viernes. 29.03.2024

La revolución está verde

Hay libros que nos acompañan siempre, que nos siguen en cada mudanza, por todos los pisos y ciudades de nuestra vida...

Hay libros que nos acompañan siempre. Libros que nos siguen en cada mudanza, por todos los pisos y ciudades de nuestra vida. Para mí uno de esos libros es «Uvas amargas», el ensayo sobre la subversión de la racionalidad de Jon Elster. Aquí lo tengo, a mi lado, mientras escribo. En la edición de Península, con sus tapas blancas y un racimo de uvas en relieve en la portada. Quizá la traducción correcta hubiera sido “Uvas ácidas” o “Uvas verdes”, porque lo que amarga es el café, las uvas son agrias o ácidas, pero es posible que a la zorra del cuento al que hace referencia Elster, las uvas, además de parecerle verdes, le produjeran una gran amargura.

En ese libro, Elster establece varias proposiciones sobre las creencias, los prejuicios y la ideología. La primera de ellas dice así: “no hay razón para suponer que las creencias conformadas por una posición social tienden a servir los intereses de las personas que ocupan esa posición”. Es decir, que aunque el hecho de vivir dominado y explotado influya en tu manera de ver el mundo, no necesariamente influye de la manera que más te conviene. Esta proposición tiende a sacar de quicio a todas las personas que están convencidas de que el sufrimiento nos hace revolucionarios. Pero ayuda a comprender por qué se mantienen los sistemas sociales injustos con el apoyo de las personas que los padecen. Las castas inferiores de la India suelen pensar que si están así no es porque el mundo sea injusto, sino porque ellos se comportaron mal en anteriores reencarnaciones. Y en lugar de hacer la revolución se someten con más resignación al sistema. Por cierto, algo no muy distinto de la tendencia actual en nuestras sociedades de comprarse un libro de autoayuda para rendir más en el trabajo en lugar de ir al sindicato a unirte a otros e intentar cambiar las condiciones laborales. No siempre nos conviene creer lo que mejor nos vendría, sino lo que nos permite ir tirando. Desde luego es una desgracia en términos revolucionarios, pero algo que es muy necesario tener en cuenta si queremos comprender el comportamiento humano.

Recuerdo que en mi época universitaria un compañero de colegio mayor, teleco, tenía una emisora desde la que oíamos a la policía. Un día, escuché la grabación de las órdenes que recibieron los policías durante la manifestación en la que había estado con algunos compañeros. Uno de los mandos de la policía ordenó: “dadles fuerte, a ver si comprenden”. Bien pensado aquel hombre tenía vocación docente. Y nos dieron, pero creo que no comprendimos lo que él esperaba, ni lo que esperaban quienes provocaban violentamente a aquellos policías.

Seis años de crisis, millones de parados, recortes sociales, y bastante sufrimiento, tienen necesariamente que influir en la conciencia de nuestra sociedad, pero no tenemos ninguna garantía de que las ideas que nos hemos conformado a partir de todo este dolor sean necesariamente las que nos ayuden a encontrar la forma de superarlo. La verdad es que se aprende más leyendo a Elster que recibiendo palos.

La revolución está verde