jueves. 28.03.2024

El mercado de trabajo en el contexto actual

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En estas fechas de rememorar el 1 de mayo, nos vemos ante una serie de debates relacionados con el mercado laboral- a veces no tan evidente como desearíamos- sobre las condiciones del mercado laboral, la tipología de empleo, los ingresos salariales, las pensiones y la edad de jubilación, entre otros.

En España, en el cuarto trimestre de 2016 (EPA), el nivel de paro se encontraba en 4,2 millones de personas, representando el 18,63% la tasa de paro (17,22% masculina y 20,25% femenina). En esa fecha, 1.387.700 de hogares tenían todos sus miembros en paro, de los que un 25% eran unipersonales. El 46% de los parados eran de larga duración.

La crisis financiera internacional de finales de la década anterior, por unos instantes, sirvió para que los dirigentes políticos y económicos se plantearan la necesidad de cuestionarse la globalización económica, tal y como se había realizado, viendo la necesidad de un mayor control de los gobiernos sobre los mercados. Esas intenciones duraron unos breves instantes. El sistema financiero retomó el control y nos insistió en culpar a las políticas de intervención de los gobiernos y la regulación laboral.

Pero la pregunta a realizar es ¿Qué representa el trabajo remunerado?

  • Por una parte, el sector empresarial nos lo presenta como un coste de producción, por lo que el objetivo es reducirlo al máximo. Todo es legítimo para reducir los costes. Hecho que permite aumentar los márgenes de beneficios. Es una mercancía como las otras y funciona siguiendo las leyes de la oferta y la demanda. Por lo que es necesario reducir dicho coste: con tecnología (estamos ya inmersos en la cuarta revolución tecnológica donde peligran cerca del 50% de los empleos existentes), reduciendo la retribución salarial directa e indirecta, etc.
  • Por otra, el trabajo es la fuente de ingresos para la mayoría de las personas, con el objetivo de poder cubrir sus necesidades. La falta del mismo comporta la aparición de la pobreza en la sociedad.

Llegados a este punto, nos encontramos con un mercado de trabajo tensionado por dos extremos: 1) Empresa: Costes Laborales; 2) Empleado: Ingresos. Se ha de negociar entre las partes y conseguir un equilibrio digno.

En las últimas décadas el ganador de esta tensión es el sector del capital, de acuerdo con los escritos de Piketty o el mismo Joseph Stiglitz en sus trabajos sobre la distribución de la renta. Los procesos de concentración de la riqueza han aumentado, con mayor o menor intensidad, de forma significativa en todos los países del planeta. Resultará más o menos intensa en función de la capacidad de organización y de movilización de las diferentes fuerzas sociales. Por ejemplo, en el caso de España, las rentas salariales han pasado de representar el 50,2% del Producto Interior Bruto en 2008 al 47,4% en 2015.

En España la devaluación salarial ha sido muy evidente. El 10% de la población de menos ingresos, los ha visto reducir en un 25% (2005-2014) y el 10% de la población de más ingresos los ha visto crecer en un 3,8%. Según la Encuesta de Población Activa, la situación de los trabajadores de bajos ingresos ha empeorado de manera sustancial. El promedio de retribución del 10% de la población asalariada era de 411 euros en 2014 (502 en 2007). Los ingresos de la decila siguiente eran en 2014 de 820 euros (852 en 2007). Para estos trabajadores, el denostado término de mileurista se ha convertido en un sueño inalcanzable. Esta política ha comportado un proceso de crecimiento de la pobreza en que una persona asalariada con su salario no llega a final de mes (aparición de la nueva pobreza). El último informe del INE nos indica que casi el 40% de los españoles no pueden hacer frente a un gasto imprevisto. En el año 2016 el 42,2% de las familias monoparentales estaban en situación de indigencia (mayoritariamente formadas por mujeres, el 37,5% en 2015). Es decir, 829.187 familias se encuentran en esta situación. El riesgo de exclusión se encuentra en el 27,9% (indicador AROPE).

El hecho que la población disponga de menos poder adquisitivo implica que la demanda no se estimula, por lo que la capacidad productiva de las empresas tampoco (sobre todo la pequeñas y medianas que su mercado es local y no internacional). Esto comportará que no aumente la ocupación, fuente principal de los ingresos de la mayoría de la población.

Las políticas llevadas adelante en las últimas décadas no han servido para ayudar a aumentar la distribución de la riqueza, que resulta clave para tener una sociedad más justa y equitativa. El modelo actual no es capaz de generar empleos (demanda) al ritmo que crece la oferta de las personas que se quieren incorporar al mismo. Mientras se resuelve dicho problema, esas personas han de disponer de un ingreso para poder sobrevivir. En estos momentos la opción más justa es que la administración haga transferencia de renta hacia esta población, a través de la Renta Básica de ciudadanía o Universal. La urgencia es real, no es una ficción o una hipótesis, para miles de personas.

El mercado de trabajo en el contexto actual