejor”, para sus fines de acabar no sólo con el gobierno, sino con nuestra propia democracia, que ahora puede consolidar un camino ajeno a sus intereses de siempre.

No nos trae cuenta seguir ese camino iluminado con frágiles y fantasmales fuegos fatuos. Un camino que nos disgrega anárquicamente, en un momento en el que necesitamos unir fuerzas para afrontar un presente y un futuro que -y lo estamos viendo- nos obliga a pelear por nuestro sustento, a reconstruir nuestra economía, en un largo y continuado esfuerzo que va a ser más que difícil.

Y que nos necesita enteros, y unidos, y solidarios. Haciendo oídos sordos a todos esos “cuñados” del derrotismo que aparecen por doquier, a todos esos logreros del oportunismo, y pescadores en río revuelto, que siempre surgen para chupar la sangre de la inquietud de la gente.

Unos fuegos fatuos que surgen de los vapores de nuestro pasado putrefacto. Un pasado que hace cuarenta y dos años abandonamos, por voluntad mayoritaria, para construir una vida de libertad y de solidaridad. Y una Democracia Social que nos está permitiendo ahora hacer frente a la pandemia y que nos permitirá superar sus consecuencias teniendo en cuenta los intereses de todos. Y no sólo los de los poderosos de siempre, que siempre pretenden “poner y quitar rey”, o mangonear para que el rey quite y ponga, al margen de los dictados de nuestra Constitución Democrática.

Fuegos fatuos