viernes. 29.03.2024

Habanera triste de Margallo

Confieso que cuando el presidente Obama anunció el primer paso para levantar el bloqueo a Cuba me alegré...

Confieso que cuando el presidente Obama anunció el primer paso para levantar el bloqueo a Cuba me alegré. Y no precisamente porque yo sea un simpatizante del régimen cubano. Entiéndase como una metáfora, pero es que pertenezco a una tradición de la izquierda en la que un discurso de más de media hora empieza a justificar la necesidad de un cambio de dirigente. Me alegré porque Obama hizo algo que muchos hubiéramos esperado de él, que es pensar con su propia cabeza y arriesgarse, en lugar de reproducir de manera ritual los comportamientos heredados de sus antecesores respecto a Cuba. Cuando bloqueas a un país, a quien perjudicas no es a su clase dirigente, sino a sus ciudadanos.

Cuando las democracias occidentales aislaron a la España de Franco, el tiempo, y no solo el tiempo, se congeló en nuestro país. Siempre estuve convencido de que la emigración y el turismo supusieron dos ayudas valiosas cuando decidimos andar el camino de la dictadura a la democracia. No solo ni principalmente por los recursos económicos que nos aportaron, sino por el cambio de valores y la apertura de mentes que propiciaron. Nunca llegué a entender que los norteamericanos, hasta Obama, no se hubieran percatado de la inutilidad del bloqueo y del daño que le hacía a la población cubana. Pero que el presidente Aznar se apuntara a esa doctrina me pareció algo peor que un error, porque pertenece a un país que sufrió un bloqueo. Y la verdad, pensaba que el ministro Margallo iba a demostrar más inteligencia al respecto. Lo pensaba porque considero que Margallo es un hombre inteligente. Ahora, la verdad, ya no sé qué pensar de él.

Cuando el presidente Rodríguez Zapatero pidió que Cuba fuera sacada de la lista de países que apoyan el terrorismo, estaba actuando con la misma lógica de Obama. Y pese a lo que crea Margallo, que Cuba esté fuera de esa lista ayuda más a las extradiciones de etarras que si permanece en ella. Uno siempre se vuelve más razonable cuando tiene algo que perder, incluida su reputación. Así que la estrategia de Margallo resulta, cuanto menos, muy discutible. Y una estrategia tan discutible le debería haber hecho meditar un poco más sus acusaciones de deslealtad a un ex presidente del gobierno, nada más y nada menos que en un tema tan serio como el terrorismo. Y precisamente al presidente bajo cuyo liderazgo se acabó con el terrorismo de ETA en España. Por cierto, debe ser la primera vez que Margallo, llevado por su entusiasmo contra Zapatero, se olvidó de atacar al régimen cubano. Sorprendente.

Lo peor es que todo el problema no tiene como origen una descoordinación de Zapatero con el gobierno, sino la descoordinación del Gobierno consigo mismo. Quizá deberían hablar más entre los distintos ministerios que salvar la cara tratando de ensuciar con viles mentiras a Zapatero. Para lo cual tienen, por cierto, una buena recua de mercenarios. Es verdad que lo hacen porque saben que les sale gratis, por eso creo que sería bueno que los socialistas empezáramos a poner pie en pared. No sólo por Zapatero, pero también por Zapatero.

Habanera triste de Margallo