jueves. 28.03.2024

La democracia y Podemos

Si algo tenía Podemos en sus inicios era democracia, mucha democracia. 

Si algo tenía Podemos en sus inicios era democracia, mucha democracia. La formación morada, tan asamblearia, tan enchufada a las redes sociales, tan participativa, rebosaba democracia por los cuatro costados.

Frente al PSOE y el PP, empapados por la pestilencia de la corrupción,el partido de Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero olía a limpio, a genuinamente democrático.

Muchos ciudadanos, decepcionados por los grandes partidos, lo votaron desde el principio hasta convertirlo en la tercera fuerza política de España, a poco más de 300.000 votos del PSOE.

Primero se colaron en el Parlamento europeo con una representación inimaginable merced a 1,2 millones de votos: cinco escaños.

Gracias a los pactos de izquierdas con otras formaciones, entre ellas el PSOE, Podemos y sus aliados tocaron pelo en un buen número de grandes ciudades: Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Santiago de Compostela y Cádiz.

En los comicios nacionales del pasado 20-D, lo dicho: tercera fuerza política y a las puertas de darle el ‘sorpasso’ a los sociatas.

Pero mira por dónde, la estética y la ética de Podemos, tan publicitada por sus actores principales como la quintaesencia de pureza política, chocó con el refranero español, que distingue claramente entre predicar y dar trigo.

En cuanto a pregonar, piquito de oro, que decía rapeando Joaquín Sabina de Julio Anguita, padre espiritual de esta camada política. Iglesias, Errejón o cualquier acólito del aparato lo bordan: verbo fluido, mitin académico.

Pero en gestión, en el cumplimiento de promesas y programas, que es el trigo nuestro de cada día, cartón del dos.

Desde luego, el Madrid que iba a quedar como los chorros del oro, solo en Serrano, como cuando Gallardón y Botella. Encima, mi queridísima Manuela Carmena dice que na-nay de la China, que el servicio de limpieza no se municipaliza.

Entre pitos y flautas, los podemitas y todos sus aliñados llegaron al Congreso de los Diputados. En el arranque, a mamarla, que dirían en Cádiz, con Carolina Bescansa de protagonista principal y su bebé como actor secundario.

Desde que pisaron territorio de soberanía nacional, postureo tras postureo, incluido el beso en los morros que Iglesias le dio a Doménech para intentar aparentar cohesión y buen rollito en el ejército de Pancho Villa. ¡Y viva Zapata!.

Antes, ya le dio una patada en las pelotas a Pedro Sánchez.

Del no a la investidura de un presidente socialista, coincidiendo en el sentido de su voto con el del PP, Iglesias salió tocado, principalmente por el desbarre que supuso una primera intervención cargada de odio y mala baba hacia al PSOE, con una acusación inmunda hacia Felipe González.

Pero donde la ha pifiado definitivamente ha sido con la destitución fulminante del secretario de Organización de Podemos, Sergio Pascual, por una actuación deficiente según la versión de su portavoz. En sí mismo es un acto personalista y caprichoso que ni el PCE del centralismo democrático hubiera llevado a cabo.

A estas alturas de la película para ser de izquierdas, para ser rojo de pata negra, es fundamental ser primero demócrata. Cuesta, pero no cabe otra. Si no se cumple con los requisitos básicos para serlo, se peca de autoritarismo y se adentra uno en la peligrosa senda que conduce al búnker y al fascismo.


Publicado en andaluces.es

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