jueves. 25.04.2024

El valor de la palabra

“Las cabezas de los seres humanos son trampas en las que se precipitan
los pensamientos que circulan por el aire”.

Juanjo Millás


En su conferencia sobre “La política como vocación” decía Max Weber que “la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción no son términos opuestos entre sí; son elementos complementarios que deben concurrir a la formación del hombre auténtico, a la formación del hombre que tiene ‘vocación política’”. Inmersos en este torbellino o tsunami que está siendo la composición de los ayuntamientos y, en un futuro próximo, las presidencias de las Comunidades Autónomas, en estas reflexiones quiero referirme a uno de sus protagonistas, Albert Rivera y sus “C's”. No tendría sentido personalizar estas críticas reflexiones si ambos, “Cs” y Rivera no estuviesen condicionando ambigua, ambiciosa y torpemente los pactos que ya se han cerrado o están a punto de cerrarse. Con el criterio marcado por Weber, desde la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción, ¿están demostrando “Cs” y su líder auténtica vocación política? Con esta pregunta no puedo olvidar ese referente ético de que “un hombre vale lo que vale su palabra o su credibilidad”.

Mi crítica reflexión puede ser suave si se compara con las ácidas palabras de quien fuera uno de los fundadores de Ciudadanos, el profesor de Derecho Constitucional, Francesc de Carreras, en el artículo aparecido en el diario El País “Querido Albert”, o la carta de Miguel Ángel Berzal, candidato de Ciudadanos en Pozuelo de Alarcón y hasta hoy miembro del Consejo General de “Cs”.

Escribe el profesor Carreras refiriéndose a la desgraciada campaña llevada por Rivera y “Cs” hasta la náusea por negarse a pactar con los socialistas: “No entiendo que ahora nos falles, Albert, que nos falle C's, que el joven maduro y responsable se haya convertido en un adolescente caprichoso que da un giro estratégico de 180 grados y antepone supuestos intereses de partido a los intereses generales de España… Estás a tiempo de rectificar. Si en 2016 acordaste con el PSOE un buen programa de gobierno, no hay motivo para que ahora no se repita tal operación. Recobra, Albert, la capacidad de liderazgo que has tenido en todos estos años y afronta con valentía la adversidad. Rectifica. Muchos no desean que a C's les una solo un melancólico recuerdo”.

Y ¿qué escribe Miguel Ángel Berzal en su misiva publicada por “El Correo de Pozuelo”?; es más incisivo: “No me queda más opción que asumir la verdad y confesar que he sido un ingenuo, pero la dignidad es lo último que se pierde y heme aquí ante mi destino, enfrentando una decisión madurada, abandonar el partido de la CIUDADANIA, aquel que pudo ser y no fue, un partido de libres e iguales que con el paso del tiempo se ha convertido en una maquinaria para detentar el poder, sólo el poder y nada más que el poder… Los candidatos son impuestos por el aparato del partido, con las recomendaciones de los comisarios políticos… No sólo se ha subvertido la democracia interna, sino que también se controlan las opiniones críticas, espiando de forma deliberada los grupos de mensajería. Nuevamente aparecen los responsables territoriales que buscan imponer su criterio y evitar el debate… Me bajo del carro de esta farsa ciudadana… C's anunció un movimiento, una suerte de viaje democrático, un proyecto para las personas, sin embargo, ha utilizado la democracia para construir una granja de líderes, aupados al estrado por su oportunismo y en muchos casos por su mediocridad. ‘Cs’ es un timo político… Un partido que no aprende de los errores jamás podrá cosechar los éxitos que podría merecerse porque desprecia la experiencia de quien construye el partido, sus afiliados… En muy poco tiempo ‘Cs’ se ha convertido en una agencia de colocación de familiares, de amigos… La prédica: contaremos con gente formada, con experiencia profesional…, ¿dónde ha quedado? Me voy…, la vida no vale nada si dejamos que la mentira prepare otra celada. No quiero engañar a nadie, ni siquiera a mí mismo”.

Albert Rivera está demostrando ser un maestro en el arte del engaño, de la ambigüedad y la ambición

Ambos, Carreras y Berzal, han descrito dos almas en Albert Rivera. ¿Quién es en realidad y cuál es su ideología? Es fácil fabricar un líder en poco tiempo cuando toda la maquinaria económica de un país lo quiere. Algo parecido ha ocurrido con Rivera; desconcierta su capacidad para defender dos ideas contrarias a la vez sobre una misma cosa, su incoherencia y deslealtad con la que habla de los demás y el trato que se da a sí mismo y a los que le adulan. De sacar conclusiones de estas críticas habría que decir que Rivera está demostrando ser un maestro en el arte del engaño, de la ambigüedad y la ambición.

La desmemoria de algunos políticos es a veces asombrosa. Se imponen un “Alzheimer” voluntario” para librarse u olvidarse de demasiadas palabras, promesas y hechos de su incómodo pasado. El “chalaneo” y el escandaloso “mercadeo” de puestos y sillones con el PP y, de tapadillo y a escondidas con VOX, están siendo tan elocuentes como la inexistencia de los “cordones sanitarios” que Rivera y Ciudadanos habían prometido en relación con “la ultraderecha”. Se pide y se conmina a votar a la ciudadanía, se alienta su participación, se le promete un programa… y al final, el resultado es un “juego de trileros”, un juego de incoherencia, en el que no cabe mayor menosprecio al voto de los ciudadanos. Una vez más se comprueba que la coherencia cotiza muy bajo en el mercado de valores de la política actual. La palabra vale poco o nada. Lo esperpéntico es que vivimos en una sociedad en la que resulta novedoso que alguien se respete a sí mismo y a los demás cumpliendo su palabra y sus compromisos. Ángel Gabilondo es un ejemplo noble en la Asamblea de la Comunidad de Madrid y, sin embargo, ninguneado por Ignacio Aguado, un modelo de cinismo. Mal vamos si cumplir la palabra dada se convierte en un comportamiento extraordinario: no está de moda. Ni siquiera se ve bien intentar ser congruente en la vida; lo usual es defender una cosa y la contraria.

Tradicionalmente se admite que la historia es la ciencia que estudia el pasado con el fin de no cometer los mismos errores en el presente; sirve para comprender el presente y, a la vez, ser capaces de predecir aspectos del futuro. Dependiendo de la interpretación que demos a la realidad del pasado, tendremos claves para sacar conclusiones en la actualidad; de ahí que estemos obligados a escoger, entre la multitud de datos que conocemos, aquéllos que nos parecen relevantes con el fin de argumentar correctamente y no caer en contradicciones. Si no fuese así, nuestras conclusiones podrían ser erróneas e irrelevantes. “Frente a los hechos objetivos no caben interpretaciones”; es un axioma que se atribuye a Aristóteles.

Bertrand Russell aseguraba que cuando la necesaria humildad no está presente en una persona imbuida de poder, ésta se encamina hacia un cierto tipo de locura: “la embriaguez del poder”; para Russell, la soberbia, la desmesura y la huida de la realidad, son males que suelen invadir a políticos iluminados en el ejercicio del poder. David Owen, ministro de Exteriores y experimentado político británico en su libro “En la enfermedad y en el poder”, al estudiar la conducta de los líderes dirigentes, concluye que muchos de ellos están tocados por “el síndrome Hybris”; el término proviene de la antigua Grecia; un acto de “hybris” es un trastorno de personalidad de quien se considera un personaje poderoso e, hinchado de soberbia, orgullo y confianza en sí mismo, trata a los demás con insolencia y desprecio. Es el nuevo modo de liquidar a los adversarios político.

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Sánchez y Rivera, en la firma del acuerdo alcanzado en febrero de 2016.

Retomando el axioma de Aristóteles de que frente a los hechos objetivos no caben interpretaciones y recordando el artículo mencionado del profesor Carreras que fue en 2016 cuando Rivera acordó con el PSOE un buen programa de gobierno, hay un hecho históricamente objetivo: ese año, el miércoles, 24 de febrero, Albert Rivera y Pedro Sánchez firmaron en la Sala Constitucional del Congreso, destinada para las grandes ocasiones, -con el cuadro El Abrazo, de Juan Genovés de fondo, icono de la Transición-, un pacto “de investidura y legislatura con más de 200 reformas de medidas concretas en numerosos ámbitos” entre dos partidos (uno de centroderecha “C's” y el otro de centroizquierda PSOE). Ambos manifestaron posteriormente que “este pacto es un acuerdo histórico que no excluye a nadie”. Aquí no ha cedido nadie, hemos cedido por los españoles; ha sido mandato de los españoles que nos pongamos de acuerdo, con un programa reformista y progresista… No consiste en hablar primero de los sillones y hablar luego de las soluciones sino de cambiar de fondo en las políticas y, también, en la actitud y en la práctica de las políticas, es decir, abandonar el verbo vetar y abrazar el verbo acordar. Hemos hablado de soluciones y no de sillones -dijo Sánchez- y se lo agradezco a Rivera. No hemos hablado de formación de gobierno, y me gustaría que otras formaciones siguieran ese ejemplo”.

“No es un problema de números -contestó Rivera-, es un problema de voluntad política; … para nosotros era más cómodo quedarnos en un rincón, pero hemos decidido bajar a la arena… Este acuerdo sienta las bases de una nueva etapa política en España; sus más de 200 reformas sintetizan lo que eran dos proyectos distintos con los que se identifican más de nueve millones de votantes. No descarto formar parte de un Gobierno amplio presidido por Pedro Sánchez, pero dejo claro que no es mi prioridad ya que los esfuerzos están ahora en asegurar los respaldos necesarios para sacar adelante las reformas… El acuerdo no ha sido fácil pero ‘ha valido la pena’ porque responde a los principales problemas de España y contiene medidas para garantizar igualdad de oportunidades, empleos de calidad, un pacto nacional por la Educación, derechos sociales consagrados en la Constitución y un modelo económico y productivo distinto, y el compromiso de suprimir todos los privilegios políticos y de actualizar la Constitución, fijando las bases para seguir siendo compatriotas en un país plural, descentralizado y diverso”.

Estas fueron las manifestaciones de Rivera con solemnidad y abrazos en 2016. Y si Sánchez y el PSOE no han cambiado apenas su programa de futuro y esas más de 200 reformas firmadas se han mantenido casi en su totalidad en el Programa electoral socialista para las elecciones del pasado 28 de abril, ¿cuáles son las razones objetivas de ese rechazo visceral e irracional de Rivera y C's contra “el sanchismo”, como ellos acentúan con inquina? Bien se lo decía con tranquila sensatez el profesor y fundador de Ciudadanos Francesc de Carreras en el artículo citado: “Si en 2016 acordaste con el PSOE un buen programa de gobierno, no hay motivo para que ahora no se repita tal operación. Recobra, Albert, la capacidad de liderazgo que has tenido en todos estos años y afronta con valentía la adversidad. Rectifica. Muchos no desean que a C's les una solo un melancólico recuerdo. Querido Albert”.

No han sido sólo sus compañeros quienes les han puesto ante el espejo de sus contradicciones, la prensa extranjera y sus aliados europeos se lo han dicho con claridad y contundencia: “La alianza con la extrema derecha a nivel local, como hemos visto en España con Ciudadanos, no es una opción”, se ha pronunciado el jueves pasado la secretaria de Estado de Asuntos Europeos del Gobierno francés, Amélie de Montchalin. Una fuente del Palacio del Elíseo añadió: “No aceptamos ambigüedades con la extrema derecha… Cualquier plataforma común entre C's y Vox cuestionaría esta cooperación”. Y la corresponsal en Madrid del diario francés Le Monde, Sandrine Morel, también ha cargado contra Ciudadanos en un artículo publicado el jueves titulado “En España, Ciudadanos abre la puerta a acuerdos con la extrema derecha” Y añadía: “la estrategia del partido liberal Ciudadanos, para ocultar sus acuerdos, directos o indirectos, con la extrema derecha, ya no engaña a nadie en España”. Al que no sabe, cualquiera le engaña y al que no tiene, cualquiera le compra. Pero esto que Ciudadanos está haciendo en España, le puede resultar caro y negativo en Europa.

Hace más de un año Euskal Telebista, la televisión vasca, estrenaba un programa de documentales (“360 grados”). Para el estreno escogió un tema que clarifica la ambigua política de Albert Rivera. Se titulaba “Operación Ciudadanos”. Estas fueron algunas preguntas que intentaba aclarar: ¿Qué hay detrás? ¿Cómo se financia el partido de Albert Rivera, a qué intereses sirve? Algunos de los testimonios fueron así de claros: “Ciudadanos es la palanca para mover al PP a posicionas que interesan a los lobbies”. “Es un partido oportunista”. “Albert Rivera es un lagarto de V”. “Ciudadanos es el partido de la banca”. Y de su imagen personal afirmaba: “Albert Rivera es frío, falto de empatía, hermético”; el personaje ha devorado al político; es de los que está acostumbrado a criticar a los demás, pero no a que lo critiquen a él. Se asegura la lealtad en los momentos críticos y decapita después a quien no le conviene o no le adula. Ha sabido refugiarse en la zona de confort y practicar lo que afirmaba Konrad Adenauer: “En política lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno”.

Ciudadanos más que un partido, está demostrando ser una confluencia de egos y ambiciones y captación de tránsfugas. Ambiciosos personajes tras el flautista de Hamelín

Ciudadanos más que un partido, está demostrando ser una confluencia de “egos y ambiciones” y captación de tránsfugas. Ambiciosos personajes tras el flautista de Hamelín. Ciudadanos son de los que siempre aplauden con entusiasmo las propuestas del jefe, aunque sean la nada envuelta en vacío: han perdido el norte fundacional. Prometían mucho y no han cumplido apenas lo prometido. Han sido avispados según la teoría de Nikita Kruschev: “Los políticos son iguales en todas partes; prometen construir un puente incluso donde no hay río”. Todo lo que podían haber sido, en la nostalgia de un inicio prometedor, ya no lo son. Ciudadanos ha tomado una mala dirección. Son adictos a pensar que tienen la razón, pero quedar cautivos de sus ambiciones, certezas y opiniones es una trampa propia de los necios. Venían para cambiar y regenerar las cosas, hasta que les han tocado su parcela. Concluía así el documental: “Ciudadanos es nacionalismo español rancio”.

Václav Havel, el escritor y primer presidente de la República Checa, en su obra Perturbar la paz, alertaba de que “la verdadera prueba de un hombre no es lo bien que juega el papel que se ha inventado para sí mismo, sino lo bien que juega el papel que el destino le asignó”. Y en estos meses de elecciones y pactos ni Rivera ni Ciudadanos han sabido jugar el papel con el que iniciaron su andadura: de regenerar la democracia a escorarse hacia la derecha y ultraderecha y pactar con ellas. Cuando alguien está nadando sólo averiguas si está desnudo hasta que no sale a la superficie. Se recuerda aquella imagen inicial del Rivera desnudo, pero pudorosamente “tapado”. Hoy hemos descubierto todo lo que puede dar de sí y nos ha decepcionado.

Termino estas reflexiones sin conocer aún los resultados de los pactos de este sábado. Pero de nuevo se puede decir alto y claro, como en Ferraz se dijo el 28 de abril: “¡Con Rivera, no!”.

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