jueves. 28.03.2024

Adiós, Convergència, adiós

La militancia convergente estaba convocada este sábado para optar entre la refundación de Convergència democrática de Catalunya o crear un nuevo un nuevo partido.

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La militancia decidió por mayoría enviar al ropavejero los viejos blasones de sus cuarenta años de vida

La militancia convergente estaba convocada este sábado para optar entre la refundación de Convergència democrática de Catalunya o crear un nuevo un nuevo partido. Sabemos el resultado: ganaron por un 67 por ciento de las papeletas que indicaban la creación de otra organización frente a un 33 por ciento de continuistas. Es una victoria clara, aunque los contrarios son una no despreciable cantidad. En todo caso, tal vez ese 33 por ciento tenga dos componentes: los que intuyen que la refundación suele tener, por lo general, el final previsto de dejar las cosas en el mismo lugar y quienes saben que es un planteamiento estético para disimular el moho acumulado. Así pues, la mayoría ha optado por enviar al ropavejero los viejos blasones de sus cuarenta años de vida.

De hecho, Convergència necesitaba dar un giro. La conmoción que provocó el escándalo de la familia del Viejo Patriarca fue mayúscula. Por lo tanto, había que aplicar la dogmática política, que fue cantada por Pepe Marchena: «la mancha de la mora con otra verde se quita». Mantener el nombre tradicional, aunque refundado de Convergència, era insistir en la mancha de la mora. Era mantener a Rebeca de Winter que, aunque desaparecida de la escena tal como la retrató sir Alfred Hitchcock, permanecía como oblicua referencia. Más todavía, no era sólo borrar la memoria financiera del anciano patriarca sino su zigzagueante política: de un lado, la parábola descendente de Convergència, ya separada de Unió, que iba perdiendo consensos electorales; y, de otro, la recolocación en el panorama del secesionismo, exigía que la verde borrara los lamparones de la mora.

El tiempo dirá qué itinerario le espera al nuevo partido. No le será fácil pues ahora su tradicional electorado se encuentra desigualmente repartido en otros caladeros territoriales y sociales. La neo convergencia ya no sería exactamente el partido atrápa-lo-todo (catch-all party) de antaño sino de tapas variadas mirando siempre de reojo el menú invertebrado que propone Esquerra republicana de Catalunya.

En suma, mientras las cosas se van moviendo –adiós, Convergencia, adiós--  sospecho que todo está abierto en Catalunya. Incluso les mongetes amb botifarra pueden sufrir una considerable transformación.

Adiós, Convergència, adiós