jueves. 25.04.2024

'Duelo a garrotazos'

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“Las mentiras te protegen por un tiempo, pero, a la larga, pueden anular

la seguridad que te proporcionaban”.

Maimónides


Nacido en la ciudad de Córdoba en 1135, Maimónides, a su sólido conocimiento bíblico y talmúdico, añadía una brillante formación filosófica y científica heredada de la comunidad sefardí de Al-Andalus; exiliado de su tierra natal, se instaló definitivamente en el viejo Cairo, donde murió en 1204. Con su obra Guía de perplejos pretendía ayudar y devolver la paz del espíritu “a quien se encontrara en el despeñadero de la perplejidad y la duda y guiarle para que, hollando con rumbo cierto el sendero de la sabiduría, pueda llegar por sí mismo al santuario de la verdad, donde se goza la paz del espíritu”.

En pocos momentos de nuestra reciente historia democrática se ha cotizado tan alta la perplejidad de una gran parte de la ciudadanía. Por falta de altura moral de los partidos políticos y la tendencia a la radicalización que les atraviesa, la sociedad está desembocando en una nueva reedición de las dos Españas. La inmadurez de los jóvenes políticos que hoy lideran los partidos y su forma de hacer política, más efectista que realista, con prácticas del pasado de las que no tenemos buenos recuerdos, auguran un futuro poco halagüeño. Cada día nos quedamos perplejos ante las decisiones que toman, según dicen ellos, en nuestro favor, pero sin contar con nuestra opinión. Con sorna y certeramente, algunos ciudadanos comentan, viendo cómo se comportan: “los conocemos de toda la vida, pero no sabemos cómo son”.

El pasado jueves 28 de febrero, Ana Pastor ha despedido la legislatura pidiendo a los partidos que rebajen la tensión electoral al haber cerrado una corta legislatura convulsa y crispada. La indigencia intelectual y democrática que están demostrando políticos, periodistas y tertulianos en las intervenciones de los últimos meses, la histeria colectiva, los enfrentamientos y la sobreactuación en sus declaraciones, las mentiras, los insultos permanentes, la política de trincheras…, no solo nos remiten a un pasado obsoleto y superado, sino que ha puesto freno a la ilusión confiada que los ciudadanos teníamos puesta en ellos. Resulta difícil poder analizar el complejo panorama político y electoral actual. Con el símil de una atinada metáfora, “se habían visto escopetas disparar a las palomas, pero jamás a palomas disparar a las escopetas”. La valoración es clara: no es tiempo ya para la política; es tiempo para la ética y los valores, porque lo que está en juego en estos momentos es el fundamento mismo de nuestro sistema democrático.

Una de las voces filosóficas más innovadoras que ha surgido recientemente en Alemania es Byung-Chul Han. En su libro La sociedad del cansancio afirma que cada época tiene su propia enfermedad; la que está padeciendo la nuestra, es la del cansancio, con un silencioso cambio de paradigma, en la que resulta una contradicción rebelarse porque sería criticarnos y rebelarnos contra nosotros mismos, porque víctima y verdugo, explotador y explotado, bueno y mal político, son la misma persona, ya que, en último término, los políticos que nos gobiernan son los que nosotros hemos elegido, son el reflejo de la sociedad que hemos configurado. ¿A quién culpabilizar entonces? Cuando se han traspasado los límites de la honestidad, la madurez y la sensatez, cuando el desencanto y la perplejidad son la sombra que oscurece el futuro, ¿dónde poner de nuevo los límites y dónde buscar soluciones? Jamás, en la confrontación ni en la política de trincheras; y, menos, cuando sin tener la experiencia en la gestión y un proyecto de país madurado, se “pretende asaltar los cielos para conquistar, inmadura y precipitadamente, el poder”. En su guía aconsejaba Maimónides:

“Cuando el hombre empieza a reflexionar, no debe lanzarse de buenas a primeras a entender asuntos tan vastos e importantes. Previamente debiera adaptarse al estudio y al conocimiento; acrisolar su carácter moral y atemperar sus pasiones y los deseos de su imaginación… No será bueno que resuelva cuestión alguna a la primera opinión que le acuda al pensamiento, ni que de pronto violente su inteligencia para alcanzar el conocimiento; deberá, más bien, esperar modesta y pacientemente y adelantar paso a paso”.

