viernes. 29.03.2024

Los retos del empleo y la decencia en la campaña electoral

Las dos cuestiones que preocupan más a los españoles, a gran distancia de otras, no han ocupado en la campaña electoral la atención que se merecían, a excepción del PSOE.

Las dos cuestiones que preocupan más a los españoles, a gran distancia de otras, no han ocupado en la campaña electoral la atención que se merecían, a excepción del PSOE.

La posición del PP ante el grave problema del desempleo es más de lo mismo. La falta de sensibilidad –y empatía─ de Mariano Rajoy ante los problemas sociales y del empleo se hizo especialmente palpable en su debate cara a cara con Pedro Sánchez.

Por su parte, Ciudadanos ha encontrado una solución de “despacho” para el desempleo, proponiendo hacer precarios por igual a todos los que lo tengan, mediante el “contrato único”, en tanto que Podemos ─que sinceramente no se ve con posibilidades verosímiles de gobernar─ se limita a decir generalidades y a formular denuncias propias de asambleas de Facultad.

En lo concerniente a la decencia, la situación es mucho más grave y todo parece indicar que si el PP gana las elecciones y consigue apoyos suficientes para gobernar, en España vamos a continuar soportando la vergüenza del enquistamiento de la indecencia en la política, con todas sus secuelas sociales, morales y administrativas.

Lo que ha ocurrido en los últimos años en España no ha sido ninguna broma, ni un asunto menor. Por eso, la corrupción se ha llegado a convertir en el segundo problema político para la opinión pública. De ahí que muchos espectadores se sintieran perplejos –e indignados─ en el debate cara a cara entre Rajoy y Pedro Sánchez, cuando vieron la reacción del actual Presidente del Gobierno en el momento en el que Pedro Sánchez planteó crudamente –pero sin faltar a la verdad─ la situación de la corrupción y los procesos judiciales en marcha, que afectan directamente al PP como tal. La reacción del líder del PP no solo fue desmedida, sino insólita. La ristra de insultos dedicada a Pedro Sánchez, por plantear cuestiones que tanto preocupan a millones de españoles y que están siendo objeto de atención de varios juzgados, en cierta medida eran insultos que conciernen también a todos los que aspiran –legítimamente─ a la regeneración de la vida política española.

Una postura tan descontrolada y tan extremista (aunque sin levantar la voz) por parte de Rajoy recuerda imágenes de personajes y acontecimientos cinematográficos que nunca debieran estar presentes en el debate político de un país serio.

Lo más grave es que el comportamiento de Mariano Rajoy y del coro de líderes del PP que se han lanzado en tromba a la yugular de Pedro Sánchez, indica la existencia de una voluntad agresiva de impedir que se diga la verdad sobre el problema de la corrupción. Ni siquiera que se pueda hablar de lo que tanto preocupa a los españoles en un debate electoral. Si sobre el empleo no hay nada más de lo que hablar y si sobre la decencia se recurre al insulto y la amenaza taimada cuando este problema se quiere poner encima de la mesa, ¿de qué quieren algunos que se hable en las campañas electorales?

En cualquier país avanzado con una cultura democrática asentada, los múltiples hechos que han afectado directamente a la actual cúpula del PP se hubieran traducido inmediatamente en dimisiones y medidas orientadas a esclarecerlos y erradicarlos. Las reacciones de Rajoy y algunos de los suyos revelan que el problema es mucho más grave de lo que algunos consideraban y que si el PP actual continúa gobernando después del 20 de diciembre vamos a continuar teniendo paro y corrupción para rato.

Cuando la única respuesta ante estos problemas consiste en escamotear los hechos y maquillar y retorcer las estadísticas para intentar convencer a los parados, los precarios y los empobrecidos de que no están tan mal (¡vano intento, por cierto!), y en insultar gravemente al que intenta decir la verdad sobre la corrupción, la situación se ve conducida a un callejón sin salida. En este sentido, la reacción de Mariano Rajoy en el debate cara a cara supone que el actual líder del PP ha quemado sus naves, y que no se puede contar con él para hacer frente a estas dos graves cuestiones, que tanto están lastrando el porvenir de España. Mientras que Pedro Sánchez se convierte –de verdad─ en el único candidato que levanta la bandera de la lucha contra la corrupción.

El problema de Mariano Rajoy posiblemente es que lleva demasiados años sentado en coches oficiales y ha perdido el contacto con la realidad y la capacidad de escuchar y aceptar las críticas. Por eso, por una u otra vía, tendrá que dejar paso a otras opciones y salidas ante una crisis de país que amenaza con hacerse grave y endémica, y cuya solución pasa por cualquier cosa menos por el inmovilismo, los insultos y las amenazas.

Los retos del empleo y la decencia en la campaña electoral