viernes. 19.04.2024

No subestimen a Esperanza Aguirre

Estamos ante un personaje convencionalmente grotesco, pero simultáneamente un potente adversario político.

Mucha gente tiene a la señora Condesa (consorte) de Bornos por una atolondrada trotaconventos. Creen que es un personaje alocado que va a salto de mata, a golpe de prontos. No es este mi parecer, aunque tampoco diría que es lo contrario. Tengo para mí que, cuando improvisa, no dice más disparates que el resto de los dirigentes políticos. Es más, cuando afirma algo que suena a estridencia está buscando concienzudamente algo. No hay, por lo general, improvisación. Que todo ello huela a la valleinclanesca Corte de los Milagros ya es harina de otro costal.

Doña Esperanza Aguirre es consciente de su atractivo en algunos sectores de la población. De ahí su hábil manejo de solecismos políticos y otras figuras retóricas que, por lo general, suelen ser celebradas con alborozo por sus admiradores, que no son pocos. Nuestro Lope de Vega, hombre avisado donde los haya, ya dejó dicho algo que viene al pelo: «Forzoso es hablarle al vulgo en necio para darle gusto». Que este personal sea incapaz de resolver una regla de tres simple, también es harina de otro costal.

La Condesa consorte conoce ese paño y en él se mueve, desparpajadamente, a sus anchas. El resto de la llamada clase política ignora las costuras de ese personal. Así pues, ese vacío lo cubre esta Lady a sabiendas y queriendas. Y por lo que se ve con no poco predicamento. Es la atracción que tiene la llamada antipolítico en ciertos sectores populares.

Las declaraciones de esta Lady sobre Manuela Carmena --«Esa señora no es jueza, es del cuarto turno»-- intentan proponer otras claves. Primero, se dirigen a esa fracción del electorado de la derecha cañí, renuentes ahora a votar al Partido Popular; y 2) se dirigen a determinados sectores recelosos o poco amistosos del poder judicial. Es decir, hay que rebañar votos en esa olla podrida. Rebañarlos hasta conseguir un pleno de todo ese universo que le es favorable.

Y, comoquiera que ese comistrajo de la Lady viene adobado con otros aderezos, la cuestión adquiere una importancia que se escapa ya del terreno de la llamada antipolítica. Añade la condesa consorte que Carmena «es abogada laboralista que estaba con los de Atocha, entonces miembros del Partido Comunista» (sic). Lo que evidentemente tiene una connotación de otro orden. No es sólo la obsesión berlusconiana contra «los jueces comunistas» para cubrir sus vergüenzas sino la advertencia de que –sin saber de dónde--  vuelven a escena los comunistas, disfrazados de otra cosa para no infundir sospechas.

Sugiero al amable lector que conecte con Antonio Baylos. De esta manera tendrá más elementos de reflexión sobre lo que, de ninguna de las maneras, es un pronto de esa “atolondrada Aguirre”. O la no menos suculenta de Paco Rodríguez de Lecea.  

En suma, estamos ante un personaje convencionalmente grotesco, pero simultáneamente un potente adversario político. Su propensión a la mentira es, por lo demás, asumida como verdad por sus parciales, al tiempo que una poderosa mercancía para los medios de comunicación siempre a la búsqueda de que la tal Lady muerda a un perro. Me permito una amable sugerencia: no la subestimen. ¿Quieren que haga una lista de todos aquellos a quienes se ha subestimado? 

No subestimen a Esperanza Aguirre