Magnífica reflexión para aquellos políticos que, en momentos de campañas electorales, aspiran y se lanzan angustiados a la conquista del poder. Suscita perplejidad, como afirma Maimónides, contemplar cómo se ponen zancadillas para ocupar puestos en las listas, cómo mienten sin pudor alguno, cómo cambian de chaqueta ideológica en trasvases de partido, abandonando convicciones a conveniencia de intereses, retorciendo el lenguaje y la razón, cómo mercadean, como la serpiente del paraíso tentando con la manzana de un puesto de diputado a aquellos que saben que fuera de la política no tienen trabajo. Alejandro Afrodisio, comentarista griego de las obras de Aristóteles decía que tres eran las causas que impiden a los hombres descubrir la verdad haciéndolos esclavos de su propia ignorancia: la arrogancia, la torpeza para aceptar los pareceres contrarios y la incapacidad para comprender lo que está al alcance de cualquier entendimiento.

La verborrea en política es una afición que se extiende en exceso y más en tiempos de elecciones. ¡Cuántas sandeces y mentiras escuchamos a lo largo del día en todos los medios!: palabras redundantes y excesivas que dichas con rapidez hacen creer, al que las pronuncia, que ha dicho “verdades como puños” y al que las escucha, observador objetivo sin fanatismos de partido, detectar errores y mentiras en frases vacías y carentes de sentido, salpicadas de insultos; son monólogos que a nadie interesa, excepto a algunos de los suyos. Porque el error se puede comprender, pero la mentira, no. Escuchando sin filtros ideológicos a ciertos políticos, habría que decirles: “brinda por tus mentiras porque tus verdades no te las cree nadie”. En España, la moderación tiene mala prensa. Estamos cansados y perplejos de tanta charlatanería barata. ¿Dónde están los políticos serios y sensatos que saben dar a cada frase su valor de verdad, el tono de la mesura y el significado correcto sin excesos? Decía Antonio Machado, cuyo 80 aniversario de su muerte acabamos de recordar que “nueve de cada diez personas utilizan la cabeza para embestir”. Viendo la naturaleza de los debates que se producen últimamente en España, me inclino a pensar que no le faltaba razón. Sin generalizar, pero con cierta aproximación, se dice que si sabe poco y habla de todo o es político o tertuliano. Es conocida la frase: “sabe poco de mucho, pero habla y escribe como si supiera mucho de todo”.

Estamos perplejos al ver cómo algunos de nuestros políticos han conducido sus intervenciones en la clausurada legislatura parlamentaria; han sustituido la argumentación y la razón conciliadora por la mentira, la descalificación y el ruido emocional: la pasión y la ambición de poder han vencido al pensamiento sensato, al diálogo constructivo y al bien de los ciudadanos. Casado y Rivera, desde la foto de Colón, están queriendo imitar lo que “el jinete” Abascal expresó al pedir a los periodistas que no le preguntaran por problemas concretos, pues él “no llevaba el Estado en la cabeza, sino España en el corazón”. Algún tertuliano ha añadido: Abascal está “desenfundando” más deprisa que Casado y Rivera. También lo predicen las encuestas.

Estamos perplejos al ver cómo se ha frustrado esa “irresponsable promesa” anunciada por Sánchez en sede parlamentaria y en las comparecencias de su gobierno, de que era segura la exhumación de la momia del dictador, aprobada por mayoría parlamentaria y acordada por el Ejecutivo el 15 de febrero, en cumplimiento de un Real Decreto de octubre de 2018 y, a su vez, un acuerdo del Consejo de Ministros de 31 de agosto de 2018 por el que se iniciaba el procedimiento administrativo. Hoy sábado se informa de que el Gobierno de Pedro Sánchez ha intentado consensuar con la familia del dictador los detalles de la exhumación, pero los nietos han decidido romper las conversaciones, reiterando su intención de acudir a los tribunales. Negociar en cualquier conflicto de la vida tiene que ser la primera opción; pero nos deja perplejos que esta familia, a la que, por imperativo y valor democrático, por todo el mal que su deudo ocasionó, tenía que haber sido llevada a los tribunales para dar cuenta de que sus bienes fueron la herencia ilegítima del dictador; en cambio, hoy se planta con desprecio a la democracia y reta al Parlamento, al gobierno y a los ciudadanos, abusando de nuestras instituciones.

Resulta inaudito y nos deja perplejos que Ciudadanos y el Partido Popular hayan exigido acabar con Maduro en Venezuela cuando aquí seguimos padeciendo las secuelas del viejo régimen, con víctimas que siguen en cunetas, con la momia del dictador enterrado en un monumento nacional que pagamos los españoles, bajo la custodia de un prior falangista; mientras, sus herederos disfrutando de lo requisado y robado. Esta situación me recuerda una escena de la película Los santos inocentes (1984), dirigida por Mario Camus, basada en la novela de Miguel Delibes, ambientada en los terrenos de un cortijo de Extremadura en la década de 1960:

Paco, el campesino (Alfredo Landa): “Buenos días señorito...”.

Señorito (Juan Diego): “¡Ve preparando la escopeta que mañana cazamos!” Paco: “Pero, señorito, si tengo la pierna tronzá...”.

Señorito: “¡No me seas maricón y tráete a tu cuñao, ese idiota (Azarías, Paco Rabal) de la ‘milana bonita’...!”.

Paco: “Como usté mande, señorito...”.

Escena en la que, hoy, Paco y Azarías serían el gobierno, el Estado y los ciudadanos y el señorito, la familia Franco. Ver para creer o para entrar en trance de perplejidad permanente.

Estamos perplejos del desconocimiento en sede judicial, con la obligación de decir verdad como testigos, del expresidente Rajoy, la exvicepresidenta Sáenz de Santamaria y del exministro de interior Zoido, de cómo, porqué y quiénes autorizaron a los dispositivos de seguridad del Estado a intervenir en el operativo policial para impedir el 1-O y cómo se han desmarcado de responsabilidades en el Supremo en el juicio al “procès”. Durante sus declaraciones, Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría dijeron que recibieron algunas informaciones por parte del Ministerio del Interior, Juan Ignacio Zoido; éste, a su vez, ha asegurado que él no estuvo al tanto del detalle de ese despliegue, contestando a un buen número de las preguntas con un “no lo sé, no me consta”. Deja perplejos a los ciudadanos ver que ninguno de los miembros del gobierno popular ha dado detalle alguno sobre ese operativo: ni por qué se mandó ese número de agentes, ni por qué se decidió actuar en unos colegios sí y en otros no, ni quién dio la orden de cargar o de dejar de hacerlo. ¿Esta fue la altura intelectual y la eficacia responsable demostrada por el gobierno popular ante el acontecimiento más conflictivo de nuestra democracia?

Estamos perplejos cómo Rajoy ha intentado “escaquearse” a la reiterada pregunta de si en el conflicto catalán hubo un mediador, alegando no acordarse (“hubo muchos que hablaron con él y no se acuerda en concreto de ninguno”). Sin embargo, al día siguiente, el lendakari Íñigo Urkullu confirmó como testigo en el juicio lo que Mariano Rajoy no quiso ratificar el día anterior: que entre el 19 de junio y el 26 de octubre de 2017 realizó una labor de “intermediación” entre el Gobierno central y el catalán para evitar el choque de trenes. A muchos ciudadanos nos deja perplejos el indecente montaje por el papel del “relator” en el gobierno de Sánchez, en la plaza de Colón, las exacerbadas críticas de los líderes del PP, C’s y Vox, a la traición al Estado que significaba el “relator” (que nunca se llevó a cabo) y la lectura de ese conjunto de falsedades reunidas en aquel Manifiesto leído por tres periodistas “lacayos”: María Claver, Albert Castillón y Carlos Cuesta, con las importantes consecuencias sobrevenidas. Hay hoy un hipócrita silencio, ante la real existencia de un “mediador-relator” en tiempos de Rajoy, en la figura del lendakari Urkullu. ¡Qué corta y selectiva es la memoria de algunos!

Estamos perplejos y resulta difícil entender, para muchos es una indecencia, que, en el problema catalán del “procès”, poco comprensible con la forma como vemos se está resolviendo, mientras unos políticos independentistas, porque así lo considera la judicatura, están presos en la cárcel, el “molt honorable” fugado se esté dando la vida padre en ese casoplón de Waterloo. No digo que desde la decencia del ejemplo que le dan sus compañeros presos, tenga que pasar su fuga, como Simón Estilita, en una pequeña plataforma sobre una columna, pero chirría que encima, su alto nivel de vida que a otros criticarían, a una parte de catalanes independentistas les parezca bien. Machado y Azaña, en el exilio, eligieron ir ligeros de equipaje.

Estamos perplejos por cómo se han podido rechazar unos presupuestos sociales que mejoraban la vida de muchos ciudadanos que lo necesitan y esperaban. Las propuestas de mejora salarial, laboral, educativa, sanitaria, atención a la dependencia, de vivienda, etc… de los ciudadanos, las mejoras de verdad, con mayúsculas, para quien tiene la obligación política de facilitarlas y hacerlas posibles son innegociables. La hipocresía, la mentira y el cinismo con los que han argumentado aquellos grupos políticos que los han rechazado, tiene que tener un coste electoral. En la búsqueda de alcanzar mejores condiciones de vida de los más desfavorecidos, podrá haber matices, aportaciones sensatas y equilibrios posibilistas, pero, en ningún caso, el rechazo.

Yendo en metro hasta Atocha -hoy la estación se llama “Estación del arte”-, (muy justificado el cambio de nombre por la cercanía a los magníficos Museos de El Prado, Reina Sofía o Thyssen, entre otros), las galerías de la estación están decoradas con estupendas reproducciones de algunos cuadros que se exponen en dichos Museos, entre ellos, una de las famosas pinturas negras de Goya: “Duelo a garrotazos”. El lienzo representa a dos españoles, enterrados hasta las rodillas en fango, intentando arreglar sus asuntos a garrotazos, en un paraje desolado; uno a la izquierda, otro a la derecha. Conociendo nuestra presente historia política, parece recordar la real situación a la que nos están sometiendo nuestros actuales representantes políticos: en lugar de diálogo y acuerdo, enfrentamiento y crispación, en lugar de la palabra, el insulto, en lugar de estrechar manos, el garrotazo: un evidente símbolo de la lucha fratricida que permanentemente aparece en nuestra piel de toro desde siglos atrás. Entonces, los bandos eran los liberales y los absolutistas; hoy, bien sabemos quiénes son; podemos ponerlos nombres. Entristece e indigna que los políticos que nos representan sean tan cortos y mezquinos; que frente a la unión e inclusión para conseguir objetivos comunes que satisfagan los intereses y necesidades de las mayorías, prefieran la exclusión y la desunión; que en lugar de tirar murallas para unir países y avanzar en la construcción de más Europa, quieran levantar más fronteras. ¿Por qué y a qué conduce? Ignoro por qué, pero barrunto que los ciudadanos estamos empezando a huir de los extremos y que no queremos retrotraernos a la España en blanco y negro del NO-DO. El lenguaje de los políticos, en especial, y lo debo decir, pese a que moleste a muchos, el de Pablo Casado, Teodoro García Egea, Albert Rivera y José Manuel Villegas, está lleno de expresiones que confirman esa tendencia al extremismo y a la falta de matices: Viendo cómo discuten, insultan, lanzan mentiras, ofenden a la inteligencia, demonizan al otro y fomentan la crispación, más que a debates parlamentarios, dan la impresión de estar asistiendo con Goya a “un duelo a garrotazos”. Ni en bloques, ni en trincheras ni a garrotazos se serena la política ni se mejora la democracia. Si el futuro de la democracia española se está decidiendo ahora con estos jóvenes políticos, si el extremismo seduce y da más votos que la moderación y la tolerancia, es fácil adivinar qué modelo de sociedad estamos creando.

Concluyo con la nostalgia de unos versos de Quevedo: “Miré los muros de la patria mía, /si un tiempo, fuertes, ya desmoronados, / de la carrera de la edad cansados, / por quien caduca ya su valentía”.

'Duelo a garrotazos